La SD Huesca resolvió en poco más de veinte minutos un encuentro que era obligatorio ganar, y el Llagostera se lo permitió. En el segundo tiempo ya no hubo historia.
Corría el minuto 22 e, instantes después, el partido concluyó. Solamente hizo falta un disparo mordido y una acción duplicada. Un remate de primeras de Machís y dos jugadas idénticas: dos centros de Mérida y dos remates de Íñigo López. No se había llegado a la primera media del choque y el Huesca ya goleaba a un rival que parecía no haberse asentado todavía en el verde. Sin embargo, fue un rival que, sabiendo lo que se jugaba, que lo era prácticamente todo, salió valiente… aunque incapaz de superar el terreno local y permitiendo una enorme cantidad de ofensivas azulgranas que se consecutían. Y para colmo, ofrecieron una asombrosa pasividad en el balón parado. Dos saques de esquina iguales que se tornaron en gol. Ahí ya todo terminó.
No está de menos destacar -y ensalzar- el sensacional golpeo de balón Fran Mérida en los dos córners, así como la capacidad de su compañero para transformarlos. Pero era difícil creer que, tan pronto, el Huesca se encontrara 3-0 y ante un panorama demasiado asequible. Como si ni una gota de sudor se hubiese escapado de la frente de los azulgranas. Porque, ni se sufrió. Samu Sáiz dinamitó la mediapunta con sus arrancadas -una de ellas hizo que se lesionara- justó después de que Aguilera se hiciera con el esférico y Mérida lo distribuyera. Y qué decir de la potencia de Alexander y del gol de su compatriota; lo lleva en la sangre. Y es que el Llagostera no sabía ni por dónde les venían. Una verdadera calamidad la que sufrieron.
Juanjo Camacho (34′) jugó en el mismo sitio que Samu cuando el madrileño se lesionó y se tuvo que retirar. Y no fue el único el ’14’ el que abandonó el terreno de juego antes de tiempo por temas musculares, pues tanto Aguilera como seguidamente Mérida hicieron lo mismo. Fueron Bambock (53′) y José Gaspar (57′), respectivamente, quienes los sustituyeron, pasando Camacho al mediocentro junto con el franco-camerunés y Gaspar a la mediapunta. Lo bueno de todo es que salvo lo de Samu, lo de los otros dos parece un susto, ya que fueron sustituidos por precaución.
No os voy a engañar: la segunda parte fue horrible. Horrible porque uno ya había cumplido y el otro no podía sobreponerse. No hubo nada. Que aunque quedara tiempo, el Llagostera no era capaz de meter tres goles y el Huesca tampoco se lo hubiera permitido. Lo bonito, entonces, quedó en un José Carlos que le dio brillo a un partido cuyo análisis no tiene sitio: el triunfo azulgrana fue fruto de la increíble velocidad mediante la cual se gestó la victoria. Todo salió a pedir de boca.
El último tramo solo quedó para preguntarse por qué José Carlos, alguien que se crió en el Sevilla y que deslumbró en el Rayo Vallecano, está ahí. Su insistencia, solo para divertirse porque poco más podía hacer sobre el campo, tuvo recompensa, y fue el gol del honor para un Llagostera que acabó acumulando mucho balón porque el Huesca ni lo quería.
El onubense tiene una zurda exquisita, y una cabeza de Primera. Las lesiones han lastrado, y mucho, su carrera. Es muy difícil que el Llagostera tenga otra oportunidad: su tren con destino al olvido ya ha salido pero, al bueno de José Carlos, el fútbol le debe una. Y gorda. Y bonita.
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