ZARAGOZA | Alberto Zapater se despidió del Real Zaragoza. Lo hizo en la sala de prensa de La Romareda, donde unos televisores anunciaban su final: “Gracias capitán”. El lugar se quedó pequeño, abarrotado por los medios y una plantilla que quería estar presente en el penúltimo adiós del ejeano. El de verdad llegará el próximo viernes, sobre el césped, en el homenaje que le brindará la afición.
Zapater inició su rueda de prensa y se le quebró la voz al enseñar los dibujos que han hecho sus hijos estos días. Ese fue su guión, en el resto del tiempo nunca miró el reloj y quiso ponerle voz a su zaragocismo. “Uno nunca quiere que llegue este día”, así empezó su comparecencia. En el siguiente punto de su discurso ensayó el primer titular: “Me enseñaron a decir por favor, a pedir perdón y a dar las gracias. Pido perdón a los que piensan que no estuve a la altura. Y quiero dar las gracias a los que han formado parte del sueño que tuvo un chico de Ejea“.
Alberto Zapater se repuso más tarde, mostró sentimiento y un sentido de la realidad que a veces asombra: “No quiero que este sea un día triste. Me voy feliz. Lo he dado todo. Nunca imaginé todo lo que he vivido, siento que he dejado huella”. Sincero, evitó el rencor o la polémica con los que han anticipado su final: “El Zaragoza me ha permitido viajar a otros países, vivir otras experiencias sin pedir nada a cambio. Todo lo que hacía era por el Real Zaragoza (…) Sé que los finales son difíciles para todos. El club está por encima de cualquiera y para mí el Zaragoza será siempre el Real Zaragoza. No es una frase hecha: no creo que merezca tanto”.
Si escucha a su cuerpo, siente que le queda más tiempo de fútbol, pero le cuesta verse en otro lugar que no sea La Romareda: “En España, no me veo jugando en otro sitio que no sea el Real Zaragoza”. Todavía en estado de shock, el capitán dijo aún no asimila la idea de que el cuento haya llegado a su final: “Ayer por la tarde solo pensaba en que tenía entrenamiento hoy. Y hoy solo pienso en el partido del viernes. No sé si le pediré al club que me deje entrenar en La Ciudad Deportiva cuando acabe la temporada”, dijo medio en broma, medio en serio.
Ensayó también un resumen sobre su legado, las cualidades de un jugador que quedará para siempre, con 422 partidos al finalizar esta temporada: “No he sido el más rápido, no tengo la mejor pierna derecha y solo aprendí a darle con la izquierda gracias a Carlos Rojo. Pero creo que he transmitido, les he dicho siempre a mis compañeros lo que significa jugar en el Real Zaragoza”.
Habló con gratitud de Víctor Muñoz, el técnico que le dio su primera oportunidad. “Creo que se vio reflejado en mí, que yo tenía cosas que él había tenido”. Pero evitó decir si él será el Víctor Muñoz de alguno de los jugadores presentes, que asumirán su testigo: “Si dijera un nombre o varios, les estaría haciendo un flaco favor. Hablo con todos y me siento identificado con cada uno de ellos.”
En la rueda de prensa, una frase sonó como ninguna otra: “Siempre me he sentido un elegido y eso es gracias al Real Zaragoza”.