Si hay un lugar donde se fraguan los sueños en el mundo del fútbol ese es el vestuario. En cada uno de sus rincones se guardan muchos de los secretos que esconden las grandes gestas y las enormes decepciones. Penas, ansiedad, presión, rabia y frustración, pero también éxito, profesionalidad, compañerismo, alegría y, sobre todo, fútbol, mucho fútbol.
En ese estrecho pasillo se atisba al fondo el verdadero corazón de un vestuario. Atiende cariñosamente mi visita un currante con alma de futbolista, con pasado de jugador. Él es José Luis Tosat Escalona, más conocido como ‘Chera’. Un oscense “de Huesca y del Huesca”, como a él le gusta que le conozcan. Amante del fútbol y amante de la SD Huesca.
Un ex jugador azulgrana que ahora vive su pasión desde un lugar más escondido, sin luces ni cámaras, pero que esconde los secretos mejor guardados de ese coqueto y cambiado vestuario profesional. En su sonrisa risueña se dibujan muchos y muchos pasajes que ayudan a comprender el periplo de todos estos años de crecimiento institucional y deportivo.
Caminamos entre bastidores, recorriendo uno a uno los renovados rincones de El Alcoraz. Un Alcoraz que ha cambiado. “Hace no muchos años llegamos incluso a entrenar en la explanada de tierra, lo que ahora es el parking. Esto algunos no se lo creerían. Hoy en día está todo muy profesionalizado”, me comenta orgulloso del salto que ha dado el club en tan pocos años. “Ahora todo el mundo tiene su función. Desde Agustín, que es el mejor presidente de la historia, hasta el último trabajador del club”, añade.
“Cuanto más trabajo, más suerte tengo”
Le hablas de Anquela y esboza una sonrisa. “Yo era muy de Anquela, con él me llevaba muy bien, conmigo se portaba fenomenal”, dice, aunque reconoce que la llegada de Rubi y su cuerpo técnico ha supuesto un salto, una evolución en todos los sentidos. La sombra alargada de Anquela podía suponer un escollo difícil de salvar, pero lejos de ello ha supuesto un salto de calidad. “Aquí se están ganando el respeto a base de trabajo, que es lo más importante del fútbol”, comenta, al tiempo que me reconoce que es “el técnico que más le ha sorprendido” ya que, según explica, “lo tiene todo controlado. Tanto Manel como Xavi -sus ayudantes- se implican al máximo en el día a día conmigo, son unos profesionales”. A la vez que asomábamos por la bocana hacia el cesped y se vislumbraba una luz en la zona de la fundación. “Allí los tienes a los 6 (Rubi, Jaume, Xavi, Manel, Adrián Sipán y Adrián Mallen), se irán cerca de las 21:00 horas, no dejan nada al azar”.
Las cosas nunca suceden por casualidad. “Todo empezó en Benasque. Nos llevamos casi todo el material, aquí apenas se quedó nada”, reconociendo que ese ‘stage’ de 11 días en la localidad de La Ribagorza marcó el compromiso y la ambición en el seno de un vestuario que está “con mucha hambre”.
Líderes, pero con los pies en el suelo, no puede negar que “ahora mismo todo es ilusión, la gente empieza a creer que sí que se puede. La gente está muy comprometida con el equipo”, aunque comenta que “me lo voy creyendo porque veo el trabajo. Cuanto más trabajo, más suerte tengo”, definiendo a la perfección el dulce momento que vive el equipo. En ese instante pasa por nuestras cabezas dónde puede estar el techo de esta plantilla, y se iluminan sus ojos, aunque se sincera con naturalidad diciéndome que “ni el más optimista se pensaba algo así. Podíamos intuir que podríamos volver a pelear por otro ‘playoff’, porque había una buena base, pero pensar estar así era difícil de predecir”.
Tras el ascenso ante Huracán: “Llegué a mi casa y se me echó mi hijo al cuello. Ese abrazo no lo olvidaré nunca”
El 2012 fue un año duro para él. Cuando uno se embarca en un proyecto profesional, su vida familiar cobra una importancia mayor; ellos son el cobijo del llanto y también de las alegrías. “A mi mujer y mi hijo los he dejado muchas veces solos”, espeta, poniendo de relieve que la dedicación lleva su penitencia. Y recuerda el momento del ascenso ante Huracán: “Llegué a mi casa y se me echó mi hijo al cuello. Ese abrazo no lo olvidaré nunca”, explica. En ese mismo instante el corazón parece encogerse y de nuevo el brillo en sus ojos aparece. Ese momento me descubre el lado más bonito de una pasión, cuando el tiempo devuelve en un segundo las horas y horas de tanto esfuerzo y dedicación.
Su llegada en enero de 2010, en la segunda temporada de la SD Huesca en Segunda División, le convierte en testigo de muchas de las historias vividas en todos estos años de crecimiento institucional. Antonio Calderón el primer entrenador con el que ha convivido y “le recuerdo con cariño. La salvación en Vigo la celebramos con una gran fiesta”, expresa.
No todo han sido buenos momentos y, cuando repasamos el más duro, su voz parece cambiar. El tono alegre se convierte en un tono más rasgado, fruto de la herida sufrida. Me mira y me cuenta que “el momento del descenso en Huelva fue un palo muy duro. Nos valía un gol, pero no pudo ser. Era algo que nadie esperaba”. Ver llorar a D’Alessandro le marcó. “La tarde que se fue me dejó tocado. Verle bajar con las maletas y esbozar aquel ‘lo siento’ fue muy duro”, expresa. Una temporada difícil para el míster argentino marcada por el descenso y por la muerte de su perro llamado Gol, me cuenta un ‘Chera’ melancólico.
Sobre Armando Borraz: “Se desvivía por la gente, te lo daba todo”
Pero todo en la vida tiene su cara positiva y en este caso “el ascenso ante Huracán fue la salvación. Volvimos a recuperar nuestro sitio. En ese momento, la SD Huesca enterró Huelva y a partir de ahí ya ves lo que ha venido”, cuenta. Ese día fue especial y aquí emerge la figura y el recuerdo de Armando Borraz, quien primero como presidente y luego en la fundación, dejó un recuerdo imborrable dentro del club. Graciosamente, me dice: “Se podría haber clonado” y, a renglón seguido, me cuenta cuando ambos coincidieron como futbolistas dos años en la SD Huesca: “Siempre le decía: ‘ya te la centraré, que tú rematas un cerdo’. Todo lo remataba”, a la vez que le sale una carcajada cariñosa. “Era muy buena gente, siempre con su sonrisa. Era muy querido. Una persona generosa, nunca te negaba el saludo, perdía el tiempo con los amigos. Una persona ejemplar”, indica, para acabar reconociendo que su fallecimiento “me dolió mucho”.
El recuerdo alargado de Armando caminará siempre de la mano de una SD Huesca que le debe una de las más bonitas alegrías. Coronar el proyecto de los dos mentores y amigos como son Agustín y Petón supondrá el mayor de los reconocimientos para una persona que “estaba ultimando su vuelta”, me comenta emocionado a la vez que la última luz se apaga en el atardecer de El Alcoraz.
El guardián de los secretos del vestuario azulgrana me despide amablemente, cansado de un largo día, pero orgulloso del trabajo realizado. En ese coqueto rincón aguarda quién sabe si la mayor de las gestas escritas en la historia del Huesca. Un lugar entrañable, muchas veces inaccesible, que desprende un aroma de orgullo y recuerdo azulgrana. Ese lugar donde se esconden los sueños, unos sueños que, tal vez, serán realidad el día de mañana.