La tarde-noche del pasado domingo no fue una más en la historia del Real Zaragoza. Tras una semana anómala y preocupante para el aficionado, en la que se había producido de todo y al mismo tiempo nada, la manifestación del sentimiento zaragocista por parte de la hinchada acabó siendo la forma de dar un toque de atención a los que mandan en el club. Como percha de todo lo sucedido, un partido trascendental en el devenir de una temporada, de momento, crítica para el Real Zaragoza. La victoria ante el Fuenlabrada parece haber calmado la tormenta.
Unos dos mil aficionados se congregaron en los aledaños de una Romareda sin brillo, a pesar de los focos. El ambiente se fue animando cada vez más, los aficionados apoyaron encarecidamente al equipo en su llegada al estadio y posteriormente las protestas se dirigieron hacia el palco presidencial. Toda una muestra de compromiso por parte de una afición que se siente maltratada por el club al que aman.
Sin embargo, hay situaciones en las que uno debe quitarse la bufanda y ser crítico con las formas –que no el fondo– de la manifestación de ayer. Dentro de la legítima defensa del derecho a manifestarse por causas en las que uno cree, el comportamiento que se vio ayer por la tarde en La Romareda fue temerario, más teniendo en cuanta los días que corren. En ningún momento se preservó la distancia de seguridad entre los miles de manifestantes, poniendo en serio peligro la salud de los que estuvieron allí y sus familiares.
Hay que dejar claro una cosa: Los aficionados no entramos a La Romareda porque no queramos animar a nuestro equipo; no entramos porque hay una pandemia mundial que está dejando 300 muertos diarios, al mismo tiempo que se saturan las UCI de los hospitales, como el que se encuentra a escasos 100 metros del estadio. Por lo tanto, ver a tanta gente apretada a las afueras de un campo vacío fue un sinsentido y provocó cierta frustración en los aficionados que decidieron ser cautos y manifestarse con cabeza, o directamente evitar riesgos quedándose en casa. La imagen de unidad entre equipo y afición que se vio ayer se acabó manchando por la poca responsabilidad de algunos hinchas.
Desde luego que hay que protestar ante una situación como la que está viviendo el Real Zaragoza. Desde luego, que hay que pedir responsabilidades a un Consejo de Administración inoperante y conformista. Y ayer como afición, con el Real Zaragoza ocupando la última posición, se demostró de nuevo la fidelidad y la pasión hacia unos colores que significan mucho para ciudad. Sin embargo, no se puede ir a protestar ante la irresponsabilidad de una directiva que pone en peligro la continuidad del club, con la enorme irresponsabilidad que supone manifestarse haciendo caso omiso a las mediadas sanitarias.
Parece que hay que gente empeñada en no comprender el motivo por el que llevamos nueve meses sin poder entrar al campo; ese mismo motivo que, seguramente, provocase que el Real Zaragoza no subiese a Primera.