ZARAGOZA | La suerte del Real Zaragoza cambió en invierno, a última hora, con la cesión de Tiago Bebé. Juan Carlos Cordero apuro el mercado y encontró la solución en Vallecas, con una mediación decisiva: Miguel Ángel Gil Marín intervino en la operación. Llegó Bebé, un solista que siempre pareció un incomprendido. El portugués entiende el fútbol como una ecuación simple y se ve a sí mismo como la x que todo puede despejarlo. En Zaragoza encontró su contexto ideal: era un equipo al que le faltaba atrevimiento, desequilibrio y disparo desde la larga distancia. Alguien que acortara los caminos hacia el gol. Y Bebé siempre fue un atajo.
Bebé ha marcado 4 goles en Zaragoza y ha dado 1 asistencia, pero, por encima de todo, ha definido un cambio de tendencia. 51 disparos lo reflejan mejor que ninguna otra cosa. Basta observar cualquier partido en La Romareda para darse cuenta de que en Zaragoza se aprecia su juego. Cuando toma el balón, la grada le pide el disparo desde cualquier parte. Es un acto de fe y una gran concesión: la afición acepta que Bebé sea el mismo jugador que siempre ha sido. Quizá porque su reacción en la temporada solo se entiende a través de su llegada.
El fin de la historia parece ya escrito. Bebé usó sus redes sociales para hablar del Real Zaragoza en pasado. Definió su paso por el Zaragoza como un “tiempo muy especial y una experiencia única”. La cesión finaliza y su regreso al Rayo Vallecano parece definitivo. La afición guardaba una esperanza. El portugués dijo en privado que en La Romareda había vuelto a disfrutar del juego, que pondría de su parte para quedarse. Su cercanía con Martín Presa hizo creer que el acuerdo de una prórroga era posible, pero hay dos elementos que han jugado en contra de esa posibilidad. El salario del futbolista es difícil de asumir para un equipo de Segunda. El segundo parece más reciente: la marcha de Iraola le da la posibilidad de ser más importante en Vallecas de lo que fue en la primera mitad de la temporada.
Si nada cambia de un modo radical, Bebé no formará parte del nuevo Zaragoza. La Romareda siempre recordará al jugador que le cambió el rostro a la temporada y el portugués siempre pensara que fue feliz en la ciudad del viento.