Ante un durísimo rival, la SD Huesca en ningún momento se quedó por debajo del nivel de un partido de un ritmo alto y de los mejores en cuanto a calidad que se han disputado este curso.
Un Girona muy fuerte, efectivo arriba y consistente atrás. Durante los 90 minutos, algo al alcance de pocos. Basando su juego en la precisa circulación y en el eficaz y seguro remate por acumulación. Los pies y la cabeza perfectamente cubiertos, como dirían. Prácticamente infranqueable, y el Huesca pudo con ello.
El Huesca le supo jugar al cuadro de Pablo Machín, desplegando sus mejores minutos justo cuando se vio remontado. Borja Lázaro supuso todo poder en su posición, con un gran apoyo como Samu y otro que no se queda corto como el de Nagore, quien incluso anota. Vadillo, sin embargo, todavía no es tan preciso en su contacto con el balón para llegar a ser lo verdaderamente determinante que puede resultar y que es algo que ya es Samuel. Todavía le falta.
No obstante, atrás hubo diferencias. Que al insuficiente ritmo de Íñigo y a la inferioridad en cuanto a consistencia atrás y calidad arriba de César Soriano respecto a Brezancic, se sumó un Jair extremadamente poco fiable con balón, algo torpe y descuidado con él. Y el Girona, cuya manta es tan buena que tapa hasta la cabeza, no perdona cuando acecha, aun con un increíble Sergio Herrera.
Totalmente contrapuesta fue la segunda mitad. El Huesca llevó la iniciativa desde el comienzo de la misma ante un Girona que no se complicaba en absoluto. Aparecieron los cambios cuando mejor estaba el equipo para añadir claridad a la búsqueda del objetivo. Álvaro Vadillo fue el primero en salir (58′), siendo sustituido por Alexander González, quien regresaba tras estar ausente. Con el venezolano ofreciendo amplitud en la derecha y un Samu que ya se había activado, el conjunto azulgrana llegó a monopolizar el cuero. Notable.
David López sustituyó a Íñigo López (64′) para actuar en la medular, pasando Bambock a la zaga. Melero, Samu y el propio David serían los encargados de ejecutar por dentro y abrir hacia los costados mientras la referencia se resguardaba arriba. Los de Anquela se mostraban incisivos, combinando siempre con balón y por dentro. Muy completos en ataque, llegando. A su vez, el Girona dejaba a dos hombres descolgados para aprovechar al máximo sus transiciones ofensivas. También, en ocasiones podían combinar en terreno azulgrana de manera sencilla a causa de la poca presión numérica de los futbolistas del Huesca.
El último en participar fue Urko Vera (74′), quien sustituyó a Jair. Un último cuarto de hora para convertir o morir, pero sin desistir. Ni en el deber ni en la idea, la buena. El vasco salió vencedor por alto, pero cayó por bajo, como su disparo. Con Urko sobre el verde, el Huesca se ordenó en algo parecido a un 3-2-3-2. Nagore, Bambock y Soriano cerraban atrás, a los que incluso se añadía Melero para sacar el balón jugado mientras formaba con David López en la medular. Alexander, Samu y Ferreiro fueron los mediapuntas y Borja Lázaro y Urko Vera quedaron arriba.
Apareció el balón aéreo como opción aunque no descabellada ni temprana. En dos colgados el hacer de Urko Vera propició que tocaran el área del Girona pero las acciones quedaron en nada. El Huesca estuvo hecho para sacar algo positivo pero su mirada al frente lo mantuvo hasta el último instante en alerta, algo sin lo que no hubiese amenazado a su rival hasta que el árbitro quiso. La mejor derrota posible, la que mejor sabe dentro de la amargura, que a pesar de no impedir la molestia, evita el dolor, y el duelo.
Este Huesca sabe; qué quiere y cómo. Porque siempre juega; ya nunca se deja con balón. Porque siempre ejecuta lo que se propone, y lo que pretende es más que bueno. El techo de posibilidades todavía es inalcanzable, y ante el honor no hay sitio para lamentaciones. El único requisito: seguir el camino.