Cuando lo político y lo extradeportivo irrumpe en un estadio y deja al fútbol a un lado, algo se está haciendo mal. El Chimy Ávila llegó a Pamplona como se fue de Huesca, como un héroe; la figura de un hombre luchador que se dejaba todo sobre el campo. Pronto, en las calles de la capital navarra, ya se pudo ver algún grafiti del ‘Comandante’ que demostraba este cariño por los aficionados de su nuevo club.
La dura lesión llegó, una baja que le mantuvo alejado del césped durante un año. Sin embargo, lo peor estaba por venir. Todo comenzó con una publicación del argentino donde portaba una camiseta que rezaba: “El miedo es una reacción, el valor una decisión”. Frase arengadora, muy del Chimy. Hasta ahí todo bien. El problema era la silueta que la acompañaba, el dibujo de la persona a quien pertenecía dicha frase: Santiago Abascal.
Las redes explotaron contra el delantero que, al cabo de un rato, borró la publicación y pidió perdón: “Hoy metía la pata subiendo a mis redes una foto con una camiseta que ha ofendido a muchas personas. Lo siento. Fue un regalo que me hicieron con una frase con la que me identifico mucho y no pensé que podría tener todas las implicaciones que ha tenido para algunas personas. Ni sé de política, ni me interesa. Mis únicas pasiones son el fútbol y mi familia. No era mi intención ofender y pido disculpas”.
La foto
La mayoría zanjó el tema, pero los Indar Gorri, los ultras del Osasuna, no lo hicieron. Desde que el Chimy Ávila se recuperó y volvió a jugar, los pitidos e insultos han sido constantes. El caso más extremo se mostró en la pasada jornada contra el FC Barcelona donde el argentino marcó un auténtico golazo para empatar el partido en el último suspiro. El jugador fue a celebrarlo con los suyos y la reacción fue la siguiente.
A veces una imagen vale más que mil palabras y esta es digna de analizar porque en una misma zona de la grada encontramos dos versiones: lo que un buen aficionado debería ser y la actitud que se debería denunciar. Varias personas muestran un estado de éxtasis y alegría propio de un golazo en los últimos minutos de partido; alzan el puño y celebran el empate mirando a su artífice. Mientras tanto, otros sacan la peineta hacia el jugador mientras le insultan y le escupen. Para ellos, lo que ha pasado sobre el terreno de juego es irrelevante tanto como que el Chimy Ávila rectificara y pidiera perdón.
Y es que cuando la política invade el fútbol y se convierte en un tablero de juego que trasciende el deporte, el resultado nunca es positivo. Los aficionados más extremistas dejan de centrarse en animar y los actores políticos se aprovechan para hacer campaña de ello. Y entre tanto, nadie sale ganando; o lo que es peor, el fútbol, en su estado puro, sale perdiendo.
Sin duda es una situación que cansa al aficionado que realmente quiere disfrutar del espectáculo deportivo. Hoy en día parece idílico vivir un partido sin insultos ni riñas pero, ya que entramos en época navideña, permitidme pedir un deseo. Disfrutemos de este maravilloso deporte de manera que lo único que nos distinga sean nuestros colores de la camiseta.