El alpinista Carlos Soria ha hecho de Llanos del Hospital su particular cuartel de invierno. Allí despidió 2017 y se adentró en el nuevo año con el objetivo de seguir coleccionando ‘ochomiles’. El Dhaulagiri y el Shisha vuelven a ser su objetivo.
Es uno de los alpinistas más ilustres del montañismo español. Veterano y curtido en mil montañas, Carlos Soria (Ávila, 1939) sigue con su corazón indómito por las grandes montañas. Roza los 80 años. Y qué. El pasado año -vaya como ejemplo- participó con un amigo, entre los dos más de 160 años, en la Altitoy, una prueba de esquí de montaña de 2 días con 5.000 metros de desnivel. Quienes mejor lo conocen se deshacen en elogios hacia su figura, su forma de contar las cosas, su conversación al calor de una chimenea con la nieve fuera. Es pura vida, pura energía. Carlos Soria despidió el año en Llanos del Hospital y entró en 2018 en el mismo sitio. Rodeado de su familia, entrenando con el esquí de fondo para las dos grandes empresas que le quedan por tachar en su agenda más inmediata como son las cimas del Dhaulagiri y del Sisha. Con ellas cerrará el círculo de los 14 ‘ochomiles’. Ganas no le faltan, sí un respaldo económico suficiente para afrontar ambas expediciones.
Con tantas montañas en su mochila -en 1973 ya estuvo en el Manaslu y de allí surgió una foto incónica con un piolet de madera anagrama de la marca de mochila Altus-, el Valle de Benasque tiene un valor especial para Soria. “Cuando vuelvo del Himalaya me suelen decir que las montañas que tenemos en España me parecerán nada, poca cosa. Pues no. El Valle de Benasque y el Pirineo en general son de mucha montaña. Para mí, este valle es como Chamonix”, señala desde el otro lado del teléfono.
El retorno al Dhaulagiri lo tiene fijado para el próximo mes de marzo. Ha intentado varias veces este 8.000. Se ha quedado muy cerca de la cima, pero aún no ha podido poner en ellas las botas. “¿Si es una obsesión? No, ninguna. Solo tengo unas ganas tremendas por subir esa montaña. No la odio ni mucho menos. Es más, la quiero mucho. Es una montaña de 8.167 metros de altitud y hemos estado a 8.050, he dormido en dos ocasiones a 7.600 en un Campo 3 muy alto. La quiero mucho y estoy encantado de ella”, subraya. Y quiere volver con todo su equipo, porque se muestra seguro de que va a estar allí y lo va a lograr.
La última vez, el mal tiempo jugó a su contra. Sobre todo por la niebla. Cuando tienes la montaña delante todo se ve más claro. Arrib, y con niebla las cosas son muy distintas. “La falta de visibilidad, el despiste de no saber por cuál de los tres pasillos teníamos que ir nos hizo desistir”, explica. Y si de algo puede presumir Carlo Soria es de tener perfectamente claro cuándo hay que retirarse.
Si marzo es el mes elegido para emprender la ruta al Dhaulagiri, el otoño está fijado para ir al Sisha. Y todo está, también, a expensas de contar con el patrocinio que le permita ir con todo su equipo, cámara incluido que servirá para mantener una comunicación fluida “y veraz” de sus andanzas con el resto del mundo, ccon todo el que esté interesado en el transcurrir de la expedición.
Muchos de quienes le conocen definen a Carlos Soria como una persona muy inteligente. Él se desmarca. “Soy una persona que hago lo que me gusta y eso es un privilegio. Voy a ver si me dura un poco más y acabo este proyecto tan bonito. Lo que sí me gusta es demostrar que la edad no es un freno. Eso que te dicen que uno ya no tiene una edad para hacer algo, pues no es así; y si te dicen que es que tengo una enfermedad y me duele mucho cuando hago cosas, pues les digo que muevan todo lo que no te duela. De inteligencia nada. Lo que ocurre es que me he dado la vuelta de muchas montañas y luego ha ocurrido un accidente. La vida es muy bonita y he estado en muchos ochomiles muchas veces y nunca me han tenido que salir de allí. Lo que quizá tengo es sentido común”, recalca.