El pasado jueves fallecía uno de los grandes centrocampistas de la historia del Real Zaragoza: Pablo García Castany, el número ocho y quizá el gran artista de Los Zaraguayos. Había nacido en Gerona en 1948 y fallecía en Lloret de Mar a los 73 años. Se inició en las categorías inferiores del Barcelona, pasó al Condal y a Osasuna, y regresó al equipo culé en la temporada 1969: permaneció dos campañas y formó parte de la plantilla que ganó la Copa del Generalísimo en 1971. Se incorporó al Real Zaragoza en esa campaña, colaboró con los blanquillos en el retorno a Primera División y estaría siete campañas más, hasta que una lesión le impidió seguir en el club. Uno de sus últimos servicios, con Arsenio Iglesias de preparador, ‘O bruxo de Arteixo’, fue colaborar en el ascenso del club, de nuevo, a Primera División porque había descendido en aquella aciaga campaña, 1976-1977, en la que Saturnino Arrúa y Jordao no se habían entendido, aunque el equipo poseía una buena plantilla. El 23 de abril de 1978 posó con la bandera de Aragón desplegada en una día capital para la Autonomía de Aragón y para el Real Zaragoza.
Pablo García Castany formó parte de aquel elenco de grandes futbolistas que conformaron la escuadra de los Zaraguayos, que alcanzaron momentos imborrables: en la campaña 1973-1974, cuando Johan Cruyff llegó a España, el Real Zaragoza fue tercero, y en la siguiente firmó la mejor temporada de su historia: fue subcampeón y goleó por 6-1, el 30 de abril de 1975, al Real Madrid, ya campeón, con tres goles de García Castany, dos de ellos con la izquierda, aunque él era derecho. Aquel probablemente fue el partido de su vida, aunque también recordaba otra tarde soberbia cuando batió en tres ocasiones a Iríbar, alias ‘El Chopo’. Aquel año, García Castany fue elegido por el diario ‘Mundo Deportivo’ el mejor futbolista de la Liga 1974-1975.
García Castany, que llegó a estar preseleccionado por Kubala para la selección pero no llegó a debutar, aunque sí había sido internacional en las categorías inferiores era un auténtico estilista, un jugador cerebral que lo hacía todo bien: poseía regate, gran control de balón, una técnica exquisita, buen disparo desde lejos y en la ejecución de faltas, y una capacidad innata para la dirección, el control del juego, el pase y la proyección al ataque.
Se entendía con todos los futbolistas de aquel equipo, que entrenaba Luis Cid Carriega, liderado desde atrás por José Luis Violeta y dirigido en la media por Javier Planas, Arrúa, que también era un rematador nato, y por él. A su derecha corría y desbordaba Laureano Rubial, arriba remataban Diarte y Ocampos, y por la izquierda se jugaban el puesto tres zurdos: Soto, Simarro y Juanjo. En la temporada 1975-1976, Los Zaraguayos llegaron a la final de la Copa del Rey y perdieron por 1-0 ante el Atlético de Madrid; el tanto fue de otro futbolista exquisito, José Eulogio Gárate. Con el Real Zaragoza, García Castany marcó 45 goles en todas las competiciones. Daba gusto verlo jugar, era distinto, de la escuela refinada de esos futbolistas que entienden el fútbol como un ejercicio indesmayable de esfuerzo pero también de buen juego, de elegancia y sutileza.
Tras dejar el Real Zaragoza, aún jugó en el Gerona (al que dirigiría en los años 90) y en el Banyoles. Se instaló en Lloret de Mar y allí ejerció la abogacía y trabajó en Emigración, hizo cursos de periodismo y de Turismo. Aquejado ya del mal de Alzhéimer, regresó a Zaragoza para un choque de Aspanoa en noviembre de 2017. Y le dijo a Raúl Lahoz, periodista de ‘Heraldo’, que quería despedirse de un campo y de una ciudad donde había sido inmensamente feliz. Feliz y gigante con su clase, su técnica y su indiscutible fantasía. Descanse en paz.