Hay cosas que no se entienden. O que yo, personalmente, no alcanzo a comprender. Y el VAR está superándome en lo que va de campaña, hasta el punto de no poder resistir más y verme obligado a denunciarlo: el VAR hace el fútbol más injusto.
Los más pequeños son los que más lo sufren. Parecía que quedaban lejos aquellas palabras de Tevenet: “Pitar en El Alcoraz es muy fácil”. Pese a que hayan pasado 3 años, un ascenso y haya VAR, el sentimiento del aficionado azulgrana sigue siendo el mismo.
La agresión a Pulido es solo una gota más en un vaso que lleva lleno demasiado tiempo. Casualmente contra un equipo grande. Previamente el no penalti de Longo en Mestalla, los no señalados a Akapo ante el Betis o Getafe, la amarilla a Carvajal por un codazo en la cara a Cucho, el gol anulado a Etxeita o un fuera de juego en las primeras jornadas que dejaba en un claro uno contra uno frente al portero a Gallar y que se pitó sin que fuese (pese a que la directriz dice que en caso de duda no se pite). Acciones que ni siquiera se revisaron en el VAR pero que desde casa y por vídeos de aficionados en redes sociales -ya se sabe que La Liga nunca incluye estas cosas en sus resúmenes- son, como poco, dudosas.
Lo malo de todo esto es que ocurre regularmente y en contra equipos de menos renombre. El Leganés esta misma semana ha decidido mandar una queja formal a la RFEF y al CTA para preguntar por el asunto. Contra ellos, sin embargo, el arbitraje fue bastante equitativo, al igual que contra Valladolid, Eibar, Rayo o Alavés. Parece evidente que el problema reside en contra quién te enfrentas.
Y es que ya no es simplemente el VAR, es que sistémicamente se castigue con más facilidad al equipo “pequeño”. Y si no que alguien me diga si no saltan exactamente igual que Enric Gállego los centrales del Real Madrid, del Atleti, la gran mayoría de los jugadores del Getafe o Luis Suárez, por ejemplo.
Conclusión: no se avanza
¿Se cometen menos errores? No cabe duda. ¿Eso lo hace más justo? Ni muchísimo menos. Sobre todo por los criterios en los que se aplica el mismo. Jornada tras jornada vemos como equipos de Primera división se sienten agredidos por el sistema, hasta el punto de pedir a la federación explicaciones sobre cómo funciona el dichoso videoarbitraje, como ha hecho el Lega. Y pese a ello sigue sin haber consenso, sin actuarse como teóricamente marcan las directrices.
Y es ahí de donde nace la injusticia de la que hablo: sin VAR era el árbitro el que fallaba. Podía no verse una perspectiva, no interpretar ciertas cosas o, simplemente, ser malo. Ahora todas esas excusas se diluyen puesto que hay imágenes que las respaldan. Que un jugador esté tirado en el centro del campo con claros signos de dolor y tú no vayas a ver qué ha ocurrido es, simplemente, incomprensible. Porque, o es agresión, o es amarilla por simular, pero no puede ser que no sea nada cuando hay una cámara detrás grabando la acción. Entonces ¿para qué sirve el VAR?