ZARAGOZA | Sinan Bakis es un jugador que no merece ser el delantero centro titular del Real Zaragoza. Y esto no es algo que diga yo, que no soy nadie, lo dicen los hechos basados en lo que ha hecho sobre el terreno de juego, y esos sí que son difíciles de rebatir. Un delantero que cobra casi un millón de euros según los principales grupos de comunicación de la ciudad, un salario de delantero de primera división de mitad de tabla para abajo, debería haber marcado algún gol, aunque fuera sin querer. Pero no es el caso. Bakis cuando no está lesionado juega como si lo estuviese, y así es muy difícil lograr los objetivos.
El Real Zaragoza fichó a Bakis pareciendo que fichaba al Mesías, el profeta que estaba tras la tierra prometida y la salvación del zaragocismo. Demasiada responsabilidad para una persona que venía de un equipo tan acostumbrado a la presión y a la necesidad de conseguir sus objetivos como el todopoderoso Andorra, espero que se note la ironía, pues no tengo nada contra ese equipo. Pues en estas, este jugador portentoso, en este equipo de tanto pedigree, va y marca la friolera de 12 goles, entre ellos varios de penalti. Con esas credenciales, los mandamases de la cosa deportiva en la entidad deciden acometer su fichaje. Que no se nos escape un jugador tan prometedor que cumple los treinta este mes.
El Real Zaragoza ha sido tierra de conquistadores del gol, desde los cinco magníficos, Seminario, Arrua, Diarte, Rubén Sosa, Pardeza, Higuera, Esnaider, Morientes, Milosevic, David Villa y alguno más que si no lo escribo es para hacer de este texto un artículo y no un periódico entero. Cualquier parecido entre estos jugadores y los delanteros de los últimos años en segunda división es pura coincidencia. Por eso de llevar el “9” en la espalda, aunque ahora los jugadores llevan cualquier número para romper una de las tradiciones de este deporte que no hacen daño a nadie. El “3” para mí siempre será el lateral izquierdo, y el “10” el mediapunta o el jugador que juega detrás del delantero y que tendría que tener una clase excepcional que mereciera la misma nota académica de ese número. Un número “maradoniano”, para qué complicarnos la vida. Nuestro “9” ahora lo lleva Azón que si no lo mancilla es por su zaragocismo demostrado y un pundonor imposible de poner en duda. Y qué narices, porque entre otras cosas lleva tres goles más que el galáctico turco.
Bakis es un jugador que deambula. Corre poco o nada. Le gusta bajar a la zona de tres cuartos o al centro del campo, a recibir de espaldas y hacer un par de controles con los que pretende dejar patente que tiene algo de clase. Una clase inane, que no sirve para nada. En un partido como el último ante el Tenerife, donde se disfrutó de bastantes ocasiones, fue incapaz de tirar a puerta, cosa que sí que hicieron ambos centrales, también Toni Moya, Maikel Mesa y Azón entre otros. Pero el señor del millón de euros y cuya misión es la del gol, o por lo menos rematar algo, aunque sea un servilletero, volvió a ser esa nada andante, porque correr no corre, aunque sí que es “corriente” en su calidad y desempeño.
La afición le despidió con aplausos en este último partido, como se hace con la persona cercana, ya sea un hijo o un amigo, del que se sabe que no tienes muchas cualidades para casi nada, pero que se le aplaude el simple hecho de cumplir, aunque sólo sea en una faceta sobre el todo, al ser capaz de caminar y comer chicle a la vez y no atragantarse. Los aplausos de pena o lástima están muy bien en los niños o adultos con pocas capacidades diagnosticadas, pero en un adulto con unas capacidades no solamente normales, sino por encima de la media, si no fuera así cualquiera podría jugar al fútbol profesional, y no es así, o me gustaría pensar que no lo es. El Zaragoza no está para levantarle la moral a un jugador de una frialdad más que evidente. Bakis no es Francés, Francho o Azón, nuestra Santísima Trinidad, y los que sí se merecen todos nuestros aplausos en cualquier estado moral y físico que se encuentren.
Bakis es demasiado aburrido y desesperante para seguir escribiendo sobre él. Perdonen las molestias, aficionados. Y la dureza, Sinan. No es nada personal.