Alberto Zapater es historia del Real Zaragoza: un fragmento y un cuento que dura para siempre. En las últimas semanas se ha convertido en el tercer jugador con más partidos en el equipo aragonés. Lo ha hecho tras una derrota y un empate, convirtiendo en válida una frase que ha ensayado muchas veces: “en el fútbol que yo conozco, se sufre más de lo que se disfruta”. Ese lema le define, como un jugador incapaz de rendirse, como un guerrero ante la adversidad, como un detractor del tiempo.
A nadie se le escapa que Zapater vive un momento delicado como futbolista, más lejos que nunca de la dinámica habitual, quizá relegado a una labor más simbólica que real. Las lesiones en la media le han dado un sitio temporal en el once, pero se le ve extraño, ubicado en un lugar que ya no siente como suyo. Acepta la crítica y parece sometido a la opinión popular y la controversia. Las redes sociales nunca han sido una reproducción fiel de la realidad. Pero en ellas se ha desatado una división entre quienes celebran sus registros y quienes creen que su tiempo ya ha pasado.
El sentido histórico acabará por desdecir a aquellos que no valoran su longevidad. Alberto Zapater regresó en 2017 a un equipo que le hizo llorar sin remedio. Se fue sin querer irse. Y regresó para volver, para retirarse con el Zaragoza en Primera. Como si en su fútbol gremial hubiese también romanticismo. En su empresa, hay un punto de tozudez aragonesa. Hoy parece pelear por una causa perdida, pero siempre con una entrega conmovedora. Verle tiene un matiz cruel, casi como si nos afectara una especie de nostalgia anticipada. Y ahora, el capitán no pone de acuerdo a todo el mundo. Hay quienes piensan que sus últimos partidos le sobran, mientras otros creen que le permiten ampliar su leyenda.
En su última comparecencia, Zapater anunció dos cosas. La primera es que intuye que la suma de más partidos le permitirán parecerse a sí mismo. La segunda es que su retirada llegará pronto, aunque no se atreve a ponerle una fecha definitiva. Quizá porque el fútbol ya le ha demostrado en otras ocasiones que los planes no sirven para siempre.
Estuvo siete años fuera del club y aún así Zapater ha alcanzado un lugar privilegiado en los registros. Agota sus últimos suspiros en el fútbol, mientras se niega a aceptar un final lejos del punto en el que debutó. En su segundo partido oficial levantó una Supercopa ante el Valencia. Ahora, más de 380 partidos después encuentra más frustraciones que alegrías. Pero en su carrera contra el tiempo hay también una pequeña victoria. Para bien o para mal, Zapater sigue siendo el Zaragoza.