En acusado contraste con el momento deportivo, Anquela anda nervioso. Muy nervioso. Lo ha exteriorizado en sus dos últimas ruedas de prensa. Denuncia, en síntesis, que algunos futbolistas se encuentran más pendientes de su futuro que del presente, que priorizan el lucimiento personal sobre el bien colectivo y que hay factores externos que, sumados a estos egos, desestabilizan el vestuario azulgrana. Lo dijo dos días antes del Huesca-Tenerife y lo repitió tras el 2-2. Dedicó a la cuestión más de la mitad del tiempo de sus alocuciones, por encima de los aspectos deportivos, y en un evidente tono de crispación.
Es probable que Anquela tenga buena parte de razón. No suele el jienense fantasear por interés propio ni ajeno, y quienes bien le conocen aseguran que es una persona sincera, visceral cuando entiende que ha de serlo. Tampoco parece que sea una estrategia para cargar con la presión, sostener él solo la atención mediática y liberar a los jugadores cuando sitúa a algunos de estos bajo la lupa de la sospecha. Entonces, lo que hace es lanzar un mensaje claro a sus receptores: ya vale. Y saca a la luz cuestiones que en otros clubes hubiesen permanecido encerradas de puertas adentro, resueltas o enquistadas pero al margen de lo puramente deportivo.
La decisión de Anquela de revelar esta presunta falta de implicación en algunos nombres, con Samu Sáiz como receptor no citado más claro, evidencia un nerviosismo que amenaza con eclipsar lo que de verdad importa. Lo último que necesita el Huesca en el tramo final de la temporada es perderse en batallas intestinas. Y más si el partido del sábado mostró a un equipo que parecía contagiado por todo este clima, cometiendo errores desacostumbrados y que pudo llevarse un carro de goles al descanso. El Huesca histérico de la primera parte bien pudo ser el reflejo del Anquela de estas fechas.
Resulta extraño que un técnico con dos décadas de trabajo a sus espaldas no sea capaz de controlar una situación que se habrá encontrado más veces. Él mismo ha insistido en que el curso pasado se encontró con un vestuario difícil, contrariado en varios casos por el cese de Tevenet. Dio la vuelta a la tortilla con mucha más discreción y prudencia que ahora. Vivir es relativizar y en el fútbol puede aplicarse esta misma máxima. Es más que posible que Samu juegue el año que viene al más alto nivel y que, acaso de manera incontrolable, dedique parte de sus energías a visualizar su futuro. Pero solo hay que repasar su rendimiento global, y también de los últimos encuentros, para exonerar al Rubio de cualquier culpa.
Anquela tiene la capacidad más que probada de gestionar una plantilla. Cae en la contradicción de censurar a futbolistas descentrados por su porvenir cuando él todavía no ha firmado su renovación para el curso que viene. Prefiere esperar a que acabe todo para no interferir en lo que hay en juego, dice. Por eso no encaja y ha de erradicarse el clima de nerviosismo que se ha instalado en el Camino del Cocorón. Choca frontalmente con la ilusión que se respira por jugar la fase de ascenso. Ni la derrota en Gerona ni el empate con el Tenerife han descabalgado del sexto puesto a los azulgranas, cuyo calendario es más propicio que el de algunos rivales directos.
El entrenador ha engordado un problema hasta convertirlo en un ‘problemón’. Y lo último que necesita el Huesca es zozobrar a las puertas de la Historia.
hasta ahora Anquela ha estado bien , pero en las ultimas ruedas de prensa no me esta gustando , no me gustan los entrenadores que arremeten contra sus jugadores tipo Paco Jemez , Samu le ha dado mucho a este equipo un salto de calidad capaz de ponerle entre los mejores , hay que mirarse la barriga , poner a Keko piña a Iñigo o a Alexander no es culpa de los jugadores