ZARAGOZA | El Real Zaragoza tropezó con una de las piedras más recurrentes en su andadura por la categoría de plata. Tras acumular tres jornadas puntuando, los de Miguel Ángel Ramírez volvieron a probar el amargo sabor de la derrota. Esta vez fue en el Carlos Belmonte, en un partido en el que el conjunto aragonés jugó 75 de los 90 minutos. Al regresar de vestuarios, el Real Zaragoza ingresó en el verde dormido, y a lo que se quiso dar cuenta el marcador reflejaba un 2-0 muy complicado de igualar.
Los de Ramírez cuajaron una primera parte notable, en la que la presión alta y la asimetría en los carriles ayudaron a imponer el dominio frente a los manchegos. En uno de los costados, más adelantado, emergió Liso. El ‘33’ sacudió los pájaros y fantasmas de su cabeza y recorrió la banda izquierda como si de un correcaminos se tratase. De más a menos, desbordó, repitió esfuerzos y estuvo a punto de asistir a Bazdar con un potente centro teledirigido a la pierna del bosnio.
Sin embargo, el joven extremo acusó también esa falta de concentración en los primeros compases del segundo tiempo. Su incidencia se vio altamente reducida por los ritmos del partido y su fútbol se fue apagando hasta ser sustituido cuando el cronómetro rozaba el alargue.
Adrián Liso, un resquicio de luz en la oscuridad
Adrián Liso está viviendo una campaña marcada por los altibajos. Una pretemporada, una oferta mareante de un club de Primera División y un inicio arrollador elevaron las expectativas hasta el punto de ser muy difíciles de cumplir. La realidad es que Adrián Liso tiene 19 años, un techo elevadísimo y unas características que ayer volvió a mostrar después de muchas jornadas en la que las revoluciones de su cabeza eran mayores que las de sus piernas. El Real Zaragoza tiene un diamante en la banda, pero todavía hay que pulirlo.