ZARAGOZA | Los días de junio que van desde la última jornada futbolística hasta el último día de ese mes, suelen estar marcados en el zaragocismo por un innumerable cúmulo de sensaciones muy distintas. El abatimiento por otra temporada de una grisura tremebunda, tanto que el negro le coge la delantera. Una delantera, dicho lo cual, que lleva años viéndolo todo de ese color cuando tiene la portería rival delante. Vuckic, Sabin Merino, el Toro Fernández, Gueye o Bakis, se han dado cuenta de que dónde ponen el ojo la bala sale desviada al corazón de todo zaragocista. El zaragocista se desangra, pero es especialista en realizarse torniquetes que le mantengan con vida. Porque el zaragocista hace tiempo que no vive, sino que malvive. Pero como dijo el General Palafox en la lucha contra las tropas napoleónicas: “Un aragonés sólo se rinde cuando está muerto”. Galdós lo puso por escrito en sus episodios nacionales, y el zaragocismo del siglo veintiuno da buena fe de ello.
Por otra parte, el zaragocismo se regenera a la misma velocidad que el rabo de una lagartija. Nos pueden partir el alma por la mitad, pero al día siguiente vuelve a brillar en todo su esplendor. El zaragocista a veces parece más un reptiliano que un réptil. Extraterrestres con semejanzas físicas a los réptiles y con una inteligencia superior. Se dice que Obama o Angelina Jolie podrían pertenecer a este grupo. Como teoría conspiranoica es buena, pero para el zaragocismo no valdría. Si alguien ha demostrado humanidad durante estos años es la afición zaragocista. Eso sí, los zaragocistas son expertos en tratar con nidos de serpientes, lagartos y bichos de calaña parecida. El zaragocista resurge de sus cenizas, pues no se puede quemar más lo que de por sí es fuego. Su corazón arde de manera constante, aunque se empeñen en congelárselo todo lo que le rodea.
La ilusión por que el año 12 sea el bueno. Que su doble del segundo milenio no nos deje a la mitad las esperanzas. El mal menor de conservar la categoría no debe ser celebrado como una fiesta sino como la primera defunción. Una muerte mal teatralizada. La función debe continuar, pero en primera división. Y que no confundan ese mal menor con el Mar Menor. Manga por hombro es como lleva tiempo funcionando todo lo que rodea al Real Zaragoza. Este escudo no es país para viejos donde ir a veranear y a celebrar una jubilación eterna. La juventud es la que está sosteniendo el club con su espíritu imperecedero. Aquí no necesitamos a un psicópata como Javier Bardem para matar nuestro sentimiento. Hemos tenido muchos y no lo han conseguido.
Las cosas parecen paradas en la institución, pero los mejores movimientos son los que se realizan de manera silenciosa. A la presa se la caza cuando se le ha olvidado que existe su captor. La tranquilidad de estos días es la que suele preceder al verano con su quietud característica. Al zaragocismo no se le puede pedir que sea más paciente, y sólo se merece disfrutar. Ojalá sea este año cuando el Real Zaragoza se convierta en una ciudad de vacaciones.