Era una calurosa tarde de junio, hace ya 5 años. Zaragoza se preparaba para la celebración. Los aficionados blanquillos comenzaban a llegar a las inmediaciones de la Plaza España para tomar posiciones y poder celebrar el regreso a Primera División. Hacia apenas 4 días que la afición había visto como su equipo ganaba a Las Palmas, en la ida de la final de los playoff de ascenso, por 3 a 1. Todo estaba encarrilado. Solo 90 minutos separaban al Real Zaragoza de su gran objetivo.
Sin embargo, todo el optimismo y la alegría pasaron pronto a transformarse en una pesadilla. La vuelta de esa final de ascenso a Primera ha quedado en la memoria del zaragocismo como uno de los partidos más dolorosos de su historia reciente.
El Zaragoza llegaba a este decisivo partido con la importante baja de Borja Bastón, pero con un William José que ganaba enteros como la estrella del equipo. Ranko Popovic, por entonces entrenador zaragocista, varió su dibujo habitual para jugar con un 4-4-2. Jaime fue novedad acompañando a William José en la punta de ataque.
Pudo ser el planteamiento, pudo ser la presión, quizás un exceso de confianza, o también el potencial de un equipo canario que en la ida no había mostrado su mejor cara. Tal vez fue una mezcla de todo, pero el Real Zaragoza no estuvo a la altura en el momento clave de la temporada. 42 jornadas y dos eliminatoria de playoff remando contra corriente solo le sirvieron al equipo zaragocista para morir en la orilla.
El Zaragoza comenzó ese partido ya con el pie izquierdo y muchos fueron los jugadores señalados después. Por ejemplo, un Eldin poco activo en ataque o un Basha que no gobernó en el centro del campo como la ocasión lo requería. A la media hora de partido, Las Palmas por medio de Roque Mesa hacía el 1 a 0.
El Real Zaragoza, sin recursos ante Las Palmas
Los nervios no debían hacer mella en los jugadores. La renta debía ser suficiente y además, con un gol, el Real Zaragoza se hubiera asegurado el ascenso. Lo buscaron los jugadores menos experimentados en el ataque como Vallejo o Dorca, pero las cosas no salían bien y la inquietud era cada vez más evidente con el paso de los minutos.
Las Palmas, con el apoyo de la afición insular desde la grada, se iba creyendo capaz de lograr la gesta. Paco Herrera, ex entrenador del Real Zaragoza y buen conocedor de las carencias blanquillas, adelantó líneas, presionó la salida de balón, asfixió el centro del campo zaragocista y se volcó sobre la portería de Bono. Popovic acudió a Javi Álamo como… ¿revulsivo?. Era evidente que el nivel de desesperación crecía en el banquillo y en los jugadores.
Por entonces, la afición blanquilla se agolpaba alrededor de las terrazas y bares del centro de la ciudad, mirando con preocupación a través de la televisión lo que estaba sucediendo en las islas. Las caras de incertidumbre eran evidentes. Los cánticos habían cesado. Y así, el desenlace solo podía ser uno: Araujo en el 83 hacía el 2 a 0 y dejaba al Zaragoza con la miel en los labios.
Una derrota que tuvo un sabor a descenso porque el Real Zaragoza ya se veía en lo más alto. Una cima que ya no ha vuelto a tocar. No hacía falta hacer un gran partido, solo tener la responsabilidad y la entrega necesarias para aguantar un resultado que hubiese cambiado el devenir de la historia blanquilla. El Real Zaragoza se quedó así, a 7 minutos de la gloria.