Las gotas que cayeron sobre la ciudad de Huesca pocos minutos antes de las cuatro de la tarde no borraron el ambiente especial que se palpaba en los alrededores de El Alcoraz. Con ese cosquilleo en la afición por saber que puede ser una bonita tarde arrancaba la fiesta del fútbol aragonés. Con el pitido inicial nadie recordaba ya las dos derrotas consecutivas azulgranas ni la buena dinámica del Zaragoza. Nada del pasado importaba y solo valía aprender de los errores cometidos para ponerlo en práctica a la hora de la verdad.
El bueno de Míchel recalcaba en la previa que no sería tarea fácil combinar esa motivación extra que genera el derbi con la cabeza bien estructurada que te exige un partido de este calibre. El Huesca fue capaz de implementar una estructura ordenada, sin fisuras y con mucho oficio. Fruto de ello, el equipo fue ganando en confianza y cuajó una primera parte encomiable. Cómodo con balón y arropado sin él.
Los azulgranas fueron aquel protagonista que tantas veces ha aparecido en el escenario de El Alcoraz. Con un antagonista blanquillo que, sin hacer mucho ruido, perforó la red de Álvaro cuando más daño hace. Parecía que el gol de Soro iba a dar alas al Zaragoza en el segundo acto, pero el Huesca –por fin- reaccionó al varapalo sin rechistar. En la cabeza tenía inculcado que la solución radicaba en aprender de los errores y que era vital el orden para crecer en el partido.
Corrigiendo errores
Los extremos a banda natural –que siempre me parecieron muy óptimos- le dieron aire al Huesca. El ejemplo más significativo fue el tanto de Okazaki que hacía estallar a El Alcoraz. Sergio recibe, regate hasta línea de fondo y centro raso para el nipón. Con un juego reducido en pocos metros, el equipo supo responder a las pérdidas propias y la buena presión y los robos tras pérdida dotaron a los azulgranas de ese plus para ganar el partido.
Al fin y al cabo, tres puntos en el derbi que valen lo mismo que cualquier otra victoria ante cualquier otro rival. Pero desde mi posición, tres puntos que reafirmaron que este Huesca puede llegar muy lejos a base de mirarse al espejo y con la insistencia de reconocer y trabajar los propios errores cometidos en el pasado.