El Real Zaragoza perdió con claridad en Butarque y entra de lleno en un callejón sin salida. JIM dio por buena una primera mitad en la que no pasó nada y el Leganés jugó y ganó casi cuando quiso. Mientras Medhi Nafti descubre secundarios como Cissé, el Zaragoza no encuentra un patrón de juego ni a sus teóricos titulares. Camina sin rumbo, vencido antes de tiempo.
Cristian Álvarez (5): Realizó un par de paradas de mérito, algunas muy suyas, en las que le robó a Arnáiz el espacio y el tiempo. Se quedó sin respuesta en los goles, con un disparo esquinado en el primero y un quiebro en el segundo.
Fran Gámez (3´5): No profundizó ni fijó bien a su marca. Se quedó siempre a medias, como si le afectara el mismo miedo que al resto. Su regreso ofreció muchas más sombras que luces.
Alejandro Francés (5): Estuvo correcto en la marca, pero lejos de su brillo habitual. Volvió a su lugar natural, ocupó el cierre de la zaga y proyectó un par de diagonales llenas de mérito. No fue cómplice en los fallos, pero no pudo contener los tantos del Leganés…
Jair Amador (4): Ha perdido fiabilidad, estabilidad mental y fortaleza defensiva. En el segundo gol, cayó en una trampa infantil y permitió una carrera larga hacia el tanto de José Arnáiz.
Pep Chavarría (5): Profundizó, lo intentó, pero después de probar el mismo regate de siempre, descuida el centro. Sus servicios no llegan a ninguna parte y, en su caso, la responsabilidad parte siempre de su zurda.
Radosav Petrovic (4): Lento, sin dominio de los tiempos ni capacidad para gobernar el juego. Siempre vulnerable en las disputas, el partido le volvió a sobrepasar.
Francho Serrano (4): No se encontró nunca en Butarque. Si el Zaragoza depende de su juego y de su recorrido, ante el Leganés pasó completamente desapercibido.
Eugeni Valderrama (6´5): Aunque juegue al trote tiene más talento que ningún otro. Sus lanzamientos de falta merodean siempre el peligro. Sus compañeros, extrañados ante un buen lanzamiento, no llegan nunca a tiempo. Superó una molestia física durante el partido y fue sustituido cuando ya todo estaba perdido.
Borja Sainz (4): Su juego se ha vuelto estéril, rabioso y atropellado. Lo intenta y se rehace, pero se equivoca mucho más de lo que acierta.
Juanjo Narváez (3´5): No hay huellas en su juego del futbolista que fue. Ya no se atreve tanto en el regate y cuando encara, no produce nada. Su fútbol se basa ahora en caer siempre al pasto.
Iván Azón (6): Perdió la mejor oportunidad del primer tiempo en un control defectuoso. Se ofreció para dar aire al equipo, pero le sigue faltando instinto y mala baba en el área. Se estrenó en la temporada cuando ya nadie lo esperaba. Centró Puche y Azón se liberó a destiempo de su trauma ante los porteros.
Cambios del Real Zaragoza:
Nano Mesa (3): No hubo en su partido ni el menor rastro de acierto. Se equivocó en controles que parecían sencillos, tomó malas decisiones en el pase y el balón fue su peor enemigo. Es suplente por méritos propios.
Jaume Grau (5): Aseado en el juego, pulcro en los pases pero sin intención ni voluntad de riesgo.
Valentín Vada (3´5): Vive un momento complicado y no encuentra su sitio en los partidos. No pisa el área ni amenaza desde la larga distancia, dos claves esenciales de su juego. Ha perdido confianza en sí mismo y se le nota demasiado.
Miguel Puche (6): El partido estaba perdido y el Zaragoza necesitaba a un jugador entusiasta, que desafiara a la lógica y al orden de lo que ya parecía escrito. Apareció Puche, con sus medias bajas y lo intentó siempre que pudo. De interior, encontró a Iván Azón y proyectó un gol de cantera.
Entrenador:
Juan Ignacio Martínez (3): Consideró que era bueno un primer tiempo soporífero. Esa lectura ofrece dos visiones. En la primera, JIM vive en una realidad paralela. En la segunda, se alcanzó el guión de partido que él había escrito. Ninguna es buena para su Zaragoza, que no mostró sentido de la ocasión ni espíritu competitivo. Tardó, como de costumbre, en mover su banquillo. Y su reacción llegó tarde, cuando Medhi Nafti ya había encontrado a Cissé y los goles del triunfo.
Desde la banda ofrece una imagen triste y su equipo es ahora un rebaño sin pastor. Preparó el empate con mimo y, como era de esperar, acabó perdiendo. Es indulgente con los suyos, no tiene fe en lo que intenta ni muestra rebeldía para cambiar la inercia. Su Zaragoza es un equipo deprimido, el vivo rostro de la derrota.