El escenario planteado a priori en el Juegos del Mediterráneo no se antojaba muy propicio para proseguir con la, hasta ahora, lenta pero segura escalada de la Sociedad Deportiva Huesca a puestos más templados de la clasificación. Sobre el verde, allí, plantado, el líder de la categoría, que no había cedido más que un empate en su feudo y ante quien había que dar una gran versión para no irse de vacío, o quien sabe, con un roto considerable.
Quién sabe si desde el miedo, la prudencia, el respeto o el sesudo estudio del rival, la tarde planteó un guión a la SD Huesca que hasta ahora no se había dado en muchas ocasiones. Un equipo hasta ahora obligado a intentar ganar a rivales atrincherados en su campo custodiando como un tesoro el punto que otorga el empate inicial, en esta ocasión, podía invertir su papel. Y a la vista del partido, el papel le vino como anillo al dedo.
Los primeros minutos nos mostraron un gran Almería fiel a su registro, muy presionante y que conseguía filtrar pases al espacio donde un peligroso Sadiq se mostraba como una amenaza constante. Probablemente si hubiese entrado el penalti estaríamos hablando de otra cosa. O si hubiesen expulsado a Gaich en una de las ocasiones en las que pudo haberlo sido, de otra diferente.
Sin embargo pasó lo que pasó. Y lo que pudimos ver fue que el equipo supo reponerse en la segunda parte y encontrar la forma de hacer daño al rival. Y esa fue la de juntar muchos centrocampistas y, con espacios por delante, intentar encontrar al jugador más rápido: Joaquín, quien entraba como cuchillo en mantequilla, que diría el bueno de Robinson, y por un pelo, no puso al equipo 0-1 en el marcador, y quién sabe, pudiendo haberle dado los 3 puntos.
Entiendo que el partido no permite sacar grandes conclusiones, ni una receta mágica para los siguientes, dado que lamentablemente, no nos vamos a enfrentar a muchos rivales que asuman el papel protagonista, nos concedan tantos espacios y nos permitan enfundarnos la piel de cordero bajo la que nos sentimos tan bien ayer. Aunque, si se da la ocasión, y nos la ofrecen ¿por qué no aceptarla? Por si acaso, mejor afilemos los colmillos.