El Real Zaragoza perdió ante el Andorra y extendió el enfado de La Romareda. Quiso correr ante un equipo que supo jugar, capaz de ganar en los detalles y en el fútbol. Carcedo le dio continuidad a un plan sin encanto y se deshizo tras el descanso. El Zaragoza se estrelló antes y después y generó tan poco fútbol que acabó tumbado, rendido ante su propia condena. Débil en la estrategia, vulnerable ante el pase del Andorra y sin armas para cambiar la inercia. Es el Zaragoza de los impares, un equipo tan limitado como lleno de contradicciones. Todavía no ha decidido a lo que quiere jugar: no sabe lo que tiene ni lo que falta. El Andorra no mostró los nervios del principiante y selló su victoria en los dos descuentos de cada parte.
Cristian Álvarez (5): Después de firmar grandes actuaciones, bajó el nivel frente al Andorra. Pudo hacer algo más en los goles, pero acabó marcado por la mala defensa colectiva y los rechaces.
Alejandro Francés (5): Cuesta ubicarle en un sistema de tres, especialmente si le acompaña Lluís López como referencia. Ante el atasco en la salida del juego, intentó progresar en carrera sin mucho éxito.
Radosav Petrovic (4): Estuvo lejos del rendimiento que ofreció ante el Tenerife, entre otras cosas porque el equipo no le necesitaba en ese lugar. Se solapó con Grau en el nacimiento de la jugada y se confundió con López en la marca. Carcedo decidió en el descanso que el serbio sobraba en el partido.
Lluís López (3): No se entiende que se haya vuelto imprescindible para su técnico. Su mejor virtud es la salida de balón y, aún así, la jugada nunca sale del todo limpia con él.
Gaizka Larrazabal (5): Varela le desdibujó por completo y le hizo sufrir siempre en la banda. Ganó la línea de fondo en alguna ocasión y le puso un balón de gol a Mollejo. Aún así, en un análisis global, su partido sabe a muy poco.
Gabriel Fuentes (4): Desbordado en los momentos de la verdad, sufrió siempre que Alti le desafió en el duelo directo. Puso algún centro digno, pero para ocupar ese costado se necesita más rigor y mucho más desborde.
Jaume Grau (4): No logró gobernar el partido y sus mejores momentos llegaron cuando se acercó al área. Perdió disputas en la media y Carcedo le sustituyó sin que mediara palabra.
Manu Molina (3): Insustancial e intrascendente. Llega un segundo tarde a luchas capitales del juego y no hace progresar a su equipo en los partidos. Pierde cualquier carrera con varios metros de distancia.
Víctor Mollejo (4): Jugó para la grada y no para el equipo. No consigue desbordar y en sus acciones técnicas solo hay precipitación, nunca acierto.
Valentín Vada (3): Fue el Vada de casi siempre y no el que marcó la diferencia en Tenerife. Colaboró en el primer gol del Andorra con una cadena de errores, todos ellos de bulto.
Giuliano Simeone (6´5): Es el único jugador capaz de levantar a la grada. Todo lo que hace el Zaragoza en ataque parte de él. De su fútbol entusiasta y voraz. Se equivoca en el final de sus acciones, pero parece el único camino para llegar al gol.
Cambios del Real Zaragoza
Eugeni Valderrama (4): Se le estima como a un jugador fino, con recursos distintos para el mediocampo. Aún así su partido fue discreto y solo probó fortuna con dos disparos.
Francho Serrano (5): Su regreso fue una noticia feliz en un partido gris. El contexto del encuentro no le favoreció y solo pudo correr y remangarse.
Alberto Zapater (6´5): A la media le faltan tantas soluciones que, por un momento, Zapater pareció un futbolista imaginativo. Logró trazar un pase definitivo para Giuliano y ganó los balones divididos.
Makhtar Gueye (3): Cae en errores infantiles, como si el fútbol que jugó en Bélgica fuera un deporte distinto al que practica en España. Ensució con el hombro la mejor oportunidad que le llegó a su cabeza.
Miguel Puche (4): Vive un mal momento y se le nota. No confía tanto en su regate y no suma aciertos cuando lo intenta.
Entrenador:
Juan Carlos Carcedo (3): Perdió el duelo ante Sarabia y esas derrotas estratégicas ya parecen incontables. Le dio continuidad a una propuesta que se basó más en el resultado que en las formas. Y acabó derrotado por la misma ley que le hizo vencer en Tenerife: la de las áreas. No consigue crear mecanismos para que el juego de su equipo fluya y llena de defensores partidos que se resuelven con regates y no con cruces. Sin respuesta ante las acciones de estrategia, su equipo no tiene recursos para darle la vuelta a los partidos. La Romareda la ha tomado con él y parece complicado que pueda cambiar esa sentencia. La condena de ayer, como tantas otras, se escribió en los descuentos.