Las pretemporadas sirven para progresar y para alimentar las esperanzas de los aficionados. Medirse con el Éibar, un equipo armado para luchar una temporada más para la pugna por el regreso a la élite del fútbol patrio, era una buena piedra de toque para atisbar por dónde camina este Huesca. Mejor sería con toda la tropa a estas alturas de la temporada, pero eso es un imposible. La falta de piezas en el engranaje y la salida de otras impide saber el punto donde se encuentra la tropa de Cuco, pero sí acota cuáles son sus necesidades.
Lo que sí que se deja entrever es la maestría: cuatro defensas, cuatro centrocampistas y dos delanteros. Aunque ya se sabe que una cosa es el sistema y otra lo que manda el balón con la propuesta del rival. Ziganda volvió a meter dos equipos en un partido. Mientras llegan refuerzos, minutos para canteranos como Anglada, Kevin Carlos, Tomeo, para los recién aterrizados, con los viejos rockeros y con un Escriche que va a más. Su gol, en el minuto 8, fue colosal. Se zafó de tres tarascadas y con su diestra la envió desde fuera del área al fondo de la red. Marc Mateu podía haber hecho el segundo si su diestra fuera como su zurda, pero no lo es. Una lástima.
El cuarto amistoso de la pretemporada, jugado en la localidad navarra de Tafalla, dejó unos más que buenos primeros minutos del Huesca. No solo por el marcador, que daba igual, sino por su fútbol ante la entidad del rival: ilusionante, con y sin balón. El Huesca acumuló un par de ocasiones de gol más y Corpas, en una contra y en la primera llegada del Éibar, empató. Ni cotiza aquello de que quien perdona paga.
Ziganda quitó a Carlos Kevin, lesionado, y entró Kante -su fútbol sigue siendo una incógnita- para sumarse a un Soko, que dejó algunas buenas soluciones desde la banda derecha. El partido se reanudó tras la pausa para que los jugadores se rehidrataran, que en Navarra el calor también es sofocante al mediodía. Los guipuzcoanos mostraron su calidad con el empate en la única ocasión que tuvieron hasta ese momento y se adelantaron en el 44. Una falta de Vadillo desde el lado derecho y bola a la red. Ver para creer. El Huesca puso el fútbol y el Éibar, los goles.
La Segunda parte fue para un Éibar con más calidad y pegada
Ziganda abrió la segunda parte con el cambio de Valentín por Soko. Jugador por jugador y el resto del banquillo a calentar. Los vascos, con los mismos. El Éibar se creció en la segunda parte. Entró pisando más fuerte sobre el prado navarro ante un Huesca que bajó un punto las prestaciones ofrecidas en el primer acto y empezó a mostrar sus carencias. Ziganda tardó 11 minutos para quitar a Escriche y Mateu por Manu Rico y Joaquín. Sobre el papel, con las nuevas piezas reajuste del sistema.
El partido se espesó. Y hasta cierto punto era lógico en estas fechas de julio. No obstante, el Éibar mostró mucha mejor cara. Empezó a ser más bloque y a poner negro sobre blanco en las carencias de este Huesca que se maneja con el bloque de la anterior campaña, pero sin Seoane. De los fichajes puestos sobre el prado, poco, alguna esperanza en Soko, pero nada más. Y eso es tan escaso como peligroso teniendo en cuenta lo visto en la pasada campaña. Así las cosas, un penalti de Ratiu, que pudo haber evitado, lo ejecutó Stoichkov para alojar el 3-1 en el marcador. Duro y abajo. Imposible para Sanromán. Los detalles y la calidad marcaban la diferencia.
Ziganda metió para los últimos 20 minutos del amistoso casi un equipo nuevo: cinco cambios de golpe. El resultado, ya se sabe, sirve para nada en los amistosos, pero el encuentro sí que dejaba ese lamento: el fútbol propuesto no se refrendaba con goles en el primer acto y los fallos, por pocos que sean, sirven para que te pinte la cara un equipo con calidad.