HUESCA | Jaime Cardiel es uno de los buques insignia del Intec Zoiti que este sábado 6 buscará dar otro paso en el camino a la División de Honor del atletismo español. Casi nada. Orillado por la potencia de otros deportes, especialmente del fútbol, Huesca capital quiere añadir otra muesca de calidad en el deporte nacional. Se dice pronto, pero es algo colosal. Una ciudad de 50.000 habitantes quiere regresar a la categoría más fuerte del atletismo español. Y no solo es que quiera, es que está en el carril para lograrlo. Especialista en 110 vallas, Cardiel se queda más con la definición de “responsabilidad” que de presión para lo que hay en juego el sábado. El primer paso se dio en Gandía donde se ganó el torneo cuadrangular y ahora se quiere dar otro en casa. Luego quedará el definitivo, en Madrid. Pero antes, el sábado 6. No se puede fallar.
Como todo deportista de élite por su cabeza sólo pasa ganar. La decepción sería quedar tercero. Ganar en Gandía les da, digamos, un balón de oxígeno, pero sin duda lo mejor es triunfar en un cuadrangular en el que tendrán como rivales a los clubes de Alcorcón, Durango y Elche. Cosecha del 2000, nacido en Huesca –rápidamente suelta que también se siente muy de Salinas de Hoz, a unos cinco kilómetros de Barbastro, cerca de Naval-, Cardiel registra como mejor marca en los 110 vallas 14s19d. Fue en Santander. De la quinta y amigo, de Enrique Llopis y Asier Martínez, hoy estrellas mundiales, lanza un buff cuando se le pregunta qué le falta para ser como ellos. Y es un segundo, bajar su marca en nada… y que es todo un mundo. Asier tiene como mejor marca 13s17 y Llopis 13s30d. Han competido y les ha ganado como ha perdido contra ellos.
Objetivo
Su objetivo es bajar de los 14 segundos y el reto es mayúsculo. Un segundo no es nada en la vida, 19 décimas, menos. Pero para un atleta de su nivel es tan duro como complicado. No hay algo concreto que se pueda limar. Que si la salida de tacos, que si las zancadas entre las vallas –da tres-, que si la forma de llevar los brazos. No. Es una mezcla de todo. Y así lo explica: “Es una explosividad que no todo el mundo puede conseguir. Si tuviera claro que hubiera llegado a ese punto habría apostado por jugármela un par o tres de años a ello”. Con 187 centímetros de altura y 83/84 kilos de peso tiene perfectamente asimilado lo que es ser deportista desde la base. Además cuenta con el apoyo de su hermana Ana, nutricionista, y del gimnasio J10 que “me facilitan estar allí siempre que lo quiero”.
Cardiel se aleja del tópico de la vida sacrificada de todo deportista de élite, aunque también es cierto que se aleja mucho de lo que hace la media. “Nunca he seguido una dieta súper estricta y mis padres –Santiago y Maricarmen, posiblemente su mayo fan- tampoco me han forzado a que fuera atleta”, acota, aunque matiza que “sí les gustaba que hiciéramos deporte, bien atletismo o ciclismo o cualquier otro”.
Atleta y mecánico
Top-20 español en su especialidad y del Zoiti de toda la vida, el atletismo no es su forma de ganarse la vida. Estudio un grado superior de Automoción en el Martínez Vargas de Barbastro y trabaja en Lamusa de mecánico de maquinaria agrícola. Tras una jornada intensiva de 7 a 15.00 cambia la nave por el tartán o el gimnasio. Reconoce que acaba “agotado”. De hecho, esa intensidad determinó que dejara las pruebas combinadas –heptatlón y decatlón- para especializarse en la velocidad. Entre vallas da tres zancadas, ataca con la derecha y envuelve con la izquierda. Entrenado por Daniel Durán Castán desde siempre, reconoce que es como “un segundo padre”. Y una curiosidad, su preparador ha sido siempre más de fondo que de velocidad, aunque se le ha dado entrenar muy bien a velocistas y vallas.
Una de sus claves de bóveda es Izarbe Lafontana, su pareja. Ha sido atleta y entrena en la base de la Zoiti. “La comprensión es muy importante. Es deportista y eso hace mucho, entre otras cosas”, subraya. Y es que la estabilidad emocional también es muy importante. Sus amigos entienden que el atletismo es parte fundamental de Cardiel. Ayuda dedicarse desde siempre al deporte y quizá, por eso, “igual no me atrae tanto salir”.
Dice que no es maniático, aunque reconoce que a veces pega con la zapatillas en el suelo, toquecitos como para ajustar más las zapatillas y en esos minutos previos a una carrera importante como la de este sábado dependerá de cómo se levante. “Si estás súper bien y feliz, no hay nervios; si vienes de unos días que no has entrenado como quisieras lo pasas mal”, desliza. La otra cara, la de terminar con éxito una carrera es la de “gritar, como si fuera un estallido de felicidad”… y acaso con algo de dulce, “mi capricho absoluto”, reconoce.