Conseguir la Recopa supuso todo un proceso de maduración durante varias temporadas. El camino hacia el gol de Nayim se puede considerar toda una lección de vida. De sufrir la agonía del que ve cerca del descenso, a triunfar en París. Aquel fantástico grupo humano de futbolistas y amigos que proclamaron al Real Zaragoza campeón de la Recopa de Europa se cocinó a fuego lento durante varios años hasta tocar el cielo en la ciudad de la luz.
En Zaragoza siempre se hablará del año 1995 y de la Recopa de París por la trascendencia e influencia en la historia moderna que tuvo para el club. Sin embargo, en la memoria de aquellos magníficos jugadores siempre estará la temporada que precedió al mayor éxito deportivo de la entidad. En la 1993/1994 se alcanzó el pico de rendimiento de aquel grupo, consiguiendo un histórico tercer puesto en Liga y la cuarta Copa del Rey en la historia del club, que daría acceso a disputar la Recopa al año siguiente. Un verdadero temporadón que confirmó le evolución futbolística de aquel proyecto liderado por un jovencísimo y revolucionario Víctor Fernández.
El camino al éxito
Para alcanzar el nivel tan alto que logró el equipo a mediados de los 90, antes tuvo que bajar al barro para empezar a escalar la montaña del éxito. Para los héroes de París, todo comenzó en el año 1991 frente al Murcia en La Romareda en los playoffs por no descender, con Víctor Fernández sustituyendo al uruguayo Maneiro en el banquillo. Tras el empate a cero en La Nueva Condomina, el equipo se batía en un duelo a vida o muerte ante su afición. Un descenso aquel año hubiera cambiado la historia del club radicalmente, y hubieran pasado de ser héroes a villanos. Por suerte, el Zaragoza goleó y mantuvo la categoría, lo que supuso toda una bocanada de aire fresco para aquel grupo de futbolistas que veía como el fútbol les daba otra oportunidad que no iban a desaprovechar.
La 91/92 resultó mucho más satisfactoria para los blanquillos, acabando la temporada en sexto lugar accediendo a jugar la UEFA al año siguiente. Una gran campaña en la que jugadores, a la postre claves, dieron un golpe sobre la mesa del fútbol español. La siguiente temporada (1992/1993) se vislumbraba con emoción por la participación del equipo en competición europea. Además, el bloque se reforzó con jugadores de talla mundial como Andreas Breheme, de grandes jugadores como Nayim o de jóvenes promesas como Santi Aragón. El Borussia Dortmund acabó con el sueño europeo del Zaragoza en cuartos de final, pero aquella campaña quedaría marcada por la derrota en la final de Copa frente al Real Madrid en Mestalla.
Perder aquella final en un día tan día aciago fue un golpe muy duro para una plantilla hambrienta de victorias. Los muchachos de Víctor Fernández nunca agacharon la cabeza y de la derrota consiguieron aprender lecciones vitales para el futuro más cercano.
Arrancó entonces la temporada 1993/1994 con un bloque de futbolistas consolidado cuyo juego se basaba en el fútbol vistoso de ataque. El Zaragoza se nutrió con la llegada de jugadores que encajaban a la perfección en la idea de juego de Víctor Fernández. El delantero argentino cedido por el Real Madrid, Juan Eduardo Esnaider o Fernando “el negro” Cáceres. Todo ello para apuntalar un plantel con unas cimientos sólidos y con grandes aspiraciones. La plantilla de aquel año era corta en cuanto a número de jugadores, pero extensa en calidad y talento.
Una plantilla única
La portería estaba defendida por el gigante Andoni Cedrún, todo un veterano con la elástica zaragocista, y Juanmi procedente del Real Madrid. Veteranía y proyección bajo los palos de La Romareda. En defensa se encontraban el recién fichado Cáceres, que resultó ser todo un líder dentro del campo, junto a Xavi Aguado, un seguro aéreo, contundente, inteligente y con buena salida de balón. Los zagueros idóneos para el juego que pretendía desplegar Víctor. En los laterales, dos jugadores con gran capacidad ofensiva y con buenas prestaciones defensivas: el canterano Belsué por la derecha y “Chucho” Solana por la izquierda, a pierna cambiada.
La lista de centrocampistas la conformaban jugadores muy técnicos y con mucha llegada a área rival: Aragón, Poyet, García Sanjuán o Nayim. Un centro del campo de fantasía que servía balones a los hombres más determinantes de arriba.
