El Real Zaragoza fue humillado por el colista en un día señalado. El equipo de JIM despidió a José Luis Violeta con una de las derrotas más dolorosas de la historia más reciente. Era un día importante, por motivos deportivos y sobre todo simbólicos, pero el equipo no estuvo a la altura en ninguno de los dos planos. Perdió, porque no quiso ganar. Y convirtió a un equipo desahuciado en un rival liberado, cómodo y feliz, que registró sus mejores récords de la temporada. La grada emitió su veredicto: no hubo triunfos en el nombre de Violeta sino una derrota contundente, de esas que por deshonrosas no deben olvidarse nunca.
Álvaro Ratón (4): No se le puede achacar la responsabilidad de la goleada, pero sí que hizo poco en alguno de los goles. En el segundo, no había motivos para hacer la estatua. La utilizó de coartada, ante un disparo suave de Calero.
Fran Gámez (5): En la primera mitad, fue el único argumento en ataque e incluso llegó a protagonizar una acción de otro partido. Se colgó del aire y ejecutó una chilena bonita, que detuvo Jesús Ruiz. En el resto del tiempo, se contagió del nivel del grupo.
Alejandro Francés (4): Algo exaltado y sin el grado de concentración que suele marcar sus partidos. Perdió pie y el norte en jugadas claves y, aún así, no fue de lo peor del equipo.
Jair Amador (3): Si a menudo es el sostén necesario, especialmente por el aire, esta vez sufrió a ras de suelo. En el primer gol perdió de vista el balón y la pista de Emmanuel. Le faltó contundencia en todas las acciones que en otras ocasiones ha dominado.
Pep Chavarría (3): Menos profundo y más frágil en la marca. No hubo veneno en sus centros y sí un tembleque constante en los duelos. En el tercer tanto, Arribas le dejó en el suelo, con la partida perdida.
Francho Serrano (4): Desubicado en su lugar más natural, no gobernó el partido desde el doble pivote. En su fútbol hubo intención, pundonor y piernas, pero poca inspiración.
Alberto Zapater (4): El partido le sobrepasó y quizá se esperaba de él algún grito o reprimenda en un día tan señalado. Le faltó juego y un punto de carisma.
Eugeni Valderrama (3): Sin tiempo en el partido, una molestia le apartó del encuentro. Antes de irse, lanzó un par de faltas con algo de mérito.
Sabin Merino (2): Es un jugador sin argumentos, un manojo de nervios. Se nubla ante el peligro, duda en todas sus opciones y dispara con balas de fogueo.
Juanjo Narváez (2): Recibió un puñado de faltas y se topó con el palo en su mejor acción del partido. Todo lo demás sirve para resumir una temporada intrascendente, en la que no es ni una sombra de su pasado.
Iván Azón (4’5): La lesión le ha pasado factura y llega un segundo tarde a las acciones en las que antes apareció a tiempo. En su mejor opción, robó, regateó y se llenó de balón en su disparo. El resto del tiempo estuvo impreciso y también discreto.
Cambios del Real Zaragoza
Jaume Grau (6): Le dio sentido al juego y fútbol en su entrada al partido. En un día triste por todo, Grau fue la única noticia feliz.
Borja Sainz (4): Alcanzó pronto el perdón de JIM y se ganó alguna que otra reprimenda. Con la derrota se desquició. Mostró inmadurez y sus recursos técnicos aparecieron a un mundo de la zona de peligro.
Raúl Rubio (6): No pudo debutar en el escenario más soñado, pero mostró personalidad, poderío en los duelos e intención en su primera tarde.
Miguel Puche (5): Tuvo voluntad pero poca oportunidad de probar su desborde. Cuando saltó al campo, el partido era ya una tragedia.
Entrenador:
Juan Ignacio Martínez (2): Eligió para su once las opciones más conservadoras y utilizó luego a la Ciudad Deportiva de un modo cruel, casi populista. En su punto de partida, retrasó la entrada de los nuevos canteranos e insistió con Sabin Merino y Juanjo Narváez, que viven con la cabeza en otra parte. El Alcorcón desnudó al Zaragoza y JIM nunca supo ponerle remedio. No consiguió que los suyos estuviesen a la altura del partido y de una fecha tan señalada. No concienció a su equipo y nadie mostró ambición ni emoción en el partido, ni en el empate inicial ni en la derrota que llegó después. La tarde de la despedida a un mito del Real Zaragoza se rompió hasta parecer más gris que ninguna otra. No hubo salvación ni triunfo en el nombre de José Luis Violeta. Frente al Alcorcón, se vivió otro día de la vergüenza.