Esto es lo que pienso, pueden estar o no de acuerdo conmigo, pero esta es mi verdad. Me gusta ser sincero en todos los ámbitos de la vida, por eso voy a ser transparente con el lector, como intento ser siempre.
El derbi me dejó tocado, no tanto por la derrota sino por las sensaciones durante el partido y el mensaje final con muy poca autocrítica. Quizá hacerla hubiera supuesto un poco más de carga a la que pienso que está soportando el equipo, no lo sé, pero tras acabar el encuentro mi cuerpo me pedía autocrítica y no la escuché.
Quizá esté equivocado, pero la derrota en Zaragoza ya es pasado. Ganó el mejor, quien no vea eso tiene un problema. Ganó quien dominó más, quien llegó más y quien quiso más, eso es indiscutible. No niego que el Huesca no lo diera todo, es más, estoy seguro que no se dejó una gota de ganas en el vestuario, pero no fue suficiente.
Llegados a este punto, quiero confesarles algunas cosas. Eso sí, lleguen hasta el final, que si me toman por pesimista se equivocan, pero no quiero callar las cosas que no me gustan, las cosas que me preocupan y las cosas que a mi juicio fallan.
Vengo observando desde varias jornadas que al Huesca le pesa demasiado el no ganar. La gran racha construida en meses anteriores, donde la falta de lesionados, sancionados, fortuna de cara a puerta y otros factores que influyen respetaron de lo lindo, se ha cebado con el Huesca en estos dos últimos meses y eso creo que está pasando una factura desmedida. El Huesca perdió en Valladolid tras rozar la hazaña por querer ganar, cayó en Vallecas debido a las bajas y a la pegada de un rival superior que en 15 minutos tenía el partido en el bolsillo. Se presentó ante el Almería con la necesidad imperiosa de ganar, o eso me pareció a mí, y tras quitarse los nervios por empezar perdiendo con un gol con fortuna, jugó un fútbol excelente para ponerse merecidamente en ventaja. Después, el apocalipsis. Todos tenemos derecho a fallar: en esta temporada, salvo algún error puntual, nadie se había equivocado, y justo fueron a equivocarse el mismo día, en el mismo partido y aparentemente sin motivo, dos de los jugadores que componen la columna vertebral de este equipo, y el Almería empató.
Tras hacer un partido digno en Reus con esas ausencias, un Sporting enrachado se cruzó en el camino de los de Rubi y la suerte, o la pegada, la tuvieron los visitantes y no los azulgranas. En Cádiz, el Huesca dejó escapar dos puntos: fue mejor que su rival y tuvo una cara casi reconocible de lo que había sido el Huesca en meses anteriores, pero no supo mantener la ventaja. Luego ya entramos en fútbol ficción, pues no sabemos si aplazar el partido ante el Albacete fue bueno o malo. Lo cierto es que a mi juicio el Huesca saltó al césped de La Romareda con una presión añadida sobre sus espaldas que le hizo llegar tarde a casi todos los sitios, a pensar unas décimas de segundo más tarde que el rival, y la cosa terminó como terminó.
¿Por qué se autopresiona este equipo? Me da la sensación que quiere demostrar cosas que no son necesarias, porque para mí están demostrando con creces que se dejan todo en cada partido. Por eso, y sin olvidar que el equipo ha dejado escapar una ventaja de casi 4 partidos, tengo clarísimo que el jueves es el partido más importante de la historia de este club, y que si se gana, perderá esa condición que pasará a ostentar el partido del lunes ante el filial del Barcelona.
El sábado recibí algún mensaje en el que empezaba a perderse la fe en estos jugadores. Es verdad que yo no estaba en ese momento como para levantar la moral de quienes me escribían, pero sí sé que el Huesca está tercero y no es por casualidad, no se lo han regalado. Por eso, y a pesar de haber perdido una ventaja considerable, he de confesar mi confianza en esta plantilla y en este cuerpo técnico, aunque yo sea el primero que a veces flaqueo en esta idea. De verdad, el partido ante el Albacete es vital.