ZARAGOZA | El Real Zaragoza cierra el 2024 en un punto similar a todos los anteriores. Vive una batalla interna entre el equipo que fue y el que es desde hace más de una década. Atrapado en la misma rueda, víctima del día de la marmota, parece ya un hámster que busca su salida. Por el camino el desgaste ha devorado a su última leyenda, capaz de ganar también cuando pierde. Víctor Fernández ya no está y dejó una imagen honesta en su salida: hay algo muy valiente en reconocer que una tarea te supera. Sin paraguas ni el testigo de David Navarro, ahora la cubierta le corresponde a Miguel Ángel Ramírez, quizá la penúltima apuesta de Juan Carlos Cordero.
El director deportivo vive un momento complejo, afectado en lo personal, con las renovaciones de los canteranos pendientes y la suya propia en un limbo. En ese contexto debe afrontar un mercado complejo, más de mínimos que de máximos, con la ayuda institucional de Mariano Aguilar en el plano deportivo. La elección de MAR es un guiño de ilusión: a su favor tiene un éxito internacional en Independiente del Valle y su capacidad para cambiarle la cara al Sporting de Gijón en el curso pasado. También el beneficio de conquistar un ambiente como el del Molinón con el paso de los partidos. Su receta también parece válida para La Romareda, a través de dos matices que siempre han definido al nuevo técnico: la promoción de la cantera y el impulso de los jugadores de talento.
Su elección solo tiene sentido si trae algunas mejoras en la estructura del Real Zaragoza. A su apuesta le debe seguir una evolución en materias troncales: la preparación física, el análisis de los rivales, la psicología deportiva, la prevención de lesiones y el uso de la tecnología. Precisamente en esas áreas que se han descuidado en los últimos tiempos puede escribirse de manera velada un objetivo que parece hoy lejano. Mientras la propiedad sintetiza la tarea del entrenador en un solo verbo (`ganar´), el Real Zaragoza elige a un técnico interesado en los procesos. MAR piensa en los “qués” y en los “cómos”, entiende el fútbol como un juego de espacios, cree firmemente en el desarrollo de una estructura y es un tipo inquieto, formado, que pertenece a una escuela moderna. Para cerrar la paradoja, Ramírez siempre creyó que su lugar ideal estaba en la base y no en la élite: se le espera en las citas de cantera como una parte más de su terapia.
El mercado de invierno y la paradoja en el Real Zaragoza
Se habló tanto durante la temporada del mercado invernal que el fútbol deparó una sorpresa a la vuelta de la esquina. El Zaragoza tuvo que abrir la ventana antes, con un fichaje que nunca había previsto. Las operaciones que Víctor Fernández había avanzado con la temporada en marcha penden hoy de un hilo y está por ver si tienen el favor también de la dirección deportiva, del entrenador y del área institucional. A caballo entre muchas cosas está una plantilla herida en su columna vertebral, con bajas sensibles que han marcado sus peores rachas. De su recuperación depende la suerte de la temporada, también del acierto en algunos puestos de cabecera que sirvan para cuadrar la plantilla.
El Real Zaragoza busca que el 2025 sea el año en el que salga de su propio bucle. En un curso simbólico, en el que se cumplirá el 30º aniversario del día en el que fuimos los mejores. Con una propiedad telemática, que cuida solo las dos primeras siglas de la Sociedad Anónima Deportiva, que piensa en La Nueva Romareda cuando hoy solo importa recuperar los triunfos en La Vieja.
El Zaragoza cree en Miguel Ángel Ramírez, que ocupa un año después un sitio que nunca fue de Velázquez, y un trono del que Víctor Fernández tuvo que abdicar. El césped le situará en la memoria o en el olvido, pues llega a un lugar en el que nunca se entendieron los grises. Ya sabe el Zaragoza que el problema nunca estuvo solo en los banquillos, pero regresa a la casilla de salida una vez más, y cree en MAR como su solución de ahora. Mientras tanto, repite muchas veces una frase esperando que esta vez sí sea cierta: “Estamos a tiempo de todo”. Para ello, Miguel Ángel Ramírez deberá construir sobre una suma de espejos rotos. Y deberá ganarle la carrera a un reloj de arena. Porque tiempo es precisamente lo que no tendrá el técnico canario en su nueva aventura.