El Real Zaragoza empató a nada ante la Ponferradina, en un partido que volvió a probar todos sus defectos. La lesión de Iván Azón paralizó al equipo, que se había ilusionado al inicio, para bloquearse después. Si en los primeros minutos Azón, Giuliano y Bermejo dibujaron la pista de la victoria, el partido se heló más tarde, para quedarse estancado en la zona del empate. Cristian Álvarez y Pape Gueye protagonizaron los minutos finales, por lo bueno y por lo malo, en las suertes más opuestas que se han visto en La Romareda en mucho tiempo. Álvarez fue un héroe en sí mismo, Gueye un villano simpático, objeto de burla y de escarnio.
Cristian Álvarez (7): En un partido en el que apenas tuvo que intervenir, reservó su mejor pieza para el momento de la verdad. El cabezazo de Naranjo tenía la música que siempre llevan los goles. Pero Cristian, dueño de los reflejos más puros, se alió con el larguero para evitar el gol. Tuvo un punto de fortuna en esa acción: la suerte propia de los magos.
Gaizka Larrazabal (5): Firmó un buen inicio, con centros que encontraron el remate de Simeone. Se estancó después, hasta parecer un jugador inédito. Marcos Luna le mejoró.
Alejandro Francés (6´5): Correcto en casi todo, llegó puntual a los cruces y estuvo atento en la marca. Le dio sentido a la salida del juego.
Lluís López (4): Volvió a confiarse en exceso e hizo que las jugadas sencillas pareciesen complicadas. Sin riesgos, es más central y mejor futbolista.
Gabi Fuentes (4): Anárquico e incorregible. Formó junto a Mollejo y López el perfil más débil del Zaragoza. Su fútbol está lleno de lagunas.
Francho Serrano (5´5): Líder en la introducción, pidió el balón y estableció pequeñas y grandes sociedades en el perfil diestro. Se apagó después, contagiado por la depresión que sufrió el equipo con la marcha de Azón.
Alberto Zapater (6): Discreto al inicio, mejoró con el paso de los minutos hasta correr más que nadie.
Sergio Bermejo (6´5): Amaga con la genialidad, pero siempre se queda a un dedo. Desequilibró al principio y al final del encuentro, pero el palo le negó un gol de otro partido.
Victor Mollejo (3): Desubicado y errático. Juega contra sí mismo y casi siempre pierde.
Giuliano Simeone (6´5): Voluntarioso, lleno de hambre y de generosidad. Durante media hora se entendió con Azón y ganó todas las carreras. Con la marcha del 9, tuvo que ser la llave de todas las cosas, a veces a una amplia distancia del peligro.
Iván Azón (7): El partido empezó con su intención y acabó con su lesión. Su marcha fue una tragedia. Antes había amenazado en una baldosa y a la carrera. Pudo marcar en una acción que define a un delantero espléndido, anulado por la estirada de Amir. Su episodio muscular dejó sin aliento al equipo y a toda La Romareda.
Cambios del Real Zaragoza
Miguel Puche (5): Lo intentó siempre, pero no estuvo fino. Le tocó suplir a un futbolista que parece cada vez más insustituible: Iván Azón.
Marcos Luna (6´5): Ofreció un fútbol valiente y sin complejos. Ganó la banda, centró con peligro y mostró sus cualidades de velocista.
Pape Makhtar Gueye (3): No parece un futbolista. Y la responsabilidad no es suya, sino de quién le fichó. La Romareda se ríe por no llorar.
Manu Molina (5): Escribá le situó en el campo para darle agilidad al juego. Molina no llegó a conseguirlo, pero tampoco se equivocó.
Entrenador
Fran Escribá (5): Puso las mejores opciones para su ataque, pero la desgracia volvió a cebarse con el equipo. El Zaragoza se quedó inmóvil tras la lesión de Azón y Escribá no supo reparar el ánimo del grupo. Luna le demostró, eso sí, que debería tener un lugar más importante en su plan.
El grupo acabó estrellado, impotente, falto de calidad en el juego y de destreza en los remates. Después de un inicio febril, lleno de entusiasmo, el fútbol del Zaragoza fue más tarde hielo y miedo.