La SD Huesca, que logró el empate con nueve azulgranas en el campo, dignificó un derbi aragonés sirviendo el talento que marcó la diferencia.
Un partido como el de ayer no se entiende sin el contexto. Que más allá de fútbol, hay historia. Y a partir de ahora, será una historia engrandecida por el mueble -desde el más absoluto cariño, hacia Samu y hacia Anquela-, quien logró que El Alcoraz celebrara un gol de su equipo ante el Real Zaragoza en partido oficial nada más y nada menos que treinta años después. El rubio -y menos yo- no había nacido cuando Sánchez, en un duelo de Copa del Rey de 1985, conseguía el empate (2-2) y el último tanto azulgrana ante el conjunto blanquillo en El Alcoraz hasta la fecha. Quien fue partícipe directo de aquello fue Petón, jugador en aquel encuentro y cómplice anoche, desde la grada, de la diana de Samuel.
Pero vayamos al partido, aunque ustedes ya saben que un derbi acapara más allá de lo futbolístico. Sin embargo, y dejando de lado términos como “coraje”, “casta” y “corazón”, algo que el Huesca puso y el Zaragoza no, me limitaré a explicar los ‘porqués’ como aquí hacemos, con el balón de por medio. Partamos de la base de que el Zaragoza, por plantilla -eximo temas económicos y presupuestarios que aquí no tienen cabida-, es superior, algo que se vislumbró en el aceptable tono que empapó prácticamente toda la primera mitad. Dos formas de ataque tenía el cuadro blanquillo: madurar sus jugadas ante un Huesca replegado, esperando el desequilibrio de Lanzarote o encontrando a Diamanka a la espalda de Mérida y Bambock. Que el ’23’ zaragocista se girara en esas circunstancias sería de verdadero peligro.
Como ocurrió en Leganés, el Huesca varió su esquema alrededor del minuto 10. Camacho, quien se emparejaba con Luis Fernández en el inicial repliegue azulgrana, pasó a juntarse al medio del campo con Mérida, quedando el Huesca en el 4-1-4-1 que mostró en Butarque y dejando de lado el 4-2-3-1. El capitán fue el futbolista azulgrana encargado tanto de peinar los balones áereos a favor de los locales como de luchar por arriba los procedentes de los jugadores blanquillos. No estaba Alexander y fue Tyronne quien le suplió, un Tyronne apático en el primer tiempo y poco participativo, y de menor implicación defensiva que el venezolano.
Cualquier equipo del mundo es mejor con espacios. Y Dongou materializó el primer contragolpe que el Huesca le cedió al Zaragoza. Resultó cruel una acción que terminó en tanto a favor de un equipo, el visitante, al que le estaba costando penetrar con claridad. Los de Carreras se veían mejores, reforzados por el gol anotado y por la incapacidad de los azulgranas de crear ocasiones y que ni el balón parado aprovechaban. Y podía ser peor, cuando el Huesca se quedó con uno menos. Darwin Machís fue víctima de la clase de Lanzarote: cayó en sus redes y se marchó expulsado. A los de Anquela les tocaba remar en contra, con uno menos, sin su mejor baza al contragolpe y ante un Zaragoza crecido. Aumentó el nivel de dificultad. Por suerte, había fútbol, y un Luis Fernández brillante.
Con un 4-4-1. Con diez, Camacho en la banda izquierda y Mérida junto a Bambock, como había empezado. Tocaba realizar una de las hazañas más complicadas, y se consiguió. Primero, por la sorprendente salida de mucha calidad de un Huesca liderado por un Mérida estelar y un Tyronne iluminado, que pusieron el miedo en el cuerpo de los jugadores visitantes y, después, por el regreso de Samu Sáiz. Ello conjugó con un Zaragoza indolente y muy espeso con balón, al que le faltó mucha chispa en trescuartos para matar al rival. Sin Hinestroza, a Lanzarote y Pedro hay que dárselas al pie, y Diamanka es poco capaz en la creación. Lo leyó bien Carreras -en la grada-, que metió al velocísimo Jaime Romero y también quitó al senegalés, pero demasiado tarde.
Antes hubo tiempo para el deleite. El Huesca firmó unos 25 minutos espectaculares, desde su salida de vestuarios hasta el 70′ de partido. Samu Sáiz se sumó a la fiesta balompédica de Tyronne y Mérida y formó el trío de la victoria. Porque, al final, el resultado supuso mucho más que un mero empate. En el 57′ entró el madrileño sustituyendo a Camacho y se colocó en el costado izquierdo, ‘falsa’ posición, ya que luego Samuel es mucho de meterse por dentro, acertadísimo. En la primera que le llegó por dentro decidió asistirle a Tyronne, pero en la segunda no se lo pensó. “Samu” y “regate” van de la mano, y el espectáculo lo puso el palo. El Huesca, con nueve en ese instante, realizaba la machada.
Justo tras el gol, Anquela metió a Ros (63′) por Íñigo López -lesionado- y Bambock pasó a la zaga, junto a Carlos David. El panorama proseguía y las sustituciones blanquillas llegaron diez minutos después. Jaime por Pedro, para dar verticalidad y profundidad, y Ángel por Diamanka: ansiar el gol. El problema fue que uno, pese a marear a Nagore, llevaba siete meses parado y con Ángel, un 9, el Zaragoza seguía sin nivel en la medular. Lo palió cuando ingresó Tarsi a poco para el final y quedándose con tres atrás, pero el fútbol siempre le faltó.
No soy capaz de creerme el nivel de rendimiento y finura que ha alcanzado Luis Fernández, y le apoya que está de dulce, como el Huesca. Fran Mérida, además de dirigir y ser único, se desfonda y no desfallece, Tyronne es imparable cuando se ilumina y Samu Sáiz, un diablillo ‘red’, es el sentido más abstracto de la complejidad del fútbol hecha jugador, y realidad. Porque en el medio, donde todo se crea, éstos fueron más y mejores. Cómo y cuánto me gusta este Huesca. Al gallego que no me lo cambien. Y los otros, que no marchen.
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