Allá por el año 2008, tuvimos un entrenador que se empeñó en que el mensaje “¡Somos el Huesca!” calase en la afición. Me refiero a Antonio Calderón, técnico gaditano que dirigió a nuestro conjunto en la primera temporada en la categoría de plata. Por cierto, temporada en la que acabamos décimo primeros siendo este nuestro año de debut en el fútbol profesional.
Con su famosa frase, recordada en nuestra cabeza con ese acento andaluz, trataba de hacernos entender que por muy bien que hubiese arrancado el equipo, que por mucha ilusión que hubiese en la atmósfera oscense, en cualquier momento se podían torcer las cosas porque éramos la Cenicienta de la categoría. Intentaba recordar que, aunque las cosas estaban yendo bien, cualquier punto conseguido tenía un valor mayor porque éramos un equipo pequeño, que nunca había estado en categoría profesional y que jugásemos contra quien jugásemos nunca íbamos a ser el equipo favorito.
Aunque la famosa frase de Antonio Calderón dejó de escucharse de forma explícita en las ruedas de prensa, en las temporadas posteriores siempre fue un mensaje implícito que sobrevolaba la realidad azulgrana. Todos éramos conscientes de que nunca partíamos como favoritos, que nunca íbamos a ser el equipo a batir por el resto de los competidores de la categoría. Incluso en el año del ascenso a primera división, nunca aparecimos en las apuestas de ningún gurú ni especialista de la categoría. Quizá ese papel de actor secundario nos ayudó a llegar a la máxima categoría del fútbol español.
Ahora somos otro Huesca. Uno de los gallos de la categoría. Nuestro paso por la primera división nos coloca entre uno de los rivales a batir. Los equipos marcan con una cruz en el calendario el día que se tienen que enfrentar a nosotros. Saben que contamos con un equipo potente, que nuestra propuesta de fútbol es valiente, que contamos con un presupuesto de los más elevados y que somos, a priori, un firme candidato al ascenso. Los cuerpos técnicos rivales seguro que nos tienen muy bien estudiados y conocen nuestra debilidades y fortalezas para trasmitirlas a sus jugadores.
Exijamos, pero con cabeza
Nos toca aprender a manejar esa sensación que hasta ahora no habíamos tenido. Esa presión de ser favoritos a ganar cada partido. Vivirla como aficionado es complicada de gestionar, imagino que vivirla desde dentro será todavía más complicada de llevar. Subir a primera división es muy complicado y tener un presupuesto elevado no garantiza el éxito. Basta con ver el papel de los recién descendidos en campañas anteriores.
No exijamos a la SD Huesca estar ya en ascenso, ni volver a darnos el regalo de subir a primera división estando en los puestos cabeceros desde el inicio de la campaña. El año del ascenso llevábamos los mismos puntos a estas alturas de la temporada. Exijamos, eso sí, su esfuerzo, su entrega y derroche por dar hasta su última gota de sudor. Generemos un ambiente amable que ayude a nuestro equipo a afrontar la temporada sabiendo que esta afición siempre suma. Tenemos mimbres y vamos por el buen camino. Confiemos.