Temporada 2018-2019. Fútbol sin goles. Gradas sin cánticos. Gargantas silenciadas. Nuestro mundo era un mundo distinto, diferente. No oíamos cantar a los pájaros ni a las cigarras. Vivíamos un largo invierno con el amarillo típico del verano castellano. Las plazas estaban vacías, los ríos secos, y las playas desiertas. Perdimos la ilusión de la temporada anterior. Nos arrastrábamos por el desierto de Segunda, con el miedo de la desaparición, con el terror en el cuerpo del descenso. Cada partido era dolor, sufrimiento y desesperación. Éramos almas en desgracia viviendo solas, tristes y necesitadas.
Pero esta temporada, por primera vez en años, vivimos de la ilusión. Vemos al Real Zaragoza en la parte alta. Segundos. Vivimos segundos tras luchar contra el Elche y el Mirandés copero. Vivimos segundos tomando distancia al séptimo para mantenernos sí o sí en la zona importante de la tabla. Esta temporada, por primera vez en años, nos ha vuelto la ilusión. Ni siquiera es la misma ilusión que teníamos con Natxo González. La de ahora es distinta, sabe mejor. Es una ilusión sustentada pese a las inclemencias de las lesiones.
Sí. Echamos de menos a los que no están. No a los que se han ido (perdonadme, pero después del primer partido sin ellos ya ni los nombramos), pero sí a aquellos castigados por las lesiones. Y sí, echamos de menos a Luis Suarez. Pareció ayer contra el Mirandés que Puado hacía de Luis, pero se notaba que no estaba a su lado. Y echamos de menos a Javi Ros. Y echamos de menos…
Vemos las estrellas
Por primera vez en años, al vernos segundos, volvemos a ver de cerca las estrellas. Pese a que anoche tras finalizar el partido todo eran lamentos, el segundo puesto nos hace sentir que ya podemos tocar las estrellas con la punta de los dedos. Anoche, tras el partido, se dudaba entre ganar un punto o perder tres. Habíamos olvidado que pocos días antes ganamos al Elche. No nos dábamos cuenta que en el 2020 seguimos sin perder. Pero ese punto, que deberían haber sido tres, debe sabernos mejor tras la suma de las calamitosas desdichas que acumulamos desde Agosto.
El equipo juega bien, puntúa hasta estando tocado, hace que nos vuelva a latir el corazón, que volvamos a sentir la ilusión. Han regresado los goles, los cánticos a las gradas, las afonías a nuestras gargantas. Con el solecito asomando en febrero volvemos a escuchar cantar a los pájaros. Vivimos un verano en el largo invierno, nuestros ríos suenan, y nuestras playas se preparan bulliciosas para el verano. Nos ha vuelto la ilusión.