En esta segunda entrega de la entrevista con César Láinez, el ex portero revive sus años en el fútbol de formación, la agónica temporada en la que salvó al equipo y da algunas pinceladas de su época como portero.
Una frase de Manolo Nieves cambió su vida: le dijo que algún día vestiría la camiseta del Zaragoza en La Romareda. La mayor satisfacción de Láinez es haber acertado cuando la usó para otros muchos años más tarde.
En esta pieza, describe también la situación del fútbol aragonés y analiza los mejores productos de su cantera.
Decías en el cierre de la primera entrega que el Zaragoza no está para vivir siempre al borde del precipicio. A ti también te tocó estar en los banquillos en esa misma lucha. ¿Tienes la sensación de que ha pasado un mundo desde entonces?
No solo ha pasado un mundo desde entonces, sino que además no hemos visto al equipo en Primera División. Entonces pensábamos que ningún entrenador tendría que vivir con eso, con la sensación de que si no ganas cada partido puedes hacer desaparecer el equipo. Puedes quitarle la ilusión a un montón de gente. Gestionar eso es muy complicado y más a nivel personal, cuando entrenas al club de tu vida. Pensaba que esa situación no se iba a volver a repetir y, sin embargo, la hemos vuelto a ver. A veces reiterar esa misma pelea conlleva más riesgos y no siempre saldrá de la manera en que todos queremos.
Alguna vez has contado que seguiste los entrenamientos de Pep Guardiola en el Barcelona y el Manchester City. También has estudiado de cerca el método de Paco Jémez, Roberto Martínez o Marcelino. Casi todos son técnicos próximos a un mismo estilo. ¿Cómo quiere César Láinez que jueguen sus equipos cuando vuelva a entrenarlos?
Más que un estilo definido, un entrenador debe sacar partido a lo que tiene. Nosotros cuando cogimos al primer equipo creímos que el equipo estaba preparado para jugar de una determinada manera. Les dimos a los futbolistas todas las claves, la información y el apoyo para exigirles lo máximo en esa línea de construcción.
Creo que hay que aprender de todos. Ahora, por ejemplo está La Real Sociedad de Imanol, con el que coincidí en el Villarreal, y me flipa como juega. Un equipo que está también reconstruido de Segunda, en el que tiene un gran peso la cantera. Pero es que ves al Sanse y te das cuenta de las claves de su modelo. Les exigen a chicos de 17 o 18 años que compitan en la élite del fútbol. A veces identificarse con un estilo de juego es erróneo, salvo que tengas la capacidad de elegir los fichajes que quieres realizar. Pero dentro del perfil de futbolistas que hay en la plantilla, sí que me gusta sacarles el máximo rendimiento y situarme dentro de la idiosincrasia de cada club.
Siempre he sido muy crítico con el tratamiento que ha hecho el club de la cantera. Solo ha sido el sustento a nivel económico. Me queda la sensación de que toda una generación de jugadores podía haber aportado mucho más. No has tenido capacidad económica para conservarlos y sí que has tenido la necesidad de venderlos. A cambio no has construido un equipo.
La Real Sociedad siempre tuvo claro lo que les hacía diferente. ¿Te da la sensación de que el Zaragoza ha confiado en su cantera como modelo de reconstrucción?
No. Y en eso siempre he sido muy crítico. Me he formado en la cantera y me ha encantado estar en ese último paso antes de la profesionalidad. Creo que no se ha aprovechado del todo. Solo ha sido el sustento de la salvación a nivel económico. Si sumas los jugadores que se han vendido en las últimas temporadas, salvo en el caso de Pep Biel que llegó un año antes del Almudévar, todos se han formado en la cantera desde pequeños. Y han permitido que la Ciudad Deportiva siga abriendo día tras día. No ha habido una aportación económica para ellos, solo su traspaso para el club. Te queda la sensación de que estos jugadores podían haber aportado mucho más. No has tenido capacidad económica para conservarlos y sí que has tenido la necesidad de venderlos. A cambio no has construido un equipo.
La cantera sirve como solución en los momentos de mayor dificultad…
Yo entrené al Huesca en la temporada 2010/2011 y jugamos contra la Real Sociedad. Fuimos a Anoeta y el portero era Claudio Bravo y ya sabemos los equipos por los que pasó después. En aquel partido debutó un chico rubio de 17 años que luego ha sido campeón del mundo (Giezmann). Ese día ellos eran conscientes de que con una base de futbolistas de la cantera, rodeados de gente con experiencia, iban a subir. Ojalá dentro de cinco años podamos hablar de un modelo similar para el Zaragoza.
La Ciudad Deportiva me lo ha dado todo. Gracias a ese lugar pude ganar títulos, vestí la camiseta del Real Zaragoza. Después, llegó la mayor recompensa para un técnico: haber participado en la formación de futbolistas.
¿Qué significa para ti la Ciudad Deportiva?
