Como si todo tuviera un final predestinado y su destino fuera tocar el cielo, está viviendo la afición azulgrana una temporada llena de emociones seguramente desproporcionadas pero que marcarán el latir de un sentimiento que está alcanzando su mayoría de edad. Porque el fútbol es eso, una concentración de sentimientos, donde muchas veces impera el sinsentido y la lógica huye de toda razón.
Es allí donde se está moviendo un equipo azulgrana que pasará a los anales de su historia por firmar una temporada espectacular. Pero ¡no! Allí no está la noticia; la gente ambiciona un desenlace que lleva visos de ser una gesta para admirar. El conformismo ha chocado con la ambición desmedida de un club que ha contagiado a su gente a base de esfuerzo, valor, calidad y derecho a la equivocación.
“La vida nos ha demostrado que existe una segunda oportunidad”
Es aquí donde radica el secreto de un equipo, una prensa y una afición que ha recibido multitud de enseñanzas, multitud de consejos, pero que ha mantenido impasible su esfuerzo por no variar, no desestabilizar y mantener su confianza en lo visto. Seguramente los diferentes momentos pedían diferentes reacciones, pero si teníamos que morir, debíamos hacerlo con los mismos ingredientes que nos trajeron hasta aquí. Traicionar nuestros ideales hubiera sido el principio del fin. Uno es lo que vive y vive por lo que es.
El camino pedía mesura, confianza y responsabilidad. Será difícil predecir cómo va a terminar todo esto, pero de una cosa estoy orgulloso: de este equipo, de esta provincia y de esta ciudad. Siendo humildes, coherentes, pero a la vez ilusionados. Posiblemente se haya cometido innumerables errores, las heridas dejadas por el pasado han sido muy duras, nos hicieron dudar, acecharon en nuestros interiores como nunca antes llegamos a imaginar, pero nos han ayudado a crecer, a ser mejores; en definitiva, a volver a valorar que llegar a este punto ha supuesto un esfuerzo colosal. Quien más o quien menos soñó con un Huesca en Primera División. Eso no fue perder la humildad, fue disfrutar de la realidad. No nos fustiguemos, teníamos derecho a equivocarnos, somos humanos; la vida nos ha demostrado que existe la segunda oportunidad.
“Han vuelto a demostrarnos que ansían un sueño; ayudémosles a que se haga realidad”
Y estamos en ello, radiantes, con la moral recobrada. Sabedores que el margen de mejora es muy grande y que, sin tiempo para lamentaciones, debemos intentar alcanzar. El tiempo se estrecha, el camino se atisba, la historia nos ha vuelto a llamar. Y allí es donde la afición va a jugar un papel fundamental. Se avecinan 6 partidos emocionantes y el sábado no podemos fallar. Se lo debemos, nos lo merecemos.
Aprender de vivencias pasadas, de clubes con una historia y una masa colosal es el mayor de los legados que en este momento debemos de practicar. Azulgranas, oscenses y seguidores en general, no se dejen nada dentro. Bufanda al cuello, con la cruz, azulgrana o cualquiera de nuestras camisetas, qué más da, convirtamos el próximo partido en una fiesta que sea difícil de olvidar. Y si se falla en el intento, la respuesta no tengo la menor duda que será de reconocimiento y agradecimiento. Pero mientras hay vida, hay esperanza, y este es un tren al cual nos debemos aferrar. Ser ambicioso no te exime de ser agradecido. Cada cosa a su tiempo; ahora es ahora, soñemos con fuerza, a lo grande. Estos jugadores, técnicos y miembros del club en general, han vuelto a demostrarnos de nuevo que ansían un sueño; ayudémosles a que se haga realidad.
Y una última cosa: juntos somos más fuertes. Cuidemos al vecino, al nuevo socio, al debutante en el estadio y enseñémosle a disfrutar. Todos somos necesarios y, llegados a este punto, cuantos más seamos, más sonrisas e historias tendremos mañana para contar.