Los fichajes cedidos son como lanzar una moneda al aire: pueden salir cara o pueden salir cruz. Y al Zaragoza en las últimas temporadas le ha salido de todo. Muchos son los factores que influyen en la evaluación final de este tipo de contrataciones, cuyo rendimiento se ubica bajo la presión añadida de estar “de paso” por el club. Esta temporada el Real Zaragoza asume sin ningún ápice de duda que sus apuestas temporales le han salido cruz. Ni Álvaro Giménez, ni Nano Mesa, ni Borja Sainz han cumplido con las expectativas generadas en verano.
Ha dado la casualidad de que estos tres jugadores se desempeñan en la zona de ataque, donde se marcan los goles y las diferencias. A día de hoy el Real Zaragoza no puede mirar cara a cara a los peces gordos de la categoría a la hora de pujar por jugadores de renombre, más aún si son delanteros. Por eso, Miguel Torrecilla decidió acudir al mercado veraniego de cedidos, donde contratar atacantes sale más barato. Pero a veces lo barato sale caro.
Intrascendente Álvaro Giménez
Álvaro Giménez llegó a Zaragoza bajo la alargada sombra de la intranscendencia de sus últimas temporadas. Desde su brillante campaña con el Almería en la 2018/2019, en la que anotó 19 tantos y se convirtió en el pichichi de Segunda, su rendimiento ha ido descendiendo progresivamente. En Cádiz no se asentó y en Mallorca (también cedido) no cuajó. En la capital aragonesa ha querido volver a ser aquel delantero avispado, ratón de área e inteligente en sus movimientos que deslumbró en el conjunto indálico. Pero ni mucho menos se ha podido disfrutar a ese jugador que llegó a ser.
A pesar de sus pobres números, siempre ha contado con la confianza plena de Juan Ignacio Martínez, con el que ha disputado 1.982 minutos en liga. El técnico, también alicantino, le ha brindado mil y una oportunidades para destacar en este equipo. Sin embargo, lo que Álvaro ha devuelto han sido cinco insuficientes goles, tres asistencias puntuales y muchas decepciones.
Tardó 13 jornadas en estrenar su casillero personal, con un gol, eso sí, trascendental en Burgos. Aquel mes de noviembre fue el mejor de Giménez vestido de zaragocista, marcando tres goles más que permitieron al equipo retomar el vuelo perdido. Pero de nuevo, ese jugador que empezaba a ilusionar desapareció por completo.
A los desesperantes partidos sin rascar bola se le sumó la indignación de una afición al ver que Álvaro Giménez cortaba la progresión del aclamado Iván Azón. Todo lo que jugaba el ilicitano era visto como tiempo que el canterano no estaba en el campo. Minutos desperdiciados. Y eso frustró mucho a la grada. Al final, la situación se hizo insostenible y Azón acabó marcando y rindiendo más que Giménez en bastantes menos minutos y titularidades. Eso sí, con el tiempo se ha visto que como mejor rinde Álvaro es junto a Iván, al que le dio alguna asistencia. Ya saben, cosas del fútbol.
Nano Mesa, más corazón que cabeza
La situación de Nano Mesa era parecida a la de su compañero Álvaro Giménez. Con un currículum corto de regularidad y números (sobre todo en las últimas temporadas), pero con una campaña notable en Segunda División. Al final, el resultado del atacante cedido también por el Cádiz ha sido similar o incluso peor: dos lejanos goles y más aspavientos que rendimiento sobre el terreno de juego.
Nadie niega el compromiso de Nano con el Zaragoza. El tinerfeño nunca ha renegado de ir a la presión o defender cuando tocaba como el que más. Pero en ocasiones su carácter impulsivo, de ir al límite en cada jugada, le ha pasado factura. Malas decisiones e imprecisiones fruto del nerviosismo en el último tercio del campo. Ahí donde debía ser importante y para lo que se le fichó.
Nano Mesa se despidió sin quererlo como jugador blanquillo en el duelo frente al Huesca tras lesionarse del hombro. Por tanto, su evaluación ya está cerrada para el aficionado zaragocista. Un jugador que nadie sabría definir cuál ha sido su posición ideal, ya que para Jim ha sido un atacante multiusos. Pero la realidad es que ni en la banda derecha, ni en la izquierda, ni en punta ha sido regular. Únicamente se le recuerda una gran tarde en La Romareda: aquella frente al Sporting de Gijón en la que marcó el 2-0 e hizo vibrar a una afición entregada con él. Pero desde ese día, poco o nada más.
Al final, el recuerdo de Nano pasará –como el de muchos otros en estos nueve años en segunda– al montón de jugadores insignificantes, que cumplieron su contrato y se marcharon sin pena ni gloria.
La rebeldía de Borja Sainz
Capítulo aparte merece Borja Sainz en Zaragoza. El chaval –porque no deja de ser un chaval de 21 años– ha sido capaz de lo mejor y lo peor con la elástica blanquilla puesta. El extremo de Leioa ha sido la gran paradoja de la temporada. Siendo honestos, su rendimiento ha sido de lo más reseñable dentro de la mediocridad vista esta temporada. No obstante, sus frecuentes desconexiones, algún que otro mal gesto y su falta de entendimiento con Jim han acabado por echar por tierra su indiscutible calidad.
La incomprensión de un talento puede acabar con él como se ha visto en innumerables ocasiones en la historia del fútbol. Borja ha sido el único jugador del Zaragoza capaz de desbordar sin pensárselo dos veces, de salir airoso de presiones asfixiantes y de marcar goles de bella factura. Incluso ha tenido los galones de tirar un penalti. Pero los números hablan por sí solos: tres goles y cero asistencias para un extremo capacitado para marcar diferencias en la categoría. Unos números que no se salen de la línea de sus compañeros, pero no por ello menos criticables.
En definitiva, tres apuestas con una importante inversión salarial detrás que no han cumplido mínimamente los objetivos de principio de temporada. Así como jugadores como Borja Bastón, Borja Iglesias, Luis Suárez o Javi Puado salieron bien, este curso ha salido cruz con las cesiones de Álvaro Giménez, Nano Mesa y Borja Sainz.