Celia Abad no sueña con formar parte de la Copa del Mundo de esquí. Trabaja para ello. La altoaragonesa (Huesca, 2000) y estudiante de Farmacia en Vitoria ha hecho del esquí su trabajo. Todo empezó como un juego en un hogar donde se vive el esquí de forma intensa. Casi estaba ‘obligada’ a calzarse las tablas. Ella y sus dos hermanos, Pelayo y Lucas. Sus padres -Ricardo e Isabel- fueron los ‘culpables’ para que se decantaran por un deporte duro, mucho más de lo que se cree cuando solo se pinta con nieve polvo bajo un cielo azul.
El profesionalismo, dedicarse en cuerpo y mente a ser rápida sobre la nieve y en cualquier trazado requiere de días intensos de preparación. Sobre nieve y en seco. Un deporte donde las décimas de segundo son un mundo. Donde al ojo humano, la diferencia entre las Top-100 es casi inapreciable y el crono te sentencia. Donde escalar un dorsal para tener una mejor salida es la clave para bajar puestos, para encontrarte mejor la pista, para ser más rápida en cruzar la meta.
Hace seis años dejó Huesca, el colegio San Viator, y se mudó a Jaca para vivir, estudiar en el Escuela Pías y con el esquí como eje de su vida. Cuando echa la vista atrás deja claro la dificultad de “estudiar por la noche y entrenar por la mañana con días muy duros”. El hoy, tampoco es fácil. Esquiar y estudiar en la universidad es muy complicado.
El pasado mes de abril, Pelayo se convirtió en su entrenador con la línea perfectamente delimitada entre familia y trabajo. “No hay una persona que me pueda conocer más”, subraya Celia Abad con cierto orgullo. Y eso que reconoce que costó un poquito. Incluso que fue complicado, pero “si a alguien estoy agradecida es a él. Es mi entrenador, mi skyman, mi gestor…”, subraya.
La estación de Formigal fue el escenario donde con 4 años, Celia Abad se puso unos esquís por primera vez. A los 7 estaba en el equipo de competición del Club Formigal y luego en el Centro de Tecnificación. Paco Alegre, Ernesto Rodríguez, Sandra Fanlo, David Abajo y Manu Revilla fueron entrenadores clave en su evolución y de los que guarda un recuerdo imborrable.
Este invierno ha sido la clave de bóveda en su progreso. Instaló su campo base en Italia, en Pozza di Fassa. Llegar hasta los Dolomitas ha sido una evolución de progreso y seguridad en lo que quiere hacer, en las metas que se marca. Hace dos años, en diciembre de 2018 esquiando en Italia, se rompió la rodilla derecha. Pasó dos veces por el quirófano. El proceso de recuperación fue largo y Rafa Jácome, de Global Fisio, “me devolvió la vida”, afirma. Y así lo apostilla: “Si no me hubiese pasado ese accidente no sería la misma hoy. Valoro mucho más cada entreno y cada carrera, porque estuve un año fuera”.
Superar la lesión la ha blindado ante la adversidad y el programa de este invierno en Pozza di Fassa le ha abierto la puerta a ver un futuro cargado de optimismo. Con el respaldo de Huesca La Magia, Rodi Motor Service, la Fundación Caja Rural e Intersport cierra su mejor invierno que la lleva al Top-100 entre las de su edad en Gigante y Súper Gigante, y en el Top-300 en el ranking absoluto. Las diferencias son de décimas y centésimas de segundo, que no es nada.
El esquí alpino es un deporte muy complicado. Bajar una centésima es una suma de factores. “La nieve es diferente, los trazados son diferentes, los esquís llevan una u otra cera, puedes salir con el dorsal 1 o con el 100 y la pista que se encuentra una u otra es de una diferencia abismal”, explica. Celia Abad siempre ha bajado bien en Gigante y en velocidad. “Me apasionan”, acota. ¿Tiene miedo? Lo siente, pero subraya que también se entrena para que no le supere cuando desciende por encima de los 100 kilómetros por hora y con saltos.
Celia Abad no marca fecha para llegar al gran circo blanco. Sus objetivos van por temporada. El próximo año quiere estar en Copa de Europa y antes buscará el Campeonato de España que se celebra en la estación de Espot este fin de semana.