ZARAGOZA | El Real Zaragoza ha encontrado en Bebé el mejor de los atajos. Sus dos goles en sus primeros dos partidos han simplificado el fútbol y ahora cuesta recordar a qué jugaba este equipo cuando no estaba el portugués. Su encaje ha sorprendido a casi todos. De él se esperaba un rendimiento inmediato, pero no que se hiciera con las riendas del juego desde el primer día.
La grada le mira y el portugués busca el disparo casi desde cualquier lugar. Aglutina el juego, provoca el respeto de sus compañeros y los rivales temen su regate de izquierda a derecha y el lanzamiento que viene después. Así llegó el tanto frente al Alavés y así ha conseguido levantar al público de La Romareda con todos sus intentos (16 en cuatro partidos).
Bebé, solista en un juego colectivo
Bebé nunca descifró bien el juego de equipo y se sospecha que ni siquiera le interesó hacerlo. Sus cualidades son otras. Su mejor virtud siempre fue resolver por la vía individual un juego colectivo. Más feliz en el regate que en la asociación, le cuesta ubicarse entre las líneas o girarse sin saber lo que tiene detrás.
Hay quien cree que su punto de partida se solapa con el de Simeone, cómodo en sus caídas a banda. Allí, en ese lugar del juego, ambos se pisan las huellas y se buscan mucho más de lo que se encuentran. No hace falta ver mucho al Real Zaragoza para descubrir que la evolución ofensiva del grupo pasa porque Simeone y Bebé se entiendan como lo hicieron en Andorra: en ese gol descubrieron la mejor pista de Escribá.
Bebé rebosa confianza, vive de su amago, de su calidad individual y de un golpeo extremadamente particular. Parte de su empeine y dibuja una bomba inteligente, imprevisible también en el camino que separa el acierto del error. El disparo de Bebé puede ir a muchos sitios, pero en caso de alcanzar la portería, es casi siempre imparable.
Ahora que Escribá ha encontrado el talento diferencial en un solo futbolista, se resiente el plan colectivo. Mientras tanto, le pide regularidad a un jugador que siempre fue inconstante, hecho para los momentos y no las temporadas. El portugués vive al margen de todas las cosas y protagoniza hoy una guerra personal, una batalla que escribe por su cuenta.