JACA | El bronce en la 16K de Canfranc, Copa del Mundo versión federación de atletismo (WMRA), marca un antes y un después en Álvaro Osanz. Se dice pronto, cuando hablamos de un chaval de 20 años que apila ya medallas y copas en su habitación como para hacer un museo. Algunas están en Jaca, de donde se siente, y otras en Zaragoza, donde nació (enero, 2003). El apellido Osanz va grabado a las carreras de montaña, con su padre, Francisco, principal inductor para que los hermanos sean quienes son. Su hermano, Daniel, abrochó el pasado sábado la séptima posición en la Golden Series celebrada en Colorado, la mítica Pikes Peak, y su figura siempre aparece sobre el pequeño de los Osanz. Se adoran, por cierto.
Con 193 centímetros de altura, poco más de 60 kilos de peso, afilado como un bisturí, Álvaro es de verbo fácil y énfasis justo en cada frase. Va directo. No emplea hipérboles ni falsas modestias. Corredor del equipo Adidas -entró vía Carlos Suárez- donde su hermano es profesional y donde uno de sus vecinos de Jaca, Luis Alberto Hernando, es una de sus referencias quiere profundizar en el mundo del trail, pero de forma serena. No quiere prisas, ni presiones más allá de las que se autoimpone. Subir al podio le gusta y cuando no lo hace roza la frustración. Así lo explica: “No todo es un camino de rosas. Cuando entrenas tanto y no subes al podio en tu categoría o no quedas más delante de lo que esperas en absoluta, sí que la siento”. Y la receta para evitarla ya sabe cuál es: entrenar más.
“El tercer puesto en la Copa del Mundo no quiero que sea una presión. Tiene que servir para trabajar como he trabajado hasta ahora e incluso más. Creo que con la evolución de la edad y físicamente podré estar más adelante. Sí que ha sido un extra de motivación”, sintetiza para explicar ese bronce en Canfranc. A las órdenes de Jesús Romero desde siempre, el técnico es el responsable de prepararlo para el mundo del cross y del trail. Es una persona importante y responsable de una trayectoria impresionante y que dibuja un horizonte pleno de éxitos.
Álvaro Osanz ha hecho de Jaca su particular pista de atletismo. Especialmente en verano y los fines de semana. El hecho de estudiar enfermería, ha empezado tercero, y hacer prácticas -en el hospital Royo Villanova y en el centro de salud Casablanca– le deja menos tiempo del que le gustaría para estar en Jaca. Por eso, cada vez que puede lo exprime. Además, su vecino Hernando, al que de pequeño le animaba a su paso y al que busca copiar en las bajadas, le da consejos de quilates, que absorbe como una esponja. “Me motiva mucho”, desliza Álvaro Osanz. Y claro, también se fija en Dani, muy presente en su vida.
La sombra de su hermano no es tan alargada como pudiera parecer. Es consciente de que el mayor es un crack. “A los 19 años era campeón de España y a mí me costó un poco más. Pero no me lo tomo a mal. Cada persona es un mundo y sí que me sirve de guía sus carreras para ver cómo ha evolucionado”. Sí que le ha pasado en alguna prueba que el público le ha animado al grito de ‘Vamos Dani, vamos Dani’, recuerda entre risas, sin que le moleste un ápice. “Que me confundan con mi hermano no debe ser malo”, recalca, también entre risas.
En el mundo del trail poco se puede decir de Dani. De Álvaro hablan también maravillas. Muchos lo ven sin techo. Ante el elogio se retrae, aunque reconoce que se autoimpone seguir el ritmo de su hermano, de lo que ha conseguido. Con 20 años, sabe que la evolución es ir a distancias más largas. De momento, el Campeonato de Rfea en Lerín (Navarra) es la más larga que ha disputado con sus 26 kilómetros. “Iré a distancias más largas poco a poco. ¿100 millas de UTMB? Ya se verá. Requiere de entrenamientos muy específicos, ver si los asimila el cuerpo… Sí que me veo en maratones que es donde están las carreras de más prestigio, pero poco a poco, con mucha prudencia, que tengo 20 años”, afirma.
Ni que decir tiene que Zegama, Sierre Zinal, el circuito Golden, Transvulcania son algunas de las carreras que aparecen en el imaginario de un atleta que empezó a correr desde chico, en Jaca, y debido a la pasión por la montaña de su familia. Iban los cuatro. Su madre -Clara- se quedaba con Álvaro en un ibón jugando a cartas, mientras su padre y su hermano acumulaban desnivel hacia las cumbres. El pequeño creció y ya empezó a marcar distancias con su padre. Dani hace tiempo que le gana, y el pequeño le aprieta ya mucho.
Kilian Jornet es el ídolo, pero no es su única referencia. Luis Alberto Hernando, Manu Merillas y Dani, obviamente, son grandes ejemplos para el pequeño de los Osanz que si bien está cerca de pasar al profesionalismo tampoco se obsesiona con ello. Quiere evolucionar en las carreras, ir a pruebas cada vez más importantes y si “doy el salto al profesionalismo será por mis méritos, pero no me marco fechas. Es que también me gusta enfermería”, suelta.