ZARAGOZA | Cerca de 2000 personas acudieron al entrenamiento de puertas abiertas del Real Zaragoza. El zaragocismo más joven, entregado, se reunió en una respuesta que siempre parece conmovedora. El sol alegró la mañana y se vieron las primeras claves del método Ramírez. Se escuchó la voz tensa de un técnico que se aplica en los detalles, que no cree ser más que ninguno de sus acompañantes. Cambia los conos y pide respuestas entre su cuerpo técnico, dialoga con los futbolistas, especialmente cercano con Toni Moya o Marc Aguado. La afición cantó los goles de sus futbolistas, con la esperanza de que el 2025 sea un año distinto y no demasiado parecido a todos los anteriores.
Ramírez dividió el entrenamiento en tres fases muy concretas. En la primera, se ensayaron centros desde las bandas, en tres posiciones definidas. Servicios más abiertos, desde la pura banda y ganando la línea de fondo. En la segunda fase, se jugó un partidillo en espacio reducido, con el apoyo de comodines situados fuera del circuito. En el último tramo se ensayaron disparos a portería cerca de la afición, en una prueba en el que no todos los futbolistas participaron.
Calero destacó la intensidad de Ramírez en los entrenamientos y Pau Sans destacó la felicidad que le produce una práctica llena de zaragocismo. Si Calero se centró en competir juntos, en estar unidos en los buenos y los malos momentos, Pau Sans sonrió al hablar de “lo que todos queremos”. Una nota empañó la jornada. El partidillo se jugó en el fondo opuesto al lugar en el que se reunieron los aficionados, en una decisión que mostró poco tacto ante una generación militante, absolutamente incondicional con el equipo. Si el tiempo de cambio era la excusa para no modificar la idea inicial, tampoco sirve. A veces cuesta más tiempo permanecer en el error que reconocer que estabas equivocado.
La enmienda llegó al final, con las firmas de los futbolistas. La plantilla firmó sin mirar el reloj, delicados en su trato con una masa zaragocista, joven, incondicional, que recibió del Real Zaragoza un regalo anticipado. El baño de zaragocismo sirvió también como una despedida: los nostálgicos llegaron a pensar que podía ser el último entrenamiento a puerta abierta de La Vieja Romareda.