El Cádiz le arrebató los tres puntos en el descuento a un Huesca que ‘regaló’ balones, que dominó el esférico y que fue superior a un conjunto, el gaditano, que le hizo sufrir la crueldad con la que los de Anquela triunfaron en Reus una semana antes.
Inútil insistencia aérea
Sin Borja Lázaro, el Huesca no puede pretender hacerse fuerte en campo rival con balones largos en busca de su delantero centro. Repitiéndose lo que se viene sucediendo en semanas anteriores, Sergio Herrera (o la zaga) lanzaba en largo cuando no le era necesario arriesgar saliendo en corto y ante un rival bien colocado sobre el césped. El receptor, Vinícius. El brasileño tiene más clase, mejor toque y mayor 1 vs 1 que Lázaro. En definitiva, es mejor delantero que el madrileño, incluso capaz de proteger el esférico y deshacerse en cualquier situación cuando éste le llega a ras de suelo. Sin embargo, este Huesca necesita de Lázaro, de su ‘9’.
Porque cuando, acertadamente, decides ser más vertical en lugar de jugártela tocando en corto, necesitas que alguien te permita dominar el cuero que llega por el aire en campo rival. Que es que el Huesca, en la totalidad del encuentro, perdió hasta 22 balones más que el Cádiz (78-56) y también recuperó muchos menos (44-61). ¿Cómo puede explicarse esto si daba la sensación que el Huesca dominó al Cádiz, sobre todo en el segundo acto? Porque la mayoría de esos balones perdidos y pocas recuperaciones se produjeron en un primer tiempo en el que, por ausencia de Lázaro e insistencia en buscar a Vinícius por arriba, el Cádiz dominaba cada balón que le sobrevolaba. Su medular recogía el cuero, templaba, y dirigía su ataque hacia ambos costados.
Ausencia de Ferreiro en izquierda (sin Vadillo)
A causa de ello, cuadro de Cervera (en un 4-1-4-1 sin balón) llegó a inquietar el área de Herrera, sin necesidad de rascarse la cabeza y ponerse a pensar cómo dañar a su rival, que con balón resultaba espeso. No existía juego fluido cuando la pedía en corto y con insistencia Melero (más que correcto) e intentaba salir por el costado de Soriano porque no se producían movimientos dentro-fuera ni fuera-dentro (estático David López en ese sentido). Un muy poco apoyo al jugador poseedor de balón que se traducía en balones al espacio (aéreo o dirigido lateralmente) a la carrera de Vinícius o Samu, como indicaba Anquela desde la banda.
Por derecha, Akapo y Ferreiro se compenetraban con acierto y por dicho costado el Huesca intentó generar más con balón. La ausencia de Vadillo no influye solamente en él mismo y en que el Huesca pierda a un jugador desequilibrante, sino que su equipo pierde a un jugador de enorme dinamismo con y sin balón, necesario en izquierda, con Soriano. El gallego en derecha se muestra igual, pero el Huesca pierde presencia activa donde se encuentra César.
Control absoluto, Melero llegador
El Huesca firmó unos excelentes diez primeros minutos tras la reanudación. La posesión estuvo divida en la totalidad del encuentro (54-46), pero el Huesca atesoró muchísimo el esférico en el primer tramo del segundo acto, dominando al Cádiz, metiéndolo en su campo y logrando, de este modo, ponerse por delante. Un Huesca incisivo y muy llegador, algo remarcado por la figura de Carlos Akapo, pieza ganadora. Tras ello entraría Alexander (por David López, 62′), colocándose en derecha y pasando Ferreiro a la izquierda; ahí.
Así, hasta el 81% de posesión alcanzó el cuadro azulgrana en esos minutos. Al conjunto cadista le costaba horrores hacerse con el balón mientras el Huesca controlaba, pausaba y aceleraba a su antonjo, llegando a tocar en espacio reducido ante la presencia del rival. Melero era el jugador iniciador a la par que finalizador; Ferreiro, su constante apoyo y ejecutor del balón parado tras la salida del vasco, y Vinícius, más móvil que nunca cayendo a la banda izquierda para contener el esférico mientras Samu, aunque bien reducido por parte del Cádiz, dañaba por dentro, apoyando a Akapo y Alexander.
La cruel casualidad
Volvió a tener minutos Vadillo tras su lesión (por Ferreiro, 83′), y también Sastre (por Vinícius, 86′). Lógico a la par que acertado. El Huesca terminó con Aguilera ligeramente por detrás de Melero y Sastre y siendo Samu la referencia arriba, cual falso ‘9’. Al Cádiz le quedó retrasar a Garrido y que Sankaré se fuese arriba a intentar ganar todo lo que lanzaron los visitantes, sin claridad alguna, aunque con esperanza. El central cadista peleaba con Aguilera el salto tras el envío de Cifuentes y, con Carlos David, los balones que amenazaban a la zaga azulgrana. Imperiales ambos.
A un Huesca que dominó, tuvo el control, fue superior a su rival y que se ordenó y protegió de forma más que correcta en los instantes finales, en los que el partido se rompió y el cuero se dividió, nada le podía pasar. Nada, salvo el azar del fútbol. Que existe y, en ocasiones, decide. Porque en el primer y único saque de esquina del rival, el Huesca sufrió en sus carnes lo que le hizo padecer al Reus seis días antes. Para aprender, para seguir, para crecer.