La SD Huesca volvió a ganar y a dejar su puerta a cero como hiciera en Valladolid en un partido marcado por los detalles y por futbolistas con nombre y apellido.
En el debut de Aguilera con la elástica oscense, el Huesca se alzó con un triunfo que mereció. Y los partidos en Segunda División se los lleva aquel equipo que está, no el que aparece intermitentemente, ni el que desaparece, ni el que sale a escena cuando el encuentro agoniza. En los choques de la división de plata salen vencedores todos aquellos conjuntos que están y no dejan de estar, desde el primer minuto hasta el último, y eso es muy meritorio. La SD Huesca, por encima de cualquier otra cosa, no dejó de mirar a los ojos a un Alcorcón compasivo.
El cuadro de Anquela presionó, replegó, esperó, jugó, contraatacó e incluso fue dominado, pero nunca se apartó del verde. No se podía competir más. Quizás sí mejor, pero no más. Sin Fran Mérida para dirigir el esférico y sin la omnipresencia de Bambock, el once de la SD Huesca ante la AD Alcorcón, bajo un 4-2-3-1, fue el siguiente: Whalley bajo palos; Ramírez lateral derecho, Íñigo López y Carlos David centrales y Morillas lateral izquierdo; Aguilera y Valentín en el centro del campo, con Alexander por derecha y Machís por izquierda; Camacho actuó de enganche y, Arruabarrena, en punta.
Campaña con balón y Aguilera sin él
Si bien el Alcorcón fue el equipo que más tiempo tuvo el balón, le costó mucho profundizar y crear peligro, algo que el Huesca fue capaz de realizar desde el principio. La ofensiva alfarera se producía, en su mayoría, por el costado izquierdo -inferioridad de Ramírez-, como ocurrió en la ida. No es casualidad, ya que Campaña, situado en el perfil izquierdo del doble pivote, se hizo con la batuta y se asoció con Álvaro Rey para penetrar por dicho perfil. Y fue el propio Campaña la mayor amenaza, sobretodo en conducción, aunque le faltó suerte.
Por el lado azulgrana, Aguilera, que se estrenaba, le dio al equipo el equilibrio suficiente para que no se partiese ni se descompensara. Jugó sencillo con el esférico y le cedió el rol de salida de balón a su compañero Jesús Valentín, limitándose, el madrileño, a estar bien posicionado y a ceder los menos espacios posibles, y que incluso si hubiera, que no fueran interiores. Ahí el Huesca ganó mucho, que se sintió cómodo en todo el primer tiempo.
Samu, criterio ante el ahogamiento
La escuadra altoaragonesa sufrió durante prácticamente los primeros veinte minutos del segundo tiempo. El conjunto de López Muñiz ya se puso en modo incordio con el balón en los pies y los azulgranas debían quedárselo el mayor tiempo posible cuando lo tuvieran. Los cambios le dieron frescura a los alfareros mientras el Huesca esperaba timorato. No debía tardar más de los primeros diez minutos Anquela para introducir al futbolista que fuera capaz de desahogar al equipo, de darle criterio a la situación, controlarla, y provocar desesperación en los visitantes ante el paso de los minutos.
Pues tardó demasiado, el doble de lo ideal, en llegar. Ante la ausencia de Mérida, debía ser Samu Sáiz. Imposible cualquier otro. Samu sustituyó a un desfondado Camacho (67′) para situarse como mediapunta, más cerca de los centrocampistas que de Arruabarrena. Vimos un par o tres de detalles que más que hacer mejor al Huesca, minimizaron al Alcorcón, sintiéndose en alerta constante cuando Samu tenía el balón, quien “obligaba” a los de López Muñiz a no darse alegrías en ataque. Conducciones con quiebros y fintas dignas de su calidad y una sensacional asistencia a Alexander por encima de la defensa, detalles que no pasaron desapercibidos. De postre tuvimos caviar.
La presencia de Samuel a partir de estos minutos fue fundamental. Ros entró por Valentín (79′) para disputar el último tramo, como hizo José Gaspar (87′) cuando sustituyó a Alexander. El tudelano dio continuidad al centro del campo, mientras que Gaspar apenas tocó tres balones y se le notó nervioso y con poca confianza. Una verdadera lástima, porque la categoría del de Cáceres es excepcional.
Sonriamos, como así hicimos el domingo por la tarde. No nos entusiasmó el juego, ni el encuentro. Nada fue brillante, pero ya tenemos una base. Ah.., y ganamos.
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