A mí me dio la oportunidad de dedicarme de una manera pasional y agradable a un trabajo. Me tuve que retirar con 28 años por las lesiones, pero gracias a ese lugar pude ganar un montón de títulos, vestí la camiseta del Real Zaragoza, jugué en La Romareda… Defendí el escudo a nivel europeo, disputé finales… La Ciudad Deportiva me lo ha dado todo.
Me encanta la formación, inculcar los valores y la exigencia del club. Esa faceta es muy reconfortante. Te enorgullece haber entrenado a Guti, a Biel, a Pombo, a Lasure, a Delmás, a Clemente, a Nieto, a Soro… Ahora muchos son futbolistas de Primera y esa es la mayor recompensa para un técnico.
Hemos hablado mucho de la producción de futbolistas de calidad pero menos de los técnicos que parten desde La Ciudad Deportiva. ¿Cómo ves la salud del fútbol aragonés?
Vive un gran momento, con una hornada de nombres preparados para la competición. Creo que hemos alcanzado esa sensación de que ya no se necesita tanto al que viene de fuera. Ese nivel de profesionalización está también en casa. Tanto en equipos asentados en la Segunda RFEF como en el fútbol formativo. David Navarro en el Tarazona, Raúl Jardiel en el Ebro, Dani Martínez en el Brea, Víctor Bravo en el Teruel. Todos ellos están en ese proceso de acercarse a la dedicación que se le exige a un entrenador. Es cierto que a nivel económico todavía no podemos competir con comunidades como la valenciana o la catalana, pero el entrenador de aquí sí que se aproxima a ese grado de tecnificación. Y eso el jugador también lo huele. Si tú te empleas con ese nivel de profesionalidad, el jugador tiene dos opciones: o se la exige a sí mismo o desaparece.
Entrenar al Real Zaragoza nunca fue mi objetivo. Mi ilusión era formar parte de la formación de futbolistas. Dirigir al primer equipo fue circunstancial. Cuando a uno se le quema la casa, aunque no sea bombero, trata de echar agua.
¿Cuál es el sueño que te queda pendiente en el fútbol? ¿Quieres volver a entrenar al Real Zaragoza?
La verdad es que nunca fue mi objetivo. Mi ilusión era formar parte del proceso de formación de futbolistas. Estoy más satisfecho de haber participado en el crecimiento de algunos jugadores que de haber salvado al primer equipo. Eso fue circunstancial, una necesidad económica y deportiva. El club no tenía para poder pagar entrenadores. Lo tomé como una responsabilidad. Cuando a uno se le quema la casa, aunque no sea bombero, trata de echar agua. Tuve la suerte no solo de jugar en el Zaragoza, sino también de entrenar al primer equipo.
¿Es tu trabajo en los medios una estación de paso?
Mi objetivo es siempre aprender del fútbol. En este caso los medios de comunicación me lo acercan de otra manera. Tengo posibilidad de ver partidos a lo largo de la semana y más ahora, con todos los programas que hay de datos, de cortes y de vídeos. Me permite formarme más y si un día vuelve a surgir la posibilidad de entrenar podré estar mucho más preparado.
Nunca pensé en ser jugador. Igual por eso tuve esa estrella o esa suerte. Un día me estaba bañando en la fuente de la Plaza de España en la celebración de La Recopa. Dos meses más tarde, estaba sentado en la misma mesa que Paquete Higuera o Miguel Pardeza.
Tampoco tenías en primera instancia la aspiración de ser futbolista y fue una famosa frase de Manolo Nieves la que te hizo tomar conciencia. A lo mejor alguien te tiene que pedir esta vez que entrenes de nuevo al Zaragoza…
Es verdad. Las dos situaciones han surgido no sé si desde el sueño, pero sí desde la pasión. Igual por eso tuve esa estrella o esa suerte. Nunca pensé en ser jugador. Iba a la Ciudad Deportiva y cada día era un premio. Un día me estaba bañando en la fuente de la Plaza de España en la celebración de la Recopa. Dos meses más tarde me senté en la misma mesa que Paquete Higuera y Miguel Pardeza. Fue un cambio tremendo. Y quizá esa pasión me acercó a ese sueño que tiene cualquier chaval de la Ciudad Deportiva.
Y es una situación similar a la que me llevó al banquillo del primer equipo. Yo estaba en el filial y me encantaba formar jugadores junto a David y Raúl tratando de enseñar a los chicos las claves que se necesitan en el primer equipo. Y ante la ausencia de entrenadores, me tocó. ¿Disfruté? Claro, veía como se llenaba La Romareda y lograr la salvación fue increíble. Pero siempre he disfrutado más con el crecimiento de jugadores, con la sensación de que aporté mi granito para que ahora ellos puedan vivir de esto…
A lo mejor tú has sido el Manolo Nieves de alguien…
Puede ser que sí. En muchos de los casos vimos pronto que tenían potencial. Yo tuve una relación muy buena con todos los entrenadores que formaron parte del primer equipo. Ranko Popovich, Luis Milla, Raúl Agné, Natxo González… Todos me pedían consejos sobre determinados futbolistas. Recuerdo una anécdota con Natxo. Tenía muchas incógnitas con Lasure, alternaba el puesto con Ángel Martínez, al que había traído del Reus. Le gustaba muchísimo, pero veía que Lasu era tan buena persona que no sabía si encajaría en el fútbol profesional. En una de las charlas antes de que se asentara, me preguntó. Le dije que yo querría que fuera el novio de mi hija; no tiene una mala cara, siempre una sonrisa. Pero había que darle una oportunidad. Natxo González se la acabó dando y firmó una temporada espectacular.
