El Real Zaragoza no logró vencer en el campo de un Lugo desahuciado, y pareció un equipo tan triste como el gallego. Escribá modificó su plan para quedarse en la misma frontera de siempre, a un paso del gol y muy cerca de la impotencia. El empate volvió a tener valor tras la derrota de otros, con una Ponferradina que pierde pie y oportunidades en el camino. Descartada cualquier mejora del equipo, el objetivo del Zaragoza parece claro: encontrar cuatro peores que él en la temporada.
Cristian Álvarez (6´5): Volvió a un lugar que siempre será especial para él. Y aunque el Lugo no le dio demasiado trabajo en el partido, el argentino hizo una parada clave cuando se le necesitó. Fue en la última jugada, en la que volvió a hacer fácil lo difícil. Detuvo un balón que llevaba veneno, con un recurso mucho más eficaz que llamativo.
Marcos Luna (6´5): En un primer tiempo chato y sin encanto, le dio amplitud al equipo y se soltó las cadenas. Guardó la marca y vigiló bien a Sebas Moyano, para ganar la línea de fondo después. Una tarjeta amarilla fue suficiente para que Escribá pensara en sustituirle.
Lluís López (5): Correcto y sin alardes, llegó a tiempo a los despejes.
Jair Amador (5): No se le notaron sus problemas físicos y estuvo firme en la defensa del área.
Carlos Nieto (5): En la segunda mitad, se soltó en ataque y probó suerte en el centro y en el disparo. La réplica del Lugo llegó por ese perfil y Cuéllar le hizo sufrir en el tramo final.
Jaume Grau (4´5): Le faltó ritmo competitivo y un punto de rebeldía para evitar el marcaje individual de Gui Guedes. No fue protagonista en la salida de balón. Discreto, cuando tiene que ser esencial.
Alberto Zapater (4´5): Limitado en los grandes esfuerzos, sostuvo su partido a través del trabajo silencioso. Con el balón, hay que pedirle mayores aciertos.
Francho Serrano (5´5): Ubicado en el perfil diestro al inicio, se le vio lejos de su área de influencia habitual. Escribá le sustituyó cuando mejor estaba, en el punto exacto en el que sus kilómetros adquieren valor y el canterano se hace con los partidos.
Sergio Bermejo (3): Tímido entre líneas y errático con el balón. No estuvo fino en la zona del enganche, en su lugar ideal para el juego. Se perdió en regates que no le llevaron a ningún lugar. Su explosión nunca llega.
Tiago Bebe (6´5): Empezó el partido con un lanzamiento que solo él puede hacer. Se topó con la madera y, más tarde, insistió con el disparo, con la diestra y con la zurda. Pidió el balón y asumió la responsabilidad, pero no logró el tanto que su equipo necesita. Es el principio y el fin de todos los ataques.
Giuliano Simeone (5): Intacto en el primer tiempo, pidió paso en el segundo, con su mejor jugada del curso. Regateó a tres rivales en una baldosa y bordó la secuencia más difícil, en una acción de otro partido. Falló en la ejecución, con Whalley ya vencido. Escribá le cortó las alas.
Cambios del Real Zaragoza
Pape Makhtar Gueye (4): El senegalés tuvo su oportunidad lejos de La Romareda y el Zaragoza ni buscó ni encontró su remate. Se quedó a un dedo de lograr el tanto de la victoria, pero llegó tarde a un balón de gol que le sirvió Larrazabal.
Gaizka Larrazabal (5´5): Peleó por un balón perdido en el área del Lugo y alcanzó la ocasión más clara del último tramo. A su envío le sobró un punto de fuerza y Gueye no impactó en el remate.
Valentín Vada (3´5): Su salida al campo empeoró al Zaragoza. Una secuencia define su partido: malgastó dos contras en la misma jugada, con dos pases erráticos y sin sentido. Su rendimiento cada vez es más pobre.
Miguel Puche (4): Pelea, pero ni está ni se le espera.
Entrenador:
Fran Escribá (3): No consiguió que su equipo mostrara ambición desde el inicio. El Zaragoza dejó pasar muchos minutos y una gran oportunidad en el Anxo Carro. En la segunda mitad, su equipo aceleró en busca de la ocasión. En ese punto del partido, descubrió la carrera de Marcos Luna, el dinamismo de Francho Serrano y el regate de Simeone. Escribá decidió sustituirlos a los tres, logrando que el Zaragoza menguara en el último tramo. Descartó también la salida de Pau Sans, cuando el partido estaba para un último arrebato de fe y de ilusión, dos cualidades que definen al joven delantero. Tampoco hubo acierto en su plan inicial y su equipo esperó demasiado en un partido que se podía vencer desde la intención.
Escribá ha perdido el norte de los partidos y le encomienda la permanencia a sus rivales, empeñados en que el Zaragoza se salve. Al acabar el partido, el técnico le dio valor al más triste de todos los empates.