La SD Huesca quiere un lugar en la historia. Y este curso, sin fichajes de renombre, le confió su suerte a su nuevo entrenador. En el plan del conjunto oscense, se le encargó a José Ángel Ziganda la tarea de construir un equipo de autor. Y Ziganda cree en los conceptos colectivos, en la idea de formar un bloque sólido, cerrado a cal y canto, capaz de trabajar todos los detalles. Sin demasiado brillo en su inicio, ha conseguido una cualidad que siempre se aprecia en el fútbol: que los equipos se parezcan a sus entrenadores. El Huesca de siempre es ahora el Huesca de Ziganda.
La mejor virtud del grupo reside en la lectura de los partidos, en la adaptación a los contextos del rival. Y vence o pierde por lo justo, a través de los pequeños matices que definen los partidos. En el Alcoraz la receta ha cambiado: primero piensan en la salvación y la ambición la marcará la competición, el día a día. Mientras tanto, se ve a un equipo sin grandes nombres ni demasiadas ocasiones en los partidos, pero capaz de economizar todos sus recursos. Genera poco y concede lo mismo. Y si en ataque cree en el talento de Juan Carlos Real, en el regate de Joaquín Muñoz y en la aparición de José Ángel Carrillo, en el otro lado del campo aparece Andrés Fernández como símbolo. El portero murciano es el dueño de todos los milagros; el Cristian Álvarez del Huesca.
Kento Hashimoto tiene el valor de un hallazgo, el espacio que se le otorgan a los grandes descubrimientos. Es un ciempiés, un jugador preparado para hacer mil cosas en una sola. Recupera, conduce y se proyecta, capaz de sostener a su equipo a través del entusiasmo. Le acompaña más sólido que nunca Cristian Salvador, para equilibrar todas las balanzas.
Y si en algo incide el Cuco Ziganda es en la solidez del grupo. Su Huesca es fiable en la defensa del área y no importa si en los cromos de su zaga actúan los Pulido, Blasco, Florián Miguel o Ratiu. La propuesta se mantiene: protegerse bien, guardar todas las ventajas y despejar el centro sin fisuras. Sigue, eso sí, sin encontrar las referencias ofensivas que tuvo en el pasado. Un breve repaso ofrece piezas de la talla de Rubén Castro, Cucho Hernández, Chimy Ávila, Enric Gállego o Rafa Mir en sus filas. Sus relevos, algunos de cantera, aunque sean ilusionantes no lucen tanto como esos predecesores, esos que explicaron que el Huesca haya vivido la mejor década de su historia.
Como si el fútbol funcionara por un mecanismo de oposición, el Zaragoza vive por su parte su etapa más negra. Y el equipo de Escribá contempla la cita como una oportunidad, como una ocasión para acortar todas las distancias. El partido tendrá, como siempre, un componente emocional muy especial y un valor estratégico para los dos. Y la SD Huesca, que fue durante mucho tiempo el hermano menor, quiere contar su propio relato en La Romareda.