La rotunda victoria de la SD Huesca al Elche disipó cualquier tipo de duda generada hace una semana en Lugo. La cohesión entre equipo y afición que pedía Míchel en la previa salió a pedir de boca en la tarde del domingo y la ilusión quedó renovada. El equipo y la afición debían unirse, engancharse, reconciliarse. Pero el míster reconocía que sus jugadores debían dar motivos para que ambos se entendieran.
El partido fue superlativo. De principio a fin. El Huesca arrolló a un Elche inoperante que aguantaba como podía las embestidas locales. Miguelón sacó a relucir –una jornada más- su enorme despliegue físico y fue un puñal por la banda derecha. Cristo fue lo que muchos pedían. Y se vació por completo dejando buenos detalles por lo que El Alcoraz se lo reconoció cuando fue sustituido. Datkovic suplió a las mil maravillas la baja de Josué Sa y Juan Carlos dio un recital de cómo jugar a este deporte. Grandes actuaciones individuales que se transformaron en una victoria coral de mucho peso.
Y todo ello después de una semana difícil, de un partido en Lugo que se perdió dos veces. Reconozco que confío en Míchel y en su gente. Reconozco porque hay mimbres para ello, porque ayer quedó plasmado que este equipo tiene autoridad ante cualquier rival y genera fútbol. Porque sobre el césped hace muchas cosas bien. Porque el equipo da motivos para creer. Por todo ello, reconozco que ayer salí de El Alcoraz con la ilusión renovada y las ganas de seguir viendo al Huesca a este excelso nivel.
No será fácil, claro está. Nadie dijo que lo fuera. El paso de las jornadas irá poniendo a cada equipo en su lugar y bien es sabida la exigencia de la categoría. Pero creo firmemente que esta ilusión, ya renovada, acabará transformándose en una realidad.