Extraer alguna conclusión del amistoso entre el Levitec Huesca y el Basquet Navarra disputado en el Palacio de los Deportes sería una osadía. La primera y concluyente razón es nada tiene que ver el quinteto inicial de Sergio Lamúa con el que, previsiblemente, terminará la pretemporada. Bueno, siempre que lleguen los fichados y se resuelva el enigma Justiz. Con siete hombres sobre la pista y sin pívots, un amistoso así solo se puede encapsular en la necesidad de romper la monotonía de los entrenamientos. A todo jugador le gusta competir. Hay un rosario de declaraciones de jugadores en cualquier deporte que dicen que lo que le gusta es ganar y ‘hasta a las canicas”.
Por eso, con siete jugadores, sin los llamados a ser la referencia bajo aro propio e impropio, con un amistoso a puerta cerrada, lo mejor era que nadie se lesionara y que Sergio Lamúa vaya ajustando desde dónde empieza con un rival opositando. El amistoso cogió el carril de todo partido que llega tras empezar a juntar las piezas. Pérdidas de balón, errores de posicionamiento, jugaditas de pizarra perfectas. Bueno, todo lo que conlleva un amistoso cuando sobre la cancha se juntan jugadores con poco pegamento. También es cierto que a los navarros les faltaron piezas. Tampoco llegó con juego interior ya que los fichados están de camino a la vieja Iruña. Así las cosas, con los dos quintetos, sin torres, la derivada fue un baloncesto protagonizado por los ‘pequeños’.
El Peñas, una temporada más, descansa sobre una nueva estructura. Y una campaña más toca armar un equipo. Pilotado por Ayoze Alonso, con el capitán Jorge Lafuente y, principalmente, los cedidos del Basket Zaragoza, Levitec Huesca puso la proa en el primer cuarto ante los de Pamplona por un ajustado 16-15. Como en todo amistoso, el marcador era lo de menos. Más aún cuando tampoco estaba activado el tiempo de posesión. Coger sensaciones, saber desde dónde parte uno es más importante que ganar o perder.
Con 32-24 -para los resultadistas- se abrió la segunda parte. Y fue casi un calco a lo visto en los 20 primeros minutos. Hasta siguieron escuchándose las castañuelas y la Jota del exterior en los tiempos muertos y el crujir del techo del Palacio. Todo ello fue audible por encima de la voz de los técnicos en los tiempos muertos solicitados por cada entrenador. Por lo que respecta al juego, ambos se contagiaron de pérdidas de bola, errores en el pase y en el lanzamiento como en aciertos. Eso sí, también hubo algún delicatesen. Van Oostrum le puso un balón a Lafuente bajo aros de los que te vas a sacar el abono ipso facto. La contra de Cabrera para poner el 51-43, también.
El paso de los minutos pesó en cuerpo y mentes. Un amistoso conlleva tensión que se suma al entrenamiento y eso implica desgaste. Con 49-39 hubo cierto correcalles, nada extraño cuando se está en el inicio de la pretemporada y que sirve a habituar la toma de decisiones bajo altas pulsaciones y fatiga. El último cuarto se abrió con 51-43 para el Peñas y más acierto para los navarros que se llegaron a poner a uno.
Lamúa resolvió el ‘acercamiento’ de los navarros con el cinco más cinco de lo que tenía. Un par de canastas de esas que consigues por robo y desesperación del rival sirvió para abrir otra vez hueco en el electrónico y abrir la puerta a alguna que otra jugada de esas que tanto gustan a la afición. Cerrado el amistoso y a la espera de los que faltan por llegar -mejor mañana que pasado- el Levitec quema etapas para armar el equipo.