Recuerdo especialmente mi primer torneo Ciudad de Zaragoza. Llegaba de una cesión del Villarreal, fui titular y todo me salió muy bien. Txetxu Rojo no era un entrenador propenso al elogio, pero me dijo que había hecho un partido excepcional. Aquellas palabras y aquel encuentro me dieron un impulso para asentarme en el primer equipo.
A ti también te tuvieron que dar una ocasión para demostrar que podías guardar la portería. ¿Hay algún partido que recuerdes de manera especial?
Sí. Y no hay muchas imágenes de ese encuentro. Fue mi primer torneo Ciudad de Zaragoza, contra el Ajax. Ganamos 1-0. El titular era Juanmi, pero ese día Txexu Rojo le dio descanso. Jugué yo y fue el típico partido que el rival te domina y te somete. Aquel día cuando no la paraba con la cabeza, la paraba con el culo. Todo me salió muy bien. Recuerdo que poco después jugábamos en Vigo. Txexu Rojo no era un entrenador muy propenso al elogio. Aún así vino y me dijo que había hecho un partido excepcional, que me estaba acercando a la profesionalidad. Yo llegaba procedente de una cesión en Villarreal y aquel partido y aquellas palabras me dieron un impulso para asentarme en el primer equipo, para poder disputarle la titularidad a Juanmi.
Hay dos finales de Copa que nunca podrás olvidar. Y no pudieron llegar en puntos más distintos de tu carrera…
De la primera no tengo ningún recuerdo, me parece que fue como un sueño. De hecho, no guardé nada. Ni las botas ni la camiseta ni los guantes… Fue tan irreal todo que no lo recuerdo como algo tangible. Tenía 21 o 22 años. Creo que llevaba once partidos en Primera División. Jugaba una final contra aquel Celta de Vigo de Víctor Fernández y Mostovoi, que era una máquina de jugar al fútbol. Nosotros veníamos de salvarnos en la última jornada… La viví como si hubiera estado en la grada, como un hooligan más. De hecho, la réplica de la Copa la tuvo que recuperar el utillero: la había tirado con la ropa interior a la lavadora. Imagínate lo poco consciente que fui de lo que había pasado en aquel partido.
De mi primera Copa del Rey no tengo ningún recuerdo, me parece que fue como un sueño. La viví como si estuviera en la grada. De la segunda, ante el Real Madrid, me acuerdo mucho mejor. Era uno de los más veteranos del grupo, ya un adulto. Siempre que voy a Barcelona me acercó Montjuic y la piel se me sigue poniendo de gallina al pasar por allí.
Y luego llegó el triunfo en Montjuic…
La segunda Copa del Rey sí que la recuerdo mucho mejor. Era uno de los futbolistas más veteranos de aquel grupo y de esa generación. En la de La Cartuja había muchos jugadores que llevaban más años en el Real Zaragoza. Sin embargo, en la de Montjuic estaban Villa, Galletti, Cani, Gabi Milito acababa de llegar a España, Álvaro también… Éramos un equipo con muchísima juventud y si en la primera era el baby, en la segunda era el adulto. Les decía a los más jóvenes que las finales hay que competirlas, que no sirven de nada si no las ganas… En aquella ocasión sí que fui más previsor y guardé todo. De hecho, siempre que voy a Barcelona paso por Montjuic. A pesar de no ser uno de los lugares más turísticos de la ciudad, la piel se me sigue poniendo de gallina al pasar por allí.
¿Recuerdas algún partido en tu fase de formación que te ayudase a ser futbolista, a conseguir los títulos que llegaron después?
Sí. Yo debuté con la Selección Aragonesa en el Pedro Sancho. Lo pusieron de hierba natural e hice el peor partido que recuerdo. Nervioso, las pelotas se me iban de las manos. Al acabar, pensé que tenía que dejar el fútbol. El campo estaba lleno, representaba a Aragón, con los seleccionadores de España en las gradas, ante un equipazo de la selección catalana… Empatamos a dos. Sin un motivo que yo pueda explicar, el seleccionador me llamó para la española dos semanas más tarde. No sé qué pudo ver que yo no había visto. Yo pensé que lo había hecho todo mal y acabé siendo convocado. Lo suelo repetir a menudo: nunca se sabe el momento en que la vida te puede dar un vuelco.