El español Andrés Abián, de 48 años, se lanzará este domingo a la conquista de la gélida Siberia a lomos de una bicicleta de 400 euros. Un viaje de más de 3.000 kilómetros durante el que tendrá que soportar temperaturas por debajo de los 40 grados bajo cero.
No es la primera vez que este conserje de un colegio zaragozano intenta hacer en invierno la ruta entre la ciudad de Magadán y el lago Baikal. El año pasado tuvo que desistir de su propósito tras sufrir la congelación de tres dedos de su mano derecha.
“Tuve un error del que he aprendido muchas cosas. Por ejemplo, esta vez llevaré el termómetro a la vista, pues lo que hacía era parar la bicicleta y ponerlo en funcionamiento. Ahora llevaré uno en el manillar para saber todo el tiempo a qué temperatura estoy”, explica Abián en la entrevista a EFE
Recuerda que aquello ocurrió porque al bajar de un puerto no se percató de que la temperatura había caído por debajo de los 40 grados bajo cero: “Me quité las manoplas para poder manipular la tienda de campaña y sentí síntomas de congelación en tres dedos. Me eché a dormir. Pasaron nueve horas, no estaba roncando, pero estaba vivo”.
Fue entonces cuando lo encontraron unos chicos. “Pensaban que yo estaba muerto. Les tengo que agradecer mucho, porque se preocuparon de mí”, añade. Pese al fracaso y a quienes le aconsejaron no volver a intentarlo, el zaragozano ha decidido regresar a Siberia una vez más para superar esta vez el reto.
El orgullo del aragonés
Andrés Abián se siente más preparado para su segunda oportunidad en Siberia. “Conozco bien la ruta, sé donde están la poblaciones. La tienda de campaña la llevo para cuando no encuentre nada para dormir”, analiza el conserje.
Asegura que no ha entrenado especialmente para este viaje a las inmensidades nevadas Siberia, ya que es una persona activa y le basta con su rutina diaria.
“Vivo a unos 40 kilómetros del colegio donde trabajo, y durante todo el año subo en bicicleta: hago todos los días 20 kilómetros de ida y 20 de vuelta”, explica para afirmar que prefiere subir a la montaña y jugar frontón con los amigos, que ir a entrenar en un gimnasio.
El viaje por los inhóspitos parajes siberianos se lo costea de su propio bolsillo, ya que no cuenta con ningún tipo de patrocinio. “Son unos 6.000 euros (unos 7.000 dólares) y tres meses de excedencia, sin cobrar. Hay que tener en cuenta que no es un viaje a Disney World. Voy a dormir en la tundra, en la taiga”, dice Abián, que destaca, eso sí, que los siberianos son “gente extraordinaria, superhospitalaria”.