Cayó en La Romareda un Huesca demasiado desgraciado y donde Anquela, timorato, decidió esperar el movimiento del rival para actuar, pero ya fue tarde.
A primera vista, una SD Huesca que jugó muy bien durante los primeros diez minutos, que reculó por mérito de los pases de Cani y las conducciones de Lanzarote, y que se fue al túnel de vestuarios con un futbolista menos y con la real sensación de no haber sido inferior ni haber merecido tal severo castigo de un trencilla que, antes de pitar el inicio, ya había adquirido el papel de protagonista. Pero, situémonos, porque a un derbi hay que meterle el bisturí.
Con Juanjo Camacho en el costado derecho por la baja de Alexander González, manteniendo a Samu en el enganche, y siendo Urko Vera el sustituto de Borja Lázaro en punta. Esas dos novedades más otros nueve, los por ahora titulares Sergio Herrera, Nagore, Carlos David, Jair, César Soriano, Bambock, Aguilera, Samu y Ferreiro (4-2-3-1). Que Urko Vera tuvo su particular estreno goleador antes del segundo minuto y que sorprendió, tamién, cuya prisa al definir, primero por un tiempo con el que ya contaba y luego con otro que se ralentizó a su favor gracias a la duda de Irureta.
Sin embargo, para el Huesca nada es sencillo, a pesar de poder resultar algo increíble tras firmar unos muy buenos diez primeros minutos. Un notable inicio por una característica y dos nombres propios. En primer lugar, por cómo ejecutaban la presión los azulgranas, cambiando de ritmo cuando el Zaragoza intentaba superar la primer línea, tanto por el centro como tocando a un costado. Y, en segundo lugar, por el nivel de finura de Ferreiro y, sobre todo, por el de precisión de Aguilera. Si sin balón, y gracias a una zaga de garantías, el Huesca imponía, con él rodaba y, lo más difícil, giraba y hacía girar a un Zaragoza que la buscaba.
Cada vez costaba más encontrar a Samu y Zapater iba comiendo terreno, cediéndole a Cani la faceta de ‘8’ puro, centrocampista tocador y de ‘ir y venir’ tras pasar. Ello lo aprovechó Lanzarote, que se erigió gracias al favorable contexto en el que se vio emergido su compañero. Ahí, el Huesca pensó en defender en su propio campo (repliegue en 4-4-2) y ya no entendía cómo volver a tocar, circunstancia que no resiste sin un centrocampista talentoso con balón. Para colmo, Bambock se fue a la caseta (44′) tras dos acciones dignas de revisión y el colegiado ya había encontrado su momento de la noche.
Ya con diez, el Huesca se situó en un 4-4-1 con Samu en banda derecha y Camacho junto a Aguilera. Urko Vera apenas ganó un duelo aéreo para desahogar a los suyos, algo clave en inferioridad numérica. Tras el primer cuarto de hora del segundo tiempo, al ex de Osasuna ya se le veía fundido y los azulgranas necesitaban velocidad arriba para aprovechar los espacios que el Zaragoza cedía a su espalda cuando subía. Anquela no arriesgaba en ello pero bien es cierto que el Huesca, defensivamente, se encontraba cómodo y no sufría.
El primer cambio no llegó hasta el 80′, cuando Boris Cmiljanic sustituyó a un Urko Vero que todavía se ha de encontrar. Cambio de hombre por hombre para aportar frescura y que el montenegrino fuese capaz de ‘alegrar’ a los suyos contra sus antagonistas blanquillos. El Zaragoza, por su parte, no llegó nunca a interpretar cómo hacer daño aprovechando esa superioridad. Ni tras el gol, por eso incluso decepcionó un tanto. Luis Milla no dotó a los suyos quienes, a pesar de monopolizar el balón en el segundo acto, no fueron superiores y encontraron la gloria por mediación de un fatídico error propiciado por la habilidad del ’empuje’.
El añadido del choque valió para ver de azulgrana a Vadillo (sustituyó a Camacho en el 92′, como también lo hizo Kilian por Nagore) y lamentarse a un Nagore que fue el defensa visitante que tiró desde atrás y llenó de energía a Samu y de temple a Aguilera para que el Huesca llegara a asustar sin prácticamente nada a su favor. No obstante, un buen Huesca se está cociendo. Y los resultados están decidiendo que sea como mejor acaba sabiendo: a fuego lento.