Gustavo Poyet era –como se diría hoy en día– un box to box gracias a su poderío físico y su olfato goleador. Por otro lado, Santi Aragón, el jugón del equipo; desprendía calidad a raudales y su control del esférico le permitía ser determinante tanto en salida de balón, como en tres cuartos de campo. Nayim, procedente de la cantera del Barcelona y del fútbol inglés se empapó de lo mejor de cada estilo para desarrollar unas capacidades técnicas y mentales fundamentales en el equilibrio del equipo. Y por último, Jesús García Sanjuán, zaragozano de 21 años que partiendo desde el sector derecho del medio campo aportaba siempre frescura y velocidad a los partidos, siendo protagonista en muchos momentos de la temporada.
Arriba se encontraba la guinda de aquel delicioso pastel. Miguel Pardeza, “Paquete” Higuera y Juan Eduardo Esnáider. Casi nada. El primero se consolidó como jugador de Primera años atrás en el Zaragoza tras formar parte de la generación de la Quinta del Buitre; Butragueño le eclipsó, y en el conjunto aragonés se erigió como el capitán del león. Pardeza era velocidad, regate y sacrificio. El segundo, en el equipo desde el año 88, era un verdadero rompecabezas para cualquier defensa rival. Su inteligencia posicional, así como su destreza con el balón le sirvieron a “Paquete” para ser el desequilibrio del equipo y convertirse en internacional. Por último, un verdadero `9´; Esneider, cedido por el Real Madrid, era el goleador referencia de aquel equipo de ensueño y sus ganas de reivindicarse le sirvieron para escribir su nombre en la historia del Real Zaragoza.
Sin olvidar a jugadores como José Aurelio Gay, Lizarralde, Darío Franco (el tramo final de temporada), Sergi López o Moisés, cuya aportación desde el banquillo resultó clave.
Estilo de juego
En la pizarra de Víctor Fernández aquel año se solía dibujar el sistema predominante de los 90: un 4-4-2. La línea del centro del campo la conformaban dos centrocampistas de mucho recorrido como Poyet y Aragón –el primero más ofensivo– y las bandas las ocupaban Pardeza y García Sanjuan/José Aurelio Gay. Arriba se repartían los espacios Higuera y Esnaider.
Este sistema permitía crear gran cantidad de espacios para los jugadores determinantes de arriba. Asimismo, se defendía con una línea defensiva adelantada para favorecer la recuperación en campo rival. Además, gracias a la capacidad ofensiva de los laterales –especialmente Belsué– junto a la versatilidad de sus extremos para jugar más centrados, el equipo exprimía hasta la última gota aquel sistema. Aquellos jugadores estaban predestinados a jugar de esa manera.
Las posibles variantes con las que contaba Víctor Fernández consistían en mutar del frecuente 4-4-2 a un 4-3-3 metiendo Nayim en el medio junto a Poyet y Aragón formando una línea de tres. Esto permitía que Pardeza, Gay o a Sanjuán se despreocupasen un poco de labores más defensivas que podían tener con el anterior sistema.
A partir de la disposición inicial sobre el terreno de juego, la organización de los jugadores zaragocistas variaba con respecto al contexto de cada partido. Cabe subrayar que en aquellos años la táctica no era tan determinante como lo pudiera ser ahora, y la libertad de los jugadores sobre el campo era mayor. El movimiento y las permutas constantes entre los jugadores eran una de las señas de identidad de un equipo impredecible y letal.
El Real Zaragoza desbordaba por todos los frentes e imprimía un ritmo altísimo a sus rivales que, en la mayoría de los casos, sucumbían ante su juego. El Real Zaragoza acabó como el segundo equipo más goleador del campeonato con 71 dianas en 38 partidos, solo por detrás del Dream Team del F.C. Barcelona. El propio Johan Cruyff admitió que el Real Zaragoza había sido el único equipo capaz de sacarle los colores tras el inolvidable 6 a 3 en La Romareda.
Terceros en Liga pese al mal inicio
La temporada regular de Liga acabó situando a los maños en un meritorio tercer puesto. No obstante, el equipo empezó el campeonato rodeado de malos resultados que situaron al Zaragoza en posiciones peligrosas, lo que llegó a poner en seria duda la continuidad de Víctor Fernández durante le mes de octubre. Qué diferente hubiera sido todo ahora si aquella mala racha se llega a alargar un par de partidos más…
Hasta la goleada en la jornada 12 frente al Tenerife por 6 a 2, el equipo tan solo había conseguido dos vitorias en el campeonato doméstico frente a Atlético de Madrid y Osasuna, ambas en casa. Aquel partido ante los tinerfeños supuso un punto de inflexión en la moral del equipo y se terminó el campeonato con 16 victorias en los 26 partidos restantes de Liga, y solo 5 derrotas. Esta excelente dinámica competitiva provocó que el Zaragoza se mantuviese entre los cuatro primeros clasificados durante las diez últimas jornadas. Un transcurso de Liga inolvidable y casi irrepetible, del que miles de aficionados zaragocistas disfrutaron como enanos viendo tan solo perder a su equipo en casa en dos ocasiones, la primera en la jornada 1 y la última, en la jornada 8.
La revancha de la Copa
En cuanto al torneo del K.O, el Real Zaragoza volvió a hacer historia proclamándose campeón en el Vicente Calderón por cuarta vez en su historia. El camino para alzar la Recopa en París no empezó en Rumanía, sino mucho más cerca.
Al igual que en la Liga, el torneo no empezó con buen pie. El equipo salió derrotado de Izarra (Navarra) al perder contra el modesto CD Izarra de Segunda B por 2 goles a 1. A pesar de salir con un once competitivo repleto de titulares, el partido se truncó y los locales lograron una histórica victoria. Sin embargo, la vuelta en La Romareda acabó siendo un paseo triunfal de los de Víctor Fernández goleando a los navarros por 7 a 0.
Ya en la segunda ronda del campeonato, el Zaragoza tuvo que medirse contra un histórico de nuestro fútbol y de la competición, el Athletic Club. Los de Bilbao contaban en sus filas con jugadores como Ernesto Valverde, Julen Guerrero o Ziganda, pero fueron los maños los que se impusieron en el viejo San Mamés por 0 goles a 2 en un complicado partido. A la vuelta en Zaragoza, con empate a uno gracias al gol de Sanjuán se cerró la eliminatoria a favor de los locales. Una eliminatoria que coincidió con el resurgir en Liga del equipo.
En dieciseisavos de final se vivió un enfrentamiento entre dos aficiones rivales. El Real Zaragoza recibía al Osasuna en casa en el partido de ida. Paquete Higuera resultó clave en la eliminatoria anotando los dos goles maños de la contienda. El primero de ellos fue el único gol del partido de ida; y el segundo, el gol del Zaragoza en el empate a uno en El Sadar.
En octavos se eliminó al Badajoz tras haber perdido el partido de ida por 0 a 1 en tierras extremeñas y remontar de nuevo en La Romareda con un claro 3 a 0. Tanto en cuartos como en semifinales, el conjunto del Ebro tuvo que bajar a orillas del Guadalquivir para enfrentarse al Sevilla y al Betis respectivamente. Los de Nervión perdieron en casa del Zaragoza por 2 a 1 en la ida. A la vuelta, tan solo pudieron lograr un empate a uno en el Pizjuán frente a un Zaragoza que venía enchufado. Los beticos corrieron la misma suerte, y cayeron derrotados en los dos encuentros de semifinales: 0 a 1 en casa, y 3 a 1 en Zaragoza con prórroga y con una Romareda entregada a su equipo.
Final en el Calderón
De esta forma el Real Zaragoza conseguía una de las dos plazas para la final de Madrid, donde le esperaba un Celta de Vigo con la soga al cuello en la Liga. El Zaragoza era claro favorito y miles de aficionados zaragocistas realizaron los más de 300 kilómetros que separan Zaragoza de Madrid para ver jugar a su equipo la segunda final en apenas un año.
Víctor Fernández alineó sobre el césped del Calderón a su once más reconocible ante la ausencia del referente y sancionado goleador del equipo, Esnaider: Cedrún; Belsué, Aguado, Cáceres, Solana; Aragón, Poyet, Gay, Nayim; Pardeza e Higuera. El partido trascurrió sin ocasiones y resultó ser más tosco de lo esperado. La presión del favorito parecía pesar sobre los jugadores rojillos aquel día, y la igualdad se hacía palpable.
Ante esta situación y con un hombre menos por la expulsión de Aragón en el minuto 90, el partido se iba a decidir desde el punto fatídico tras no ver ningún gol en 120 minutos. La suerte acompañó al Zaragoza y Andoni Cedrún atajo el cuarto penalty para que Higuera anotara el gol de la victoria final y estallara de júbilo con el fondo donde se encontraba su afición. La hinchada campeona se sumía en una auténtica catarsis de alegría y el Real Zaragoza levantaba otra Copa del Rey sobre el cielo de Madrid. La fiesta continuaría de noche.
La temporada que marcó una época
Esta histórica temporada 1993/1994 marcó un antes y un después en la trayectoria que tomó el equipo para proclamarse campeones en París. Víctor Fernández y sus jugadores revolucionaron el panorama futbolístico nacional mostrando un juego vistoso, alegre y entretenido, algo inusual en aquella década. Es importante volver a subrayar el nivel mostrado durante esta temporada, la mejor en décadas. Además, se pudo disfrutar de la mejor versión de los héroes de París por La Romareda. El año anterior al mayor éxito de la historia del Real Zaragoza siempre deberá tener un hueco en los corazones zaragocistas.