El Real Zaragoza empató ante el Oviedo (3-3) en un inesperado tributo al juego. El equipo de JIM encontró el orgullo, la inspiración y el fútbol en el lugar más insospechado. Fue un partido de otra liga y quizá de otra temporada. Cristian Álvarez voló y Sergio Bermejo marcó los goles que hasta ahora solo se le intuían. Puestos a empatar un partido, que todas las tablas sean así de emocionantes. El partido fue de los jugadores y de los aficionados más que de los entrenadores. Sin riendas ni cadenas, Oviedo y Zaragoza intercambiaron sus mejores golpes en El Tartiere.
Cristian Álvarez (9): Volvió a ser a medias un gato y un gigante. Brilló además en todas las artes que puede dominar un portero. En el mano a mano, en las acciones a quemarropa, en los disparos lejanos y en un penalti. Batido en la primera oportunidad, le ganó después a Borja Bastón la partida desde los once metros. En esa acción, hubo un punto de intuición y otro de magia.
Fran Gámez (6): Sumó una nueva asistencia en El Tartiere y ofreció más signos de profundidad. Entre sus defectos se debe añadir el segundo gol del Oviedo. Tras un córner, le dejó todo el tiempo del mundo a Brugman para centrar. Correcto el resto del tiempo.
Lluís López (6): Estuvo serio y con menos fisuras de las que se esperaba. Sigue dejando dudas en la defensa del área, pero en el Tartiere se vio su rostro más serio.
Jair Amador (7): Sólido en la marca de Bastón, marcó el gol que le debía la suerte y la liga. En este Zaragoza, es el dueño del aire
Pep Chavarría (6´5): Es el dueño indiscutible del carril izquierdo. Si mantiene su progresión, lo será para rato. Ha madurado en la faceta defensiva y ha entendido que no debe llegar a línea de fondo para cuidar su centro. Buscó a Azón dos veces: en una, el Zaragoza encontró el gol y, en la siguiente, la madera.
Alberto Zapater (5´5): Partido estratégico, de compromiso y pundonor. Sensato en el juego, no hubo grandes alardes en su partido, pero sí mucho recorrido.
Francho Serrano (5): A su despliegue no se le encuentran lunares. Pero no estuvo fino en el último tercio del campo, cuando mezcló varias ideas en su cabeza. A su trabajo le faltó una dosis de finura.
Jaume Grau (8): Verle a este nivel es un regalo absoluto. Eligió el primer paso de la jugada, trazó diagonales y jugó sin miedos y con pausa. Cabeza alta, zurda y un fútbol sensato y sigiloso. Esencial para hoy y para lo que viene.
Sergio Bermejo (9): En la primera mitad, se merendó el césped. Fue atrevido, veloz en el regate y clínico en la mayoría de sus decisiones. Intuitivo, en su primer gol hubo inteligencia y oportunismo. En el segundo, decisión, belleza y pegada.
Sabin Merino (4´5): Fue uno de sus mejores partidos en Zaragoza y aún así, sigue desafinando en casi todas sus notas.
Iván Azón (6): Mostró lucha y toda su voluntad. Se quedó a dos veces a un dedo de marcar en El Tartiere y ofreció por el camino su fútbol solidario. Cae a bandas, recoge la jugada y aglutina el juego. Por mucho que no siempre acierte.
Cambios del Real Zaragoza:
Juanjo Narváez (5): Solo regatea hacia un lado y cualquier defensa le ve venir de lejos. Su fútbol se queda siempre entre el poco y la nada.
Álvaro Giménez (5´5): Sufre a la carrera y amenaza en el área. En la última jugada estuvo cerca de encontrar el gol de Valentín Vada.
Valentín Vada (5´5): Salió al partido para ponerle intensidad y un punto de garra. Lo hizo, aunque fuese a costa de parecer siempre un jugador precipitado. Con el gol a la vista, le faltó pausa.
Radosav Petrovic (5´5): No desentonó ni se notó su falta de ritmo en las últimas semanas.
Miguel Puche (SC): Dinámico, JIM le ofreció solo el descuento. Puche respondió con su esprint perpetuo.
Entrenador:
Juan Ignacio Martínez (7): La nota no solo le corresponde a él, sino también a su cuerpo técnico. Javi Suárez es el responsable de las acciones de estrategia y el Zaragoza encontró tres tesoros en esa suerte. JIM, por su parte, supo que su equipo volviera a ser competitivo, incluso tras un penalti que solo se puede entender como una injusticia. Si en otros partidos ha parecido un técnico conservador, no quiso ser lo mismo en el Carlos Tartiere. Su equipo creyó, jugó y le puso corazón a cada duelo. En un día inesperado y cuando se acerca su despedida, vimos al Zaragoza que queremos