El Real Zaragoza empató en el primer partido del año ante el Mirandés. El duelo no se decidió nunca, jugado entre dos equipos más hechos para correr que para marcar, sosos en el estreno de la segunda vuelta. El Zaragoza disparó más en el tramo final, pero no supo marcar en su último vendaval. Cristian Álvarez resolvió en su regreso, Tomás Alarcón fue de menos a más en su presentación y Azón tuvo el gol de la victoria en sus pies. Faltó ambición para vencer y los empates siguen siendo el pan de casi todos los días.
Cristian Álvarez (8): Su regreso fue impecable. Detuvo todas las opciones del Mirandés, protagonizadas en su mayoría por Óscar Pinchi. Verdugo en Anduva, el extremo coruñés acabó desquiciado con las paradas de Cristian, negado por sus vuelos. El partido descubrió una virtud del argentino: sigue consiguiendo que lo complejo parezca sencillo. Y no hay nada más difícil que eso.
Fran Gámez (6): Los ataques se volcaron mucho hacia su costado. Inició bien sus aventuras, pero no encuentra un cierre para todo lo que empieza. En su fútbol hay insistencia, pero poco acierto.
Lluís López (5): Pudo marcar en una acción en la que se vistió de delantero. Allí utilizó el mejor de todos sus recursos. Minutos antes, en el área propia, Pinchi le había dejado en el camino. En todo lo demás estuvo sobrio.
Jair Amador (7): Se le vio firme cuando el Zaragoza le necesitó, con dos cortes tan oportunos como cruciales. En el área contraria, bordeó el gol.
Carlos Nieto (6´5): El trabajo silencioso y sostenido ha tenido su recompensa. Correcto en defensa, no sufrió en su perfil y mejoró con el paso de los minutos. Visto lo visto, mejora a Fuentes.
Tomás Alarcón (6´5): Mostró personalidad en su debut y una gran capacidad de superación. Empezó mal, con dos pérdidas tremendamente comprometidas. Mejoró luego, hasta hacerse dueño de todas las disputas. Tiene inteligencia táctica, un perfil batallador y una lectura muy eficaz del juego.
Francho Serrano (7): Es otro con Escribá. O mejor dicho, ha vuelto a ser él mismo. Sorprendió, corrió, desordenó el partido y mejoró las jugadas. Le faltó afinar en su disparo y hacer decisivas sus apariciones en el borde del área.
Gaizka Larrazabal (4): Nunca se sabe si se queda a un mundo o a un dedo del acierto. El centro se tropieza siempre en el rival, como si fuera la mejor de todas sus especialidades.
Eugeni Valderrama (4): Probó suerte con un disparo arqueado, plástico, que resolvió Alfonso Herrero con acierto. En el resto del partido, volvió a pasar inadvertido.
Víctor Mollejo (4): Impulsivo, provocó tensión en el área pero no hubo desborde ni grandes acciones en su partido. Solo un servicio que Giuliano resolvió a la media vuelta.
Giuliano Simeone (7): En la primera mitad no tuvo el protagonismo esperado. Luchó, ganó balones que parecían perdidos pero no le encontraron demasiado. En el tramo final, desbordó y cayó a banda, hasta provocar las mejores ocasiones. Probó fortuna de cerca y de lejos, pero se topó con un portero inspirado. En el último suspiro, quiso que Azón fuera su alma gemela.
Cambios del Real Zaragoza
Jaume Grau (4): El Zaragoza no ganó fluidez con su entrada y el valenciano ha perdido confianza. La suplencia no le mejora, le ha hecho menguar en la temporada.
Iván Azón (6): El Zaragoza le espera, con la impresión de que puede formar una gran delantera junto a Giuliano. En esta recuperación ha hecho caso de sus propias sensaciones y se le vio potente, con poder en las carreras. No acertó en la mejor opción del partido. Nublado por Herrero, se quedó a un paso de marcar el gol del triunfo.
Manu Molina (5´5): El Zaragoza necesitaba fluidez y Molina le dio un ritmo distinto al equipo. Su partido fue un suspiro, pero parece que ese contexto tan concreto le sienta bien.
Miguel Puche (5): Necesita más minutos para reencontrarse con su regate. Escribá le concede solo la recta final de los partidos y el canterano no se siente pleno ni en el ánimo ni en el fútbol.
Entrenador del Real Zaragoza
Fran Escribá (6): Se atrevió a poner a Alarcón de inicio y diseñó el partido para la velocidad y nunca para el freno. Su equipo mejoró en las franjas finales de cada parte, en el tiempo en el que se deciden los encuentros. No todos los cambios le sentaron bien al equipo, pero agitó el árbol con su coherencia de siempre.
El Zaragoza tuvo el triunfo en sus manos, pero faltó un punto de ambición, una apuesta más decidida hacia la victoria. La oportunidad de Azón tiene una doble lectura. En el fallo del canterano hay una pista y una sospecha: los goles que vendrán. El Zaragoza confía en esa sociedad para que los triunfos se cambien por los empates.
… si los triunfos se cambian por empates… el descenso es seguro…