El árbitro suele ser un protagonista secundario. Al margen de los actores principales. Sin embargo, cuando el colegiado decide acaparar la atención en detrimento de los jugadores, su actuación suele causar controversia y rechazo. Unos sentimientos con los que se identifican los más de 24.000 asistentes al partido ante el CD Lugo. O los otros tantos que lo vieron desde la televisión. Unos sentimientos que han vuelto a sentir tres semanas después, cuando Areces Franco pisó por primera vez esta temporada el césped de La Romareda para arbitrar al Real Zaragoza.
Por entonces, el Real Zaragoza salió victorioso ante el Elche gracias a un tardío gol de Luis Suárez de penalti. Una pena máxima que en primera instancia no fue señalada y que finalmente fue decretada por el colegiado tras la intervención del VAR.
Cuando el colegiado decide acaparar la atención en detrimento de los jugadores su actuación suele causar controversia y rechazo
Este sábado, la victoria para el equipo de Víctor Fernández se resistió. La falta de acierto de cara a portería y el planteamiento del CD Lugo provocaron que el conjunto maño no pudiera —por primera vez esta temporada— perforar la portería rival. Pero hubo otro condicionante tan inesperado como sorprendente. Areces Franco quiso ser lo que no debía. El protagonista.
Errores que pueden decidir partidos… y ascensos
El Real Zaragoza está en una inercia muy positiva. El buen juego desplegado se corresponde con unos resultados ilusionantes. El equipo aragonés es tercero con un partido menos, debido al aplazamiento del encuentro ante el Fuenlabrada. El buen arranque de temporada ha supuesto una creciente ilusión en los aficionados del Real Zaragoza, que incluso piensan que su equipo puede llevar más puntos de los que refleja la clasificación.
Ante el Lugo, se consiguió un punto. O se perdieron dos. La sensación que dejó el partido se corresponde más con la segunda opción. 65% de posesión y 25 disparos son la clara muestra de que el Real Zaragoza fue superior, muy superior al equipo gallego. Una superioridad que también podría haber sido numérica desde el minuto 30.
Raphael Dwamena se marchaba solo contra Varo, cuando justo en el borde del área era derribado por Carlos Pita. El defensor, sin intención de jugar el balón, zancadilleaba al delantero zaragocista por detrás cuando éste, sin oposición, estaba a punto de poner por delante a su equipo. El propio Pita miraba el cielo a sabiendas de lo que le esperaba. Una cartulina tan roja como clara. Así lo dictamina el reglamento. Pero Areces Franco no lo consideró así, mostrando la tarjeta amarilla y haciendo estallar a la misma afición del Real Zaragoza a la que ya desquició hace menos de tres semanas.
La prepotencia no lleva a ningún sitio
Más de dos minutos se perdieron durante las protestas ocasionadas por la falta a Dwamena. Varios minutos más por la excesiva tranquilidad con la que los jugadores del Lugo —siempre dentro del reglamento— se tomaban cada parón del partido. Ni un segundo añadió el colegiado en la primera mitad, cortando incluso una jugada de ataque del Real Zaragoza.
«Esto lo acabo yo porque me apetece y cuando me apetece» debió pensar Areces Franco. También generaría una estridente pitada el añadido de la segunda mitad. Cuatro minutos resultaban irrisorios cuando se habían realizado los seis cambios, varios jugadores del Lugo tuvieron que recibir asistencia médica y Vigaray tuvo que ser retirado en camilla.
Sin embargo, su actitud frente a los jugadores zaragocistas fue lo más llamativo del colegiado. Como ocurrió frente al Elche, el trencilla se encaró con varios jugadores. Kagawa volvió a tener discusiones airadas con él, al igual que Luis Suárez, que acabó totalmente desquiciado.
La actitud de Areces Franco desesperó al Real Zaragoza. Así como sus decisiones, tanto en el partido contra el Elche, como en el de ayer, contra el Lugo. Los espectadores no se acordarán de que ambos equipos le dieron al palo. Ni siquiera se acordarán de cómo acabó el partido. Sí lo harán del protagonista. El innecesario protagonista.