El Real Zaragoza es una bestia implacable. Un animal desbocado. Una fiera indomable. El Real Zaragoza es, sin que haya lugar para la duda, el equipo más competitivo de la dichosa Segunda División. Con la competición cerca de llegar a puerto, algunos transatlánticos han ido perdiendo fuelle, quedándose descolgados de la lucha por el ascenso directo. Otros, los que han ido resistiendo el intenso oleaje de una competición tan exigente, parecen comenzar a marearse ante la velocidad de vértigo que ha adquirido el velero de Víctor Fernández. Un velero liderado por una tripulación buena, bonita y barata.
El Real Zaragoza ha conseguido ser el segundo equipo más goleador gracias a una delantera sin apenas caché, con jugadores llegados fuera de los mercados y con jóvenes reconvertidos, a la vez que ansiosos de demostrar su valía en el fútbol profesional. Posiblemente sería demasiado atrevido catalogar el estilo del Real Zaragoza con la etiqueta de jogo bonito, pero lo cierto es que el equipo de Víctor Fernández seduce al espectador. También al neutro, que no es moco de pavo. En ataque, el equipo maño es un filón, una máquina trabajada, que funciona a base de automatismos pero que también es capaz de dejarlos a un lado cuando sus engranajes son capaces de inventar cosas nuevas. Porque lo monótono acaba siendo previsible, y viceversa. Por ello, frotar la lámpara de vez en cuando en busca de fórmulas nuevas es fundamental.
La inercia positiva del Real Zaragoza ha ido acompañada de una seguridad defensiva reseñable, pero sobre todo ha sido provocada por un juego ofensivo veloz, trepidante e impredecible. Los famosos “jugadores de buen pie” han dado al Real Zaragoza unos aires de superioridad evidentes. Véase que ningún rival es lo suficientemente atrevido —o inconsciente— de jugarle de tú a tú al cuadro aragonés. Todos los rivales, bajo un repliegue más o menos intensivo, han dado el poder de decisión al Real Zaragoza, tratando de minimizar las apariciones de “los de buen pie” en espacios peligrosos. Sin embargo, cada vez es más complicado conseguirlo.
La llegada de Burgui ha sido la guinda a un ataque de mucha enjundia. Éste llegó fuera de mercado gracias a una cesión, como también lo hizo Puado en su día. Ambos fueron el plan C de un Lalo Arantegui que no hace más que engrosar la lista de aciertos. También cedido se encuentra Luis Suárez, cuyo caché se reducía a un puñado de goles en el colista de Segunda la pasada temporada. Pese a ello, junto a Puado son la pareja de moda de LaLiga SmartBank. A ellos se suma otro cedido, Álex Blanco, un canterano al que ya se le ha sacado rédito y una estrella mundial que llegó libre. Vamos, que la delantera del Real Zaragoza ha salido casi a coste cero, un chollo.
Sin embargo, su revalorización es digna de estudio. Ésta practica un fútbol de salón, con momentos brillantes y decisivos. Se asocian como si llevasen toda la vida jugando, cuando apenas llevan unos meses. Algunos ni eso. El público de La Romareda, acostumbrado a padecer, y casi desfallecer con las últimas delanteras, no puede mostrarse más ilusionado y esperanzado con la actual. Los arrebatos de Suárez, las conducciones de Puado, la calidad de Soro, la electricidad de Álex Blanco, los detalles de Kagawa y los recortes de Burgui son el premio a un espectador deseoso de ver buen fútbol. No el jogo bonito, pero sí algo que se le parezca. Algo distinto a lo que propone el resto. Algo bonito, sacado de buenos jugadores que más baratos no han podido salir.