ZARAGOZA | Adu Ares apareció en la foto de la derrota ante el Almería. Sin jugar. La postal irritó al zaragocismo y le situó en el centro de la polémica. Donde no pudieron presentarse los pies, tampoco apareció la cabeza. Los futbolistas aguantaron la lluvia de la derrota, el reproche del público. Se alinearon frente al centenar de aficionados que se desplazaron hasta Almería. Francho Serrano había llamado a sus compañeros, que soportaron la penitencia, con más o menos dolor, ante la grada.
No fue un momento agradable. Tampoco el partido lo había sido para los aficionados que viajaron hasta allí. La segunda mitad fue el reflejo ideal de un equipo hundido, que vagó persiguiendo sombras. En fila, frente a la hinchada, Adu Ares dejó un aspaviento que no tardó en llegar a todas partes. Solo una hora después, en el aeropuerto de Almería, ya estaba en boca de todos. Y fue en la zona de control donde se vivieron los momentos más tensos.
-¿Cuándo dejarás de hacer gestos y empezarás a jugar?-le reprochó un aficionado.
-¿Quién cojones eres tú para decirme nada? -contestó Adu Ares, muy lejos del arrepentimiento, muy cerca del desafío.
-Uno de los 100 que te ha pagado el viaje- se escuchó como última respuesta.
Adu Ares, un año en La Romareda
Hay una diferencia abismal entre el futbolista que se esperaba que Adu Ares fuera y el que está siendo. Bendecido por Víctor Fernández, el técnico habló de su adaptación al fútbol de verdad como el mayor de sus obstáculos. Elogió su primer control, como si no importaran los siguientes. En Ares conviven dos ideas fundamentales: la impresión de que tiene grandes condiciones para ser futbolista y la certeza de que no tiene una comprensión global del juego. Se centra en su partido, sin demostrar demasiada implicación en el del resto. Especialista de una sola jugada, cómodo en un perfil muy concreto, su temporada está plagada de partidos intrascendentes. Con tres excepciones que han alimentado su fama y que sirvieron para que La Romareda llegará a ilusionarse dos veces. Fue capaz de convertir La Copa del Rey en su torneo y vivió un breve esplendor en los últimos partidos del año.
Marcó ante el Hospitallet, voló frente al Granada y siguió esa estela ante el Oviedo. Desde entonces no ha vuelto a influir en el campo, a cambiar ningún resultado. Siempre ha parecido un futbolista con más cualidades que rendimiento, con más ínfulas que números. Inconstante también en sus hábitos, no solo los rumores le sitúan en la noche zaragozana en días poco oportunos. También lo hacen los hechos. Su año de cesión ha quedado marcado por algunos incidentes extradeportivos. Y, curiosamente, su mejor tramo en el césped llegó en las semanas posteriores al peor momento de su carrera. Ese punto, tan conocido que ni siquiera hace falta volver a nombrarlo, le hizo caer en un estado de tristeza del que solo le pudo despertar el fútbol. Con actuaciones que no ha vuelto a repetir.
Why allways me?
Los meses han pasado y Adu Ares no ha vuelto a ser importante en el Real Zaragoza. Ante la gravedad del asunto, con las brasas del descenso cerca, ha dado la impresión de estar cada vez menos involucrado. El episodio que protagonizó en Almería no juega tampoco a su favor. Se espera, eso sí, que Gabi Fernández pueda reconducir su recta final de su temporada. Y que pueda mejorar el rendimiento un jugador que ha asumido el papel de rebelde, incluso cuando no había detrás ninguna causa. Ahora, Adu tiene en el banquillo a un entrenador al que puede admirar por sus éxitos y que siempre entendió el juego a través de códigos de conducta muy distintos.
Adu Ares ha apreciado más su estatus de futbolista que su amor por el juego. Ante la mirada de todos, le sienta bien una frase de Bart Simpson que un día Ballotelli trajo al fútbol: “Why allways me?”. O su versión española: “¿Por qué siempre yo